sábado, 29 de março de 2014

La Ojeda: los nacionalismos en España (2)



       
                Es difícil diversificar, en términos catalanes, el llamado nacionalismo catalán del susodicho catalanismo político: para mí, en la práctica, son la misma cosa, aunque en la teoría, a través de retóricas falaces, se diga que son dos presupuestos diferentes. Este último, o sea, el catalanismo histórico propaga que apenas defiende y ensalza los símbolos y tradiciones catalanas, en la tentativa de preservar la cultura y la lengua catalanas; sólo desea obtener mayor autonomía, sin buscar directamente planteamientos políticos, defendidos abiertamente por el nacionalismo catalán. Me viene al pensamiento, el atraso logístico catalán: en cuanto el mundo se globaliza y se abre cada vez más, los catalanes se cierran sobre sí mismos a toda hora. Según diversas encuestas ‘catalanas’ (¡?), estos teóricos del catalanismo reafirman que Cataluña es sí ‘una nación’, pero dicen defender una plena integración de Cataluña con el resto de España, descartando absolutamente la opción por el independentismo catalán. Algunos partidos políticos no se reconocen como ‘nacionalistas’; lo hacen tan sólo como catalanistas. Y aunque venden pública y formalmente la idea de que Cataluña es una nación, defienden su pertenencia a España sea bajo el actual sistema de las autonomías sea por el sistema de estados federados. Ya el nacionalismo catalán critica violentamente el centralismo de Madrid y el nacionalismo español (¡?). ¿Da para entender tantas contradicciones ante la legislación en vigor? Y más: altos dirigentes o candidatos a serlo insultan y maltratan estúpidamente a otros grupos españoles llamándolos de vagos y señoritos, viviendo de ferias y panderetas, y de un hacinamiento al sol (especie de gueto). Ese nacionalismo rabioso y descontrolado de algunos catalanes contra determinadas comunidades autónomas sólo lanzan más leña a la hoguera cuyas llamas ya están llegando al infierno, donde el diablo en persona les espera con la sartén en la mano. Y se lo merecen por idiotas. ¡Y luego quiénes! Exactamente los dirigentes que maman de las tetas del trabajo duro y sufrido de andaluces, castellanos, extremeños etc, con salarios miserables que salen ya recortados por avaricias y ganancias de algunos chupones precisamente catalanes. ¿Qué hacen eses tales, ellos sí vagabundos y señoritos, viviendo de ferias y panderetas, con el dinero ajeno? No merecen, y nunca merecieron el salario que ganan. ¿Sabes, caro lector,  cuánto recibe un diputado catalán o español para no hacer absolutamente nada, antes pelo contrario crean confusión y desempleo en casi 26% de los trabajadores españoles? Pues confiere: por mes gana o ‘substrae’ de nuestros sudados impuestos 83.330 euros netos/año, con un suelto base de 6.410 euros limpios al mes, además de otras prebendas o colgajos, ayudas, franquicias e indemnizaciones muy discutibles y espurias en el desempeño de sus funciones (¡?), que los tales llaman de ‘indispensables’ ej.: tarjeta de taxi, 3.000 euros/año; dietas de desplazamientos , 7.000 euros/año etc. Ahora, yo te pregunto, ¿por qué y para qué tanto dinero despilfarrado con individuos que tanto mal hacen al país, sobre todo a Cataluña y, por ende, a las otras comunidades autónomas a quienes insultan y apostrofan públicamente? Y aún peor: tributan como si fuesen mileiristas = personas que ganan en torno de 1.000 euros/mes. El salario mínimo interprofesional (SMI) en España estaba en 752,85 euros en el mes de julio (2013). O sea, en cuanto nosotros y nuestros familiares, todos pobres y depauperados mortales (y a veces desempleados o en el paro), somos obligados a pagar al fisco hasta el último céntimo de impuestos fiscales, retirados de un sueldo miserable, esos tales diputados y senadores no pagan nada. ¿Está cierto eso? Evidentemente que no: ¿entonces, para qué sirve la democracia española? Las empresas saludables financieramente funcionan basadas en la ecuación  costes X beneficios. Aquí los costes políticos dichos democráticos son altísimos, y los beneficios…
        Bueno, me desvié un poco del nacionalismo catalán para discurrir sobre los dirigentes catalanes  que desangran a los españoles, y aún tienen el desplante de elegir diputados y otros semejados, que ganan sueldos absurdos retirados de nuestros minguados salarios. Y, ¿para qué, mis amigos? Para sembrar el odio y la discordia en nombre de una autonomía que ya ultrapasó la techumbre de lo razonable. De ese nacionalismo catalán nacido corriente intelectual y literaria, pero que degeneró para un partido político ultraconservador (‘Lliga Regionalista’), es que os deseo hablar en este apartado. Esa Lliga Regionalista comenzó muy mal: el ejército asaltó la redacción de un periódico de tendencia ‘catalanista’ (¡?), que a su vez desató la ira de los ‘nacionalistas catalanes’ (1906). En consecuencia, se unieron las dos tendencias catalanismo y nacionalismo formando la Solidaridad Catalana: en las elecciones de 1907 obtuvo 41 de los 44 escaños del congreso catalán, pero tras la Semana Trágica de Barcelona y provincias de Cataluña esa Solidaridad Catalana fue disuelta por tropas del ejército.  La Semana Trágica (1909) de la cual ya hice mención en otro apartado tuvo como detonante el envío de tropas de reserva a las posesiones españolas en Marruecos, siendo que esos reservistas eran padres de familia de las clases operarias, cuya única fuente de ingresos eran 10 reales por mes. Los ricos que dispusieran de 6.000 reales estaban libres de ir a la guerra. Ante tal desacato al mundo operario, hombres y mujeres gritaron por las calles de Barcelona en señal de protesta: ¡Abajo la guerra! ¡Que vayan lo ricos! ¡Todos o ninguno! En Barcelona se levantaron cientos de barricadas y varias armerías fueron asaltadas para proveerse de pistolas y fusiles. La violencia se dirigió contra iglesias y propiedades eclesiásticas, especialmente, conventos, colegios y patronatos de las Órdenes religiosas, además de  pillajes, saqueos e incendios de toda especie. El punto culminante de la violencia anticlerical se produjo durante una ‘noche trágica’: 23 edificios del centro y 8 en la periferia fueron incendiados, con religiosos y religiosas sufriendo insultos y escarnios humillantes, aunque la chispa detonante de la revuelta fuese la convocatoria para la guerra en Marruecos. Entre los participantes del terrorismo insano estaban obreros, jóvenes militantes y dirigentes del Partido Republicano Radical (nacionalismo catalán). El saldo total fue: 78 muertos, 500 heridos y 112 edificios incendiados de los cuales 80 eran iglesias, conventos y colegios católicos. La represalia gubernista también fue dura con varias muertes por fusilamiento, y otros condenados a cadena perpetua. No sé de donde Pau Casals retiró la idea de que los catalanes son contra guerras o revueltas sangrientas y contra sus efectos inhumanos. Numerosos pueblos de Cataluña y no solamente la ciudad de Barcelona participaron de la insurrección y de los graves disturbios que colocaron Cataluña en trágica evidencia no sólo en España como también en Europa, pues hubo manifestaciones y asaltos a varias embajadas.          
             La Semana Trágica de Barcelona será difícil apagarla de la Historia de España, sobre todo por los disparates, desatinos absurdos, insospechados y macabros, como el caso de un ensandecido catalán (un caso insólito en los anales históricos del mundo) que bailó con el cadáver de una monja por las calles de Barcelona. No resulta fácil explicar el giro anticlerical con incendios de iglesias, conventos y escuelas religiosas. Alguien intento decir: la causa estaría en la educación impartida en las escuelas controladas por la iglesia donde se inculcaban valores contrarios a la causa obrera (¡?). ¡Pero qué idiotice absurda es esa! Culpar a la educación impartida por la iglesia católica, en aquella época como lo es ahora, la única que se salvaba en la ya clásica mediocridad y anodina enseñanza laica. Tal vez fuese como siempre fue: el pueblo catalán se ceba en los más flacos por cobardía e irresponsabilidad ya proverbiales en las huestes catalanas desde hace siglos. Más en consonancia con la realidad, tal vez se fundamente en la envidia y revuelta de los humildes en no poder educar a sus hijos en las escuelas católicas siempre las mejores ayer, hoy y posiblemente mañana. Como no consiguen vengarse de quien coloca sus hijos en las mejores escuelas de la ciudad, parten para acabar con esos colegios y sus profesores. Es la única razón que encuentro para tanta salvajería. Conozco pocos países, pero por lo que sé tanto en España como en el Brasil donde vivo, los colegios confesionales, sobre todo católicos, son los mejores con muchos kilómetros de distancia, casi a perder de vista. En el Brasil, entre los 10 colegios con mejor excelencia en la enseñanza privada de Rio de Janeiro (la pública no tiene condiciones de competir con ella; es simplemente algo anecdótico) cinco (05) son católicos, donde estudia y se prepara la juventud de las clases media alta y alta, las élites más preparadas del país - son familias con poder adquisitivo alto. Éstas tal vez sean las verdaderas causas o razones, y no consigo descartar el instinto salvaje contra la religión que por esencia debe decir lo que está cierto y lo que está errado; ¿o no debería ser así? A final  de cuentas, la iglesia como institución ¿debe o no debe cumplir su papel, ‘siendo la sal de la tierra y la luz de los pueblos’, como pidió Jesucristo a sus seguidores? Además, el pueblo siempre piensa que la iglesia está al lado de los ricos (¡sus colegios son excelentes porque existe un coste o cobranza, sin esta premisa no existirían!), lo que no es y nunca fue verdad absoluta. Basado en mi pensamiento lógico, quiero vislumbrar un de los pilares por qué los que ganan un salario decente colocan a sus hijos en los colegios confesionales y no en las escuelas públicas: simplemente porque la enseñanza impartida en los colegios católicos es responsable, se compromete con el estudio y la formación ético-moral, además de visar el progreso del país: existe en las escuelas confesionales lo que se llama deseo de cumplir con sus obligaciones cívicas. Las escuelas públicas son deficientes en el mundo entero, cuando no están en auténtica ruina física y moral. Entonces la respuesta de quien no consigue obtener los beneficios de una buena enseñanza para sus hijos, es la revuelta que en España siempre se cebó en la iglesia y Órdenes religiosas: las desamortizaciones de Mendizábal (1835/36) son un ejemplo. La nación estaba mal por causa de los políticos y dirigentes; entonces vamos acabar con la iglesia, porque ella nos dice que estamos errados y ‘no posee batallones armados para defenderse’. El propio Stalin en persona (un gobernante ruso) indagaba del papa Pio XII: ‘¿dónde están los batallones de la iglesia?’. Los ‘batallones de la iglesia’ están precisamente en sus hombres bien preparados y responsables que levantan los mejores colegios del país. En el Brasil, los bandidos y otros grupos descontrolados en su agresividad ensandecida incendian ómnibus y atentan contra el patrimonio público y privado; en España, esos grupos que se apellidaban de revolucionarios incendiaban iglesias y conventos. Daba la impresión que sus líderes querían impartir la ignorancia y la salvajería de sus espíritus trogloditas, verdaderos hombres primitivos que aún no habían dejado las cavernas. Todo esto son factos irreductibles e históricos. Era el dictado: ‘ya que no puedo colocar a mis hijos en buenas colegios, entonces vamos acabar con esos colegios y sus maestros!  A los hombres que impartieron e imparten hasta hoy una enseñanza ‘actualizada y coherente con su tiempo’, los revolucionarios e incompetentes ministros del gobierno español les apellidaban de ‘manos muertas’.
       Tal prepotencia absurda y ridícula contra la iglesia en la Semana Trágica de Barcelona muestra un poco lo que fue realmente  el nacionalismo catalán en algunos episodios de su historia (no sé si aún prevalecen las mismas ideas). Sí, porque los casos indecentes se han repetido con frecuencia en sus calles cubiertas de cadáveres. Continúo respetando la memoria de Pau Casals como músico y compositor, pero no consigo entender de donde él retiró aquel concepto de que Cataluña siempre fue ‘contra las guerras, [contra] la inhumanidad de las guerras’. No condice con la historia real de Cataluña. La ciudad de Barcelona, principalmente, siempre estuvo metida en confusiones de todo tipo y especie. Hasta hoy continúa así. Son muchas historias ocultas que el nacionalismo catalán busca esconder tanto en acciones como en frases proferidas por catalanes, y gente que vive en Cataluña. En su libro bastante difundido Cataluña Hispana (Barcelona, 1963), Javier Barraycoa recoge 222 ‘historias ocultas’ del nacionalismo catalán, una más despampanante que otra. Como esta: la financiación del fascista Benito Mussolini a Francesc Maciá y Josep Carner para invadir Cataluña, pues ‘mientras haya una monarquía en España, Cataluña no podrá tener autogobierno. Por lo tanto, hace falta romper cualquier relación con España y proclamar el Estado Catalán que se podrá confederar con el País Valenciano, las Islas Baleares, Cataluña Norte y quizás Occitania’. Otra ‘historia oculta’ del nacionalismo catalán fue el apoyo político y económico de destacados nacionalistas para que Francisco Franco ganara la guerra civil en Cataluña, así como los homenajes del Barça (equipo de fútbol) a Francisco Franco y el racismo permanente de líderes nacionalistas contra andaluces y extremeños. El gran pintor Salvador Dalí (le disculpamos por su genialidad y locura) pasó los últimos meses de su vida escuchando una única pieza musical: el himno nacional de España, con letra de José María Pemán. También cuentan las sandeces y majaderías, como aquella que sustentan aún en nuestros días: ‘el catalán fue la única lengua que se hablaba en el mundo antes de la confusión de la Torre de Babel’. Verdad es decir que la única Babel de España es la propia Cataluña, un antro de anarquía federal. Interesante, os vascos dicen la misma cosa del vascuence, con una pequeña variante. Los dos nacionalismos compiten en mentiras y tonterías. De hecho, existen patrañas inconcebibles en que el nacionalismo catalán no controla la lengua de sus dirigentes en proferir tantas necedades. Por ejemplo: Venezuela habría sido conquistada por catalanes. Curiosidad perturbadora para el nacionalismo catalán es la historia personal del presidente de la Generalitat, Lluís Companys (1882-1940): pasó buena parte de su vida con absoluta carencia del sentimiento nacionalista por Cataluña. Fue capturado por la Gestapo de Adolph Hitler y fusilado por el franquismo en el castillo de Montjuic. Pero llegó a decir ante las cortes como diputado por Barcelona: ‘estamos aquí para intervenir en otras cuestiones que afectan a la grandeza de España: la constitución, la reforma agraria, las leyes sociales’. Companys fue más un buen catalanista que nacionalista catalán. En 1917, al ser elegido concejal de Barcelona, gritó ¡Viva España! En relación a frases fuertes difundidas contra el nacionalismo catalán, ésta me parece sorprendente sino diabólica: ‘el nacionalismo catalán sabe que necesita generar odio contra España y, por consiguiente, contra los españoles’. ¿Y no es que parece verdad?
       A principio, podemos afirmar sin cortapisas: el nacionalismo catalán histórico es totalmente falaz; y peor que eso, fraudulento y mentiroso. Si no que decir del dietario (libro de cuentas) de la ciudad de Barcelona (1492): con motivo de la toma de Granada de la cual participaron ‘numerosos’ catalanes (¡?), hubo celebraciones ‘las más grandes jamás vistas’.  Y en la rebelión de las Alpujarras (1568/71) -se la conoce también con el nombre de Guerra de las Alpujarras = ‘la guerra más salvaje de las que hubo en Europa en aquella centuria’ (Henry Kamen), cuando miles de catalanes participaron de los combates contra los morisco sublevados.  Don Juan de Austria, el héroe de la batalla de Lepanto y hermanastro de Felipe II, dijo sobre los combatientes catalanes: ‘son los súbditos más leales del rey de España’. Consta que el propio Alfonso XIII pidió al catalán Eduardo Marquina  (1879-1946), poeta y dramaturgo [histórico], varias letras para el himno nacional español. Pero de todos los embustes, el que más me impresionó por ser defenestrante es el de Pere Gimferrer (Barcelona, 1945), escritor catalán, académico español y autor de ‘El Castell de la Puresa’ (2012): ‘el nacionalismo catalán se nutre de historias apócrifas, como la de las cuatro barras’, presentes en la bandera catalana. ¿Cómo entonces acreditar en lo que dicen tantos embusteros catalanes, cuando ensalzan el nacionalismo que sus gentes más representativas e ilustres rechazan? El pueblo simple es formado en general por  ingenuos ‘borregos’ que van para donde se les quiera llevar, pero gente con la cabeza en el lugar como Pere Gimferrer, un miembro de gran relevancia en la Real Academia Española (1985), con 24 premios regionales, nacionales e internacionales, conseguidos por merecimiento propio debido a su prolífera obra, donde prevalecen temas recurrentes: ‘la actitud de rechazo y de silencio que caracteriza a los intelectuales en determinados momentos de la historia; la crítica del poder y la política; el poeta y el artista en aprendizaje constante; la voluntad de definir el momento cultural catalán. En fin, sus evocaciones personales literarias, artísticas y cinematográficas’, le valieron el reconocimiento unánime de los españoles como uno de los poetas y prosistas más originales nacidos después de la Guerra Civil, y que más modificó el panorama de la poesía española contemporánea por la innovación de sus propuestas. Indagado ¿cómo coexisten castellano y catalán en el Gimferrer  poeta?, salió por la tangente, y respondió: ‘¡también escribo poesía en francés e italiano! Tengo acabado un poemario inédito en italiano de 2013 que verá la luz pronto. Yo no elijo la lengua. Es la lengua que me elige a mí y hace la mitad del trabajo. En función del efecto rítmico y sonoro, me decanto por una u otra lengua’. Detalle: casi toda su obra está en castellano. Y es un literato de renombre internacional, y no un botarate que no sabe dirigirse a sus ‘oyentes’ ni en catalán y mucho menos en español.   
           Otro importante intelectual de Cataluña es el actor, director y dramaturgo Albert Boadella (Barcelona, 1943). Sus obras tienen una fuerte carga crítica y satírica, especialmente con el poder establecido [catalán] y ‘con cualquier poder fáctico’, especialmente con la iglesia. Boadella defiende públicamente y con emoción el ritual taurino (los toreos) por encima de las otras artes: ‘no existe en el mundo occidental ninguna ceremonia capaz de conmover y elevar con semejante fuerza al ser humano […] A lo largo de mi vida he gozado de las mejores expresiones del arte, en música, danza, ópera y teatro, pero nada es comparable al ritual taurino’. Este apoyo a las corridas de toros le ha granjeado acerbas críticas por los sectores anti-taurinos catalanes. Pero él se hace el desentendido: ‘nadie me ha insultado con más fruición, saña y fanatismo como las que ejercen los anti-taurinos con su beatífica máscara de anti-violentos’. En su ensayo de memorias Adiós a Cataluña. Crónicas de amor y guerra (2007), en la presentación del libro explicó que su adiós a Cataluña no era metafórico, sino real y para siempre. Anunció que no volvería a trabajar más en Cataluña ante el boicot sufrido en su propia tierra natal (porque contrario a los desatinos catalanes. Esta es la democracia catalana que no acepta discordancias). En la juventud estuvo cercano a posiciones catalanistas y fue uno de los integrantes de la Nova Cançó. A lo largo de su trayectoria ha sido defensor de la libertad y crítico férreo del dogmatismo y poder catalán de cualquier especie: a Jordi Pujol, a Franco, a los obispos etc, granjeándose asimismo el odio del independentismo catalán (de derechas y de izquierdas). Actualmente se opone de forma beligerante a la ’deriva catalanista’ y a las políticas del socialismo catalán. Es por así decir ‘un rebelde oficial contra la causa nacionalista catalán’, y su rebeldía es fundamentalmente ‘un símbolo de que algo no funciona bien en Cataluña’. Albert Boadella, el fundador de Els Joglars, califica al nacionalismo catalán como ‘una religión laica y, como tal, peligrosa’. Y dice aún más: ‘los nacionalistas [catalanes] tuvieron las armas para adoctrinar y han conseguido que haya dos generaciones de catalanes que odien todo lo español’. Comenta también el caso de la lengua catalana: los nacionalistas han creado un problema que no existía; nunca hubo conflicto lingüístico. La sociedad catalana funcionaba fantásticamente hasta que llegaron esos *&%$#. Él propio recuerda la actitud de sus padres que hablaban diferentes lenguas: uno hablaba catalán, el otro español. Nosotros les hablábamos indistintamente, y en muchos otros hogares pasaba lo mismo. Comentando el comportamiento actual de muchos catalanes, Boadella responde: ‘los catalanes tienen una enorme fe en algo que no saben exactamente lo que es, pero que creen que es muy importante’. El nacionalismo catalán tergiversa la historia: ‘la guerra de los ‘segadors’ nada tiene que ver con el nacionalismo. Si algo tiene a ver es que gracias a aquella guerra se perdió el Rosellón’ para Francia con  quien hemos vivido de modo esquizofrénico, con momentos de amor y momentos de odio. Ese territorio que tanto dinero y sangre costó a los españoles, España lo perdió gracias a la actuación catalana. Hoy en día, el gobierno catalán -nos lo dice Boadella- tiene ‘un comportamiento teocrático, no al servicio de los ciudadanos, sino de los principios fundamentalistas del movimiento, la separación de Cataluña’. Por eso, es fácil percibir que el nacionalismo catalán como religión ‘alberga en su seno un grupúsculo de fanáticos que puede ser más o menos numeroso, pues en toda religión aparece una colección de talibanes, incluso en el mundo de la prensa está el CAC - Consejo Audiovisual de Cataluña, que se dedica a ver quiénes son los buenos y los malos periodistas’, o sea, quién es a favor y quién es contra.  Esa religión nacionalista promete un ‘futuro excelso’, porque ‘la Cataluña fantástica -comenta sarcásticamente Boadella- fuera de España, a la que la UE abrirá sus brazos, será la nación económicamente más importante de Europa. Y lo peor es que se lo creen’. Y así termina su comentario: ‘el día en que desaparezca esa paranoia, ¿qué sucederá? Pues que vendrá una depresión general, una depresión brutal. Y enseguida vendrá también la pelea entre ellos. Por tanto, el futuro de la independencia [de Cataluña] es un futuro absolutamente negro’. A una delegación de alumnos de derecho, como paraninfo en la Universidad de Valladolid, dentro del congreso ‘Nación y nacionalismos’ (2014), Boadella dejó este mensaje: ‘les parecerá que estoy exagerando. Me gustaría que así fuera’. Son palabras y comentarios no de un político catalán cualquier, sino de un gran intelectual que los nacionalistas le hacen boicot porque coloca el dedo en la herida de ese nacionalismo catalán tipo talibán. Así se comportan los actuales dirigentes de Cataluña; por lo menos es la visión real que ellos transmiten al visitante. Mi idea es la siguiente: si un día visitar España, el interés que tengo por Cataluña es absolutamente ninguno. Y como yo deben existir millones de turistas porque Cataluña muestra al mundo una ‘nación’ insegura, beligerante e insatisfecha, lo que convengamos son adjetivos de rechazo al visitante o turista. Mismo siendo español de nacimiento, y con mucha honra… Un hecho prueba lo que digo: en un restaurante, el turista pidió cualquier cosa para comer; el camarero le respondía en catalán. Como éste insistiese en contestarle en catalán, el turista se levantó y se marchó echando chiribitas… ¡Yo haría lo mismo! La estupidez se reviste con máscara catalana.

Nenhum comentário:

Postar um comentário