quarta-feira, 27 de novembro de 2013

Prádanos de Ojeda - las avutardas (13)



 
               
        Las avutardas (Otis/avis tarda) son aves gruiformes = ‘como grúas’, debido al aspecto de los individuos incluidos en este género, pues recuerdan el formato de enormes guinches presentes en obras de ingeniería de nuestras ciudades. Además son aves zancudas, de patas largas, ampliamente distribuidas por todo el Planeta, desde lugares pantanosos y áreas costeras hasta áreas de climas extremados como los desiertos. Las avutardas se identifican a menudo por su porte majestuoso –el tamaño medio de una avutarda [macho] es de 1,1m de longitud por 2,4m de envergadura, y 18kg de peso-, con un detalle curioso: la tendencia no es volar sino correr, cuando es molestada en su hábitat. Las poblaciones de avutardas en Europa (península Ibérica y países centroeuropeos) son principalmente ‘residentes’, en cuanto las provenientes de Asia (centro-este, y parte de la China) son ‘migratorias’ invernales. A esta especie de aves les gusta buscar la  comida diaria en aguas rasas: así, en los meses fríos del hemisferio norte, las avutardas se juntan en estuarios pantanosos, playas, ciénagas, tierras alagadas o litorales rocosos, o sea, lugares poco frecuentados por el hombre; ya en los meses calientes, cuando los turistas llegan en bandos para gozar de las playas veraniegas, estas aves zancudas migran para las regiones árticas y subárticas, donde los veranos cortos les proporcionan el aislamiento y el alimento necesario para criar sus polluelos. De otra parte, las aves zancudas como las avutardas no tienen colores vivos, pero en compensación su vuelo es deslumbrante, así como las alas que causan admiración en sus observadores. Las avutardas costeras, principalmente, suelen realizar vuelos rasantes sobre el agua, aunque puedan volar a altitudes en torno de 6.000m o más. Como nos dice el autor de Aves costeras – Bellas marisqueras en la playa: de modo particular, ‘las avutardas son maestras absolutas en el aire o a favor del viento’. Las avutardas son por lo general gregarias y viven en grupos donde existen alimentos en abundancia; tal vez lo hagan más por seguranza que por otra cosa, pues con miles de ojos atentos es probable que un predador como el halcón peregrino sea avistado con bastante antecedencia. De hecho, las aves de rapiña prefieren atacar o perseguir aves solitarias. 
       Las zancudas como las avutardas forman bandos mixtos de varias especies: impresionan cuando alzan vuelo en conjunto. Centenas o hasta miles de aves costeras vuelan en formación cerrada, inclinándose o mudando de dirección, subiendo y bajando como si fuesen controladas por una mano invisible. ‘El hecho de miles de aves volaren juntas a grandes velocidades y con capacidad de ejecutar maniobras en coordinación sincronizada es un milagro en sí mismo’, nos relata el Manual de las Aves del Mundo – una serie de 16 volúmenes producidos por la editora Linx Edicions (1992), bajo la dirección de Josep del Hoyo y otros. Sabemos que algunas zancudas son auténticos viajantes internacionales: estas aves pueden ser vistas prácticamente en todo el mundo, en márgenes de ríos o lagunas, y en las costas de cualquier país; son capaces de recorrer 32.000km en una odisea anual sin precedentes, visto que sólo el halcón peregrino hace un recorrido semejante, pero bastante inferior en 6.000km. Es  interesante constatar: a pesar de atravesar mares y océanos en sus viajes migratorios las zancudas como las avutardas no saben nadar y nunca paran en el agua. De ahí la necesidad de cargar enormes cantidades de ‘combustible’ (proporcionalmente, llevan más que un avión Jumbo): en el despegue representa 40% de su peso total. La pregunta es ésta: ¿cómo ellas se abastecen en pleno vuelo? En su libro The Life of Birds, David Attenborough, nos asegura: ‘estas aves acumulan ‘combustible’ en forma de gordura y se alimentan tan ávidamente en las tierras pantanosas que, en pocas semanas durante el verano, casi doblan su peso. Las reservas son aún mayores en los órganos internos, incluido el cerebro y los intestinos que se encogen para poder acumular más ‘combustible’ sin aumentar el peso’. Las aves migratorias como las avutardas asiáticas, aves muy resistentes al frío, enfrentan una vida agitada: tienen sólo 2 semanas para encontrar su pareja, establecer el propio territorio y hacer el nido. Después tienen 3 semanas más para incubar los huevos y otras 3 para criar los polluelos. A final de julio todos (padres y crías) vuelven para el sur. Y su vida difícil no para por ahí: los peligros migratorios son muchos, entre los cuales está el cazador. Se cuenta que en el siglo XIX, fueron abatidos casi 50.000 chorlitos dorados (Pluvialis apricaria), en un solo día (¡?). Sin embargo, el mayor peligro específico de las avutardas está en el desaparecimiento de los humedales y áreas pantanosas ibéricas, sobre todo cuando son costeras: tienen enormes dificultades en adaptarse a estas pérdidas. Como observaba el naturalista y fotógrafo de aves, Arthur Morris (1922-¿?), ‘el día en que uno de nosotros vea un bando de avutardas subiendo y bajando cerca del agua, o simplemente pare para oír los sonidos impresionantes que estas aves emiten en grupo, encontrará dificultad de olvidar tal escena’.      
       Existen pocos datos sobre la duración media de vida en libertad de las avutardas; se estima entre 10 y 15 años. Las avutardas son las aves con mayor tamaño de Europa, típica de zonas esteparias y humedales, así como el ave emblemática de Los Llanos de Cáceres/Extremadura. En realidad, siglos de agricultura y pastoreo han transformado diversas zonas de España en llanuras esteparias donde actualmente impera el cultivo cerealista > un hábitat artificial que cobija a muchos animales de hábitos esteparios: de todos ellos se destacan las avutardas, aves de cuello y pico largos, además de poderosas patas en las cuales falta el dedo posterior. Los machos se distinguen por la bigotera, desarrollada plenamente a los 6 años. Las avutardas poseen un plumaje pardo-grisáceo, frecuentemente moteado o con franjas oscuras. Llama nuestra atención el ensanchamiento bajo el paladar (foto), extendido por el cuello que infla y utiliza como exhibición cuando es observada o durante el cortejo amoroso.  Para levantar el vuelo tipo ganso dan un impulso fuerte a su frente, y sólo entonces se muestran muy blancas. Son asustadizas y desconfiadas y prácticamente mudas o silenciosas; los machos emiten un sonido similar a pedorretas hechas con la boca. Por lo general, transitan en bandos que, vistos de lejos, más se parecen a un rebaño de ovejas, pastando en campos de cereales Son del tamaño de pavos reales o gansos con el cuerpo en posición horizontal. La hembra pone entre 1 y 5 huevos (generalmente, 2 o 3), y cuida de los pollos durante mucho tiempo. Normalmente, las avutardas son omnívoras, arrancando hierbas y césped como alimento; necesita agua para beber. Y de modo habitual usa como alimento suplementario insectos, ratones, gusanos y huevos de otras aves. En la antigua agricultura manual era un ave favorecida por los cultivos en barbecho, pero con la mecanización moderna se ha visto seriamente amenazada; su población disminuye constantemente. En Cataluña, aparece esporádicamente; sólo se la ve con alguna abundancia en las llanuras cerealistas del centro-sur peninsular.
        Las avutardas, en general, están entre las mayores aves voladoras de la actualidad, junto a la avutarda kori (Ardeotis kori) y algunos cisnes. Los machos se distinguen por su color terroso encima y blanco debajo, con un gran cuello y la cabeza grisáceos. El pecho y los lados inferiores del cuello son castaño-oscuros. Cuando crían, presentan plumas largas en la base del pico denominadas bigoteras; a estos machos se les conoce por el nombre de barbones (finos, delgados, casi en los huesos). Crecen muy deprisa en los primeros meses de vida, y dicen los entendidos que las avutardas siguen creciendo durante toda la vida. Las hembras son 30 y 70% menores que los machos, ya su plumaje es casi idéntico en ambos, o levemente apagado en la hembra. Las avutardas crían en marzo en áreas donde los machos suelen agrupar a las hembras y donde a sus anchas exhiben el cortejo amoroso para aparearse con ellas mediante movimientos tipo ‘rueda’, presentando el auge a principios de abril, en la primavera, junto con toda la Naturaleza entonces repleta de vida. Una vez apareada, la hembra se dedica en solitario a los cuidados de la reproducción,  la nidificación (excava superficialmente en el suelo), la puesta de 2 o 3 huevos e la incubación por casi un mes. Los pollos de avutarda son nidífugos > andan y abandonan el nido en compañía de la madre, acompañándola a todos los lugares durante meses. Los juveniles (machos) se independizan antes, mientras las hembras jóvenes permanecen al lado de la madre hasta la próxima incubación. Originalmente, las avutardas hacían sus nidos en estepas y praderas centro-orientales (Mongolia/China), pero con el avance de las civilizaciones las avutardas se aclimataron en las llamadas pseudoestepas > espacios abiertos para el pastoreo extensivo y los cultivos de secano, sobre todo de cereales (trigo, cebada, centeno y avena) ej.: la Tierra de Campos/Palencia es un lugar ideal para la avutarda común en la península Ibérica. Por causa de esas mudanzas, las avutardas orientales se expandieron hacia el oeste europeo. Hoy, su hábitat preferido está en las estepas o páramos cerealistas, y completadas por terrenos o parcelas en barbecho, sobre todo de leguminosas, viñas, pequeños olivares, almendros y áreas de vegetación natural. La población ibérica de avutardas es la mayor del mundo, con 50% de las poblaciones existentes en prácticamente todos los continentes. Los resultados de un censo realizado en 2004/05 señalaban unas 25.000 avutardas, casi la mitad de ellas estaba en Castilla y León, siendo Palencia unas de las 9 provincias con mayor número disponible en la Tierra de Campos y en la Reserva Natural de las Lagunas de Villafáfila/Zamora. En orden decreciente, están: Castilla y León –‘último reducto mundial de la avutarda’- (10.700), Extremadura (6.000 individuos), Castilla-La Mancha (4.500 ejemplares), Madrid y Andalucía (1.200 cada). 
       Las avutardas padecen de una peligrosa y extremada tasa de mortalidad en los primeros días de la reproducción, debido fundamentalmente a la poca cobertura que le ofrece el medio natural donde vive y se desenvuelve. La mecanización masiva de los campos y las zonas expuestas a cultivos intensivos sea de cereales o cultivares de hortalizas y leguminosas junto con la proliferación de los cazadores deportivos, ocasionan una regresión galopante a punto de muchos expertos en ornitología decir abiertamente que, a seguir la indefinición de ayuda a su repoblamiento tal como está en la actualidad, la avutarda tiende a desaparecer de sus últimos enclaves. Según los criterios de la UINC que lleva en cuenta el declive constante de hábitats con la pérdida y fragmentación de las áreas de nidificación, las avutardas están listadas en la categoría vulnerable (VU) en toda la península Ibérica. En la Lista Roja constan los siguientes factores como los verdaderos causadores de esa reducción: la intensificación agrícola en diversas direcciones de cultivos, la extensión de los cultivares de regadío en tierras de secano (estepas y praderas o prados naturales), la construcción de infraestructuras (carreteras, líneas o tendidos eléctricos, urbanizaciones, etc), la caza abusiva e irresponsable por parte de cazadores sin cualquier conciencia ecológica y el uso extensivo de pesticidas y otros venenos plaguicidas. En un pasado reciente, las áreas de distribución de las avutardas fue muchísimo mayor, pero con el pasar de los años ha ido extinguiéndose en casi toda Europa, principalmente en los siglos XIX y XX ej.: son territorios demostrativos de ese descalabro las islas Británicas (1832) y Rumania (1967).  De modo especial, las poblaciones centroeuropeas están actualmente casi extinguidas, sólo quedando algunos núcleos o enclaves de interés en las regiones esteparias de Hungría y República Checa; existen también proyectos de recuperación en el Reino Unido y Alemania… Sobre las poblaciones asiáticas sabemos muy poco, aunque se conjetura que el estado de conservación de las avutardas es realmente desfavorable y muy precario.  
       A pesar de la población ibérica ser la mayor del mundo, hasta los años de 1980 las avutardas fueron piezas o trofeos de caza, dentro de la llamada cínicamente actividad cinegética en España, sobre todo en Castilla y León, donde en muchas ocasiones se mataba a estos animales como se de pavos reales se tratase: se decía, para guisar y comer en nuestras cazuelas: una situación explotadora que ha provocado grandes declives en las poblaciones castellanoleonesas y en el desaparecimiento de muchos hábitats y núcleos de reproducción en las mesetas de Castilla (La Vieja y La Mancha). Sobre todo en estas últimas décadas cuando se han intensificado las prácticas agrícolas modernas: implantación de regadíos, abandono de los procedimientos manuales de cultivo, la roturación de pastizales y herbazales naturales, la pérdida de tierras de barbecho, la  expansión urbanística y la proliferación de infraestructuras (carreteras y tendidos eléctricos, por ejemplo), la caza ilegal y abusiva  de nuestros cazadores empedernidos; en fin, un numeroso sumatorio de factores  y concausas que amenazan acabar con esta especie, tan llamativa en los humedales palentinos de la Laguna de la Nava y en la Reserva Natural de las Lagunas de Villafáfila/Zamora y otros parques ibéricos como los de Ruidera/Ciudad Real, Peñalara/Segovia, Neila/Burgos, Las Batuecas/Salamanca, Las Ubiñas/Asturias, etc. Todas estas amenazas responden por la situación delicada y desfavorable por la cual está pasando tanto la reproducción e incubación como la conservación in loco de las avutardas en cualquier parte de España. Un ejemplo que  llamó nuestra atención fue dado por el corresponsal de la comarca de la Lampreana/Zamora, dentro de la famosa y extensa Tierra de Campos, ‘incrustada como un triángulo casi perfecto en el corazón de la Tierra del Pan, a poco más de 30km al norte de Zamora [capital]’. Sobre esta comarca zamorana, Gerardo G. Calvo dejó escrito (1943): ‘tierra muy apetecible ya en la época romana tanto por las aguas salitrosas que se encuentran en esta comarca, como por su buen terreno para la producción de cereales. El trigo es aún hoy en día la principal y casi única cosecha’. Y ciertamente por este detalle podremos concluir que se trata de una tierra pródiga en avutardas. De hecho, en Pajares de la Lampreana existe literalmente el camino de las avutardas: de catalejos en la mano, cualquier turista intenta encontrar a lo lejos las famosas y esquivas avutardas, ‘ave en peligro de extinción de las que unos pocos miles siguen sobrevolando los campos de España y algunas reservas como esta de la Tierra del Pan’.
         De hecho, entre las lagunas de Villafáfila y el pueblo de Pajares de La Lampreana, se extiende la mayor reserva de avutardas de España, unos 3.000 ejemplares, según nos señalan las últimas estadísticas. En este lugar de Zamora, entre nubes, pacas y algunos animales silvestres, cualquier turista puede apreciar el pausado remar de las avutardas; parece les pesa la panza (en realidad, ‘el ensanchamiento abultado del paladar, extendido por el cuello que infla y utiliza como exhibición cuando es observada o durante el cortejo amoroso’), y mueven sus alas con un pausado maniobrar, lento y armonioso. Son especies avícolas que desconfían de todo y de todos, no obstante ahora gocen de miramientos nunca antes vistos en la historia de este país, a tal punto que si un labriego o paisano demora más de la cuenta en segar sus campos obtiene del gobierno una bonificación. Claro, a las avutardas les gusta empollar entre las espigas. En esta región, no existen cables o tendidos eléctricos que entorpezcan el vuelo sincronizado de las avutardas. Aquí ellas pueden andar y trotar a sus anchas. Nadie las perturba: a lo lejos una especie de conciliábulo de avutardas se rozan contra el horizonte que nos deja a las oscuras. Es hora de partir de la región que bien podría llamarse comarca de las avutardas, porque las lampreas hace tiempo se extinguieron junto con las lagunas saladas. Ahora, en los campos de Pajares de la Lampreana sólo se avistan avutardas, ‘de pausado maniobrar, lento y armonioso’, en una tarde de verano de un simple turista castellanoleonés. Las lampreas (cilíndricas, viscosas y puntiagudas) y los peces criados por los monjes del Monasterio de Sahagún con las que abastecían sus refectorios durante la Cuaresma, no existen más; las avutardas ocuparon su lugar. A pesar de que según se decía antiguamente, ‘la lamprea es un manjar de dioses, pero tiene mala prensa porque come muertos’ [Camilo José Cela (1916-2002), en su libro Madera de boj. En este momento en que recuerdo al gran escritor español, una curiosidad me vino al pensamiento: las avutardas tienen un peso cercano al límite de su vuelo por encima del cual un ave no consigue volar. Y aunque parezcan pavos reales no poseen ningún parentesco con ellos, pero sí con las  fochas, las pollas de agua y las grullas > aves de lugares abiertos, que se desplazan dando zancadas con sus largas patas y enormes picos por medio de los cuales recogen semillas e insectos. Eran consideradas, entre los antiguos, símbolos de la prudencia y de la vigilancia, pues según consta, cuando una grulla llega a un determinado lugar su primera medida es: ‘establecer un acecho para no dejarse sorprender por el sueño. Así se sostiene tan solo sobre un pie y en el otro pone una piedra, para que cayendo le despierte’. En China y Japón, las grullas (‘hermanastras’ de las avutardas) son consideradas ‘amuletos de la buena suerte’. 
        Las avutardas tienen algunos comportamientos considerados ‘extraños’ por sus observadores. Por ejemplo: las avutardas entran en las vides  para comer uvas, frutos carnosos que aprecian mucho, pero los estragos son terribles. Durante el cortejo nupcial, el macho se pavonea hinchando el plumaje del cuello: de lejos se le puede confundir con una oveja. Además, bandadas de avutardas con bastante frecuencia se entremezclan con los rebaños de ovejas mientras éstas pacen, sobre todo en campos abiertos. La avutarda, para quien no lo sabe, es una de las aves más asustadizas y desconfiadas de la Naturaleza. De modo especial, se  siente muy amenazada por el hombre y, por eso, raramente se aproxima del ser humano a menos de 200m. Utiliza las hierbas altas o las plantas de los cultivos para esconderse, aunque resulta difícil hacerlo dada su envergadura de 2,20m, y por eso considerada el mayor pájaro de la península Ibérica. Como me decía un amante de la naturaleza, la avutarda ‘presume de su gran tamaño y llamativo plumaje, pero no encuentra igual cuanto a la desconfianza frente a los depredadores, principalmente del hombre, su peor enemigo’. La avutarda se muestra en la plenitud cuando vuela: este gigantesco pájaro lo hace de un modo espectacular, alcanzando velocidades de 80km/h. Al iniciar el vuelo da la impresión de que éste será torpe y lento, pues las avutardas precisan de amplio espacio en el suelo para el despegue. Ellas son reacias a volar, y a no ser que se vean amenazadas prefieren apeonar, haciéndolo con el cuello muy estirado y adoptando una postura de alerta característica, o sea, caminando  sosegadamente sin perder de vista lo que ocasionó su desconfianza. Si espantadas, una vez que pasa el peligro vuelven a la posición anterior, aunque ahora con mayor recelo. No es un pájaro solitario; al contrario, forma pequeños bandos que se unen entre sí en la época del celo amoroso. Y más: en cuanto la hembra está incubando, los machos se reúnen formando bandos que los cazadores llaman ‘toradas’. Los juveniles forman bandos también y se unen a los adultos cuando éstos tienen a sus respectivas parejas incubando los polluelos. Las avutardas son pájaros mudos o silenciosos, pero en diversas ocasiones emiten un gruñido que puede significar agresividad o miedo. Durante la reproducción lo machos emiten un ladrido ronco junto al nido; la hembra guía a los pollos con sonidos guturales, casi imposibles de ser registrados onomatopéyicamente. Cuando se sienten amenazadas emiten un sonido gutural equivalente a un ‘kreng’ casi mudo. La avutarda, debido a ser un pájaro de gran tamaño y fuerte, es fiero y valiente, y ataca si se siente presionado tanto en la carrera como en el vuelo, frente a los enemigos. En realidad, esto acontece raramente porque poseen un oído  muy fino y una visión agudísima, además de su proverbial desconfianza permitiéndole huir antes de enfrentar a sus enemigos. Y si por acaso sale malherida ataca ferozmente y de modo inesperado cuando se la intenta coger: siempre acompañada de resoplidos y silbidos estridentes.
        Las avutardas no tienen prácticamente ningún enemigo a no ser los cazadores furtivos, no obstante la protección y prohibición de la caza, sobre todo en la Tierra de Campos y llanuras de La Mancha (a partir de 1980). En verdad, estos bichos ocupan varias zonas de España, sobre todo las llanuras desprovistas de vegetación arbustiva y campos de siembra (trigo y cebada), pues se alimentan de materia vegetal, en especial, de gramíneas, hojas, granos de cereales, hortalizas, leguminosas y un número incalculable de plantas y flores, principalmente de la margarita de los prados y del diente de león tan abundantes en Prádanos de Ojeda. Además, marca preferencia por las leguminosas sobre todo las uvas maduras. Su dieta también incluye abundante materia animal como saltamontes, grillos, escarabajos, lombrices de tierra, larvas etc, no desdeñando insectos, ratones, lagartos, y no dudando asimismo en comer huevos y pollos de otras especies. Entretanto, como decía un experto en avutardas, ‘ningún acontecimiento en la vida de las avutardas es más importante y espectacular que el cortejo [amoroso] de los machos y hembras’. La descripción es algo surrealista, pero lo que más llama nuestra atención es el conjunto de maniobras y juego de plumas. Así lo relata nuestro comentarista: ‘en conjunto el pájaro con el plumaje erizado recuerda más a una oveja, no viéndosele [sino] apenas las patas, tan hinchado está el pecho que casi toca el suelo y las plumas que forman el bigote quedan casi verticales. A la vez sacude con languidez las entreabiertas alas y gira lentamente en la ‘rueda’ de hembras que le contemplan. Normalmente cada macho se dirige a una determinada hembra delante de la cual parece tener más interés en realizar su cortejo [amoroso]’. Todo este ritual se repite varias veces. En España, las poblaciones de las avutardas están estimadas en 25.000 ejemplares: Castilla y León alberga el mayor número (46%); después se encuentran Extremadura (30%), La Mancha (16%) y Madrid (5%). Las otras comunidades autónomas  contienen poblaciones mucho menores, fragmentadas y, en general, muy amenazadas. Francisco José Purroy [nacido en Pamplona/Navarra (1946)], famoso zoólogo y conservacionista español, nos dejó esta frase sombría: ‘es negrísimo el porvenir de las avutardas’. Para este amante de la naturaleza, el mayor responsable por esa tremenda disminución de las avutardas ha sido el hombre, porque ‘la ha cazado de forma incontrolada, lo mismo con armas de fuego como con procedimientos rudimentarios, pero eficaces, entre ellos el mortífero anzuelo cebado con zanahoria, sin olvidar las persecuciones nocturnas con farol y cencerro’. Mi caro amigo, on-line, ¿has reparado que en todos los descensos y disminución de las poblaciones silvestres de España, siempre están los cazadores? Por eso, yo diría con deseos de mejorar esta situación: ¿hasta cuando los gobiernos de la Unión Europea permitirán estos abusos contra nuestros animales silvestres? Y más: ¿hasta cuándo, cazador irresponsable, ‘abusarás de nuestra paciencia?’, reproduciendo aquí la histórica frase de Cicerón (63 aC): ¿quosque tandem abutere patientia nostra? ¡He dicho!

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