sábado, 30 de novembro de 2013

Prádanos de Ojeda - las palomas torcaces (15)



  
         
       Las palomas torcaces (Columba palumbus) son aves muy esquivas: buscan alimento en los extensos campos de siembra, y viven en oquedales, de preferencia localizados en lugares cerrados y bosques delimitados por linderas y parcelas de cultivos de secano. En algunas ciudades y pueblos de Castilla es una figura fácil de ser vista y muy amigable, pues se ha convertido en el ave más común y presencial de todos los columbídeos = aves de pequeño y medio porte (especies cinegéticas cazadas por su carne), con cuello, pico y patas cortas; se alimenta de simientes, granos y frutos. Esta familia engloba más de 300 especies distribuidas por los cinco continentes, apareciendo con frecuencia en plazas, parques y jardines del mundo entero. A lo largo del año podemos observar los reclamos y arrullos de este animal tan sencillo y humilde, considerado símbolo de la paz, de la harmonía y de la buena amistad entre las gentes y los pueblos, cuya tradición remonta a la supuesta Arca de Noé. Según la Biblia, inmediatamente después del diluvio, el patriarca Noé tendría soltado una paloma torcaz que enseguida volvió  con un ramo de olivo en el pico, mostrando que el agua había decrecido y, por tanto, la paz entre Dios y los hombres había sido restaurada. En la iconografía cristiana es también símbolo del Espírito Santo. Por supuesto, es la mayor ave columbiforme del género columba existente en la península Ibérica. Entre las características que llaman nuestra atención, antes de cualquier otra cosa, están: viven en media hasta 15 años o más; en el vuelo, llegan a una velocidad de 90km/h y recorren más de 450/500km sin cansarse. Además, es un pájaro con el mejor sentido de orientación de toda la naturaleza: puede localizar sus nidos a 1.000km sin cualquier problema. Y consigue asimismo detectar sonidos a una distancia que ningún otro animal lo puede hacer, así como es un ave muy territorial en la época del apareamiento.
        Durante siglos, las palomas torcaces han servido al hombre como aves mensajeras: personas importantes de China, Egipto, Persia y Atenas/Roma, las han utilizado para llevar y traer mensajes hace millares de años atrás. En realidad, esta ave mensajera es otra especie llamada paloma brava (Columbia livia), reconocida por su gran resistencia a la fatiga y agudo sentido de orientación. De cualquier forma, los columbídeos poseen una habilidad innata de volver a su palomar desde largas distancias. En la Edad Media, los cruzados europeos, en su contacto con el Oriente Medio, plagiaron este recurso o técnica de comunicación a larga distancia. Más tarde, los ingleses crearon una red de correos en varias regiones de Europa: desde Bolonia/Italia y París/Francia, los ingleses de Londres recibían las noticias financieras del movimiento bursátil internacional. Este uso de las palomas torcaces fue empleado con absoluto suceso cuando la rapidez del mensaje era lo más importante en las comunicaciones de la época, aunque la cantidad de información fuese de poca extensión. Con todo, fue el telégrafo que ocasionó el ocaso de las palomas torcaces como mensajeras. Sin embargo, durante diversas guerras, incluso en la 2ª Guerra Mundial, fue usada como táctica aplicada para romper los cercos a ciudades o lugares importantes. En la guerra franco-prusiana, los habitantes de París, sitiados por el ejército prusiano, recorrieron a esta estrategia para comunicarse con el resto del país y del mundo. Los mensajes se escribían en letras muy pequeñas, en trocitos de papel liviano; después eran enrollados y colocados en un tubito que se ataba a la pata de la paloma. El correo formal con palomas tuvo inicio en Bordeaux (1870) cuando se soltaron 300 palomas, de las cuales sólo llegaron al destino 50 ejemplares. Estos primeros mensajes eran de carácter militar, pero después el recurso se extendió a los particulares; una paloma llevaba normalmente 12 mensajes. Durante cierto tiempo, hubo una fiebre por palomas mensajeras a punto de una sola paloma transportar 2.500 columbogramas; el récord de mensajes llevados por esta ave fue de 38.700 en 21 de enero de 1871. No obstante, la respuesta no se hizo esperar: los mismos prusianos se armaron de halcones entrenados para cazar las palomas torcaces. Para poder vencer este riesgo, los mensajes oficiales eran enviados a través de 15 palomas simultáneas. Durante la 2ª Guerra Mundial, los japoneses utilizaron unas 200.000 palomas en correos militares.          
        Las palomas torcaces han sido tomadas por diferentes culturas como símbolos de transmitir emociones: su utilización como medio de comunicación a distancia es muy antigua. Los griegos transmitían a las ciudades, por medio de palomas mensajeras, los nombres de los vencedores en los Juegos Olímpicos, y las legiones romanas utilizaban palomares móviles que acogían millares de ejemplares. También los árabes perfeccionaron su uso y lo utilizaron en los combates contra los cruzados para controlar sus movimientos bélicos. Enseguida, el uso de las palomas mensajeras se extendió por toda Europa, llegando a existir servicios de correo regulares como los de Reuters; hasta se emitieron sellos de uso exclusivo para tales servicios. Actualmente, su utilidad es apenas deportiva, aunque los ejércitos de varios países mantienen unidades especializadas para actuar en casos de colapso de las comunicaciones, sobre todo cuando los conflictos militares exijan métodos menos convencionales. Y no sólo en casos militares: en España, existe una tradición colombófila en la huerta y campos de Murcia, fundamentada en la capacidad innata de las palomas torcaces en volver a su palomar cuando se las deja en libertad a grandes distancias, acreditada por su capacidad de orientación y afinidad al nido, ambiente, entorno y colombófilo (cuidador). Existe un servicio llamado de colombicultura = cría, fomento y reproducción de palomas, con destino a la práctica de juegos y competiciones reglamentadas, donde se sueltan previamente los palomos, con la misión de seducir a las hembras; hay puntuación de captura en tiempo de vuelo y aire. Como me decía un paisano, loco por estos juegos, ‘es una materia apasionante para los estudiosos de la antropología y la historia de los pueblos’. Las huertas de Murcia, en tiempos del califato de Córdoba, correspondían ‘a una multitud de jardines, y huertos, y tierras cultivadas, parrales en los porches, y con ellos muchas higueras’. O como las describe Albufeda y Yakut: ‘en torno al agua de las acequias, del río, hay huertos frondosos, y norias de ruidosos rumores, y aves canoras, y flores olorosas no conocidas: es de las regiones más ricas en frutos y toda suerte de plantas odoríferas y su población, de la más dada al esparcimiento’. El poeta Hasan Hazin resume lo dicho: ‘huertos de flores, entre discursos sonoros del agua, jardines sensuales revoloteando palomas [torcaces], en un alarde de unir cielo y tierra en inusitada belleza con sin par deleite en fortalezas y palacios’.
        Pues bien: en Murcia, más concretamente en el Llano de las Brujas ocurrió un ‘caso’ emblemático en relación a las palomas torcaces. Era una vez un fraile más conocido como el padre Tomatera: el pobre cura soñó o simplemente sufrió una alucinación en que era atrapado por unas brujas y llevado ante las propias barbas de Satanás. Para librarse del infierno invocó a la Virgen del Carmen contra las huestes infernales, diciendo: ‘Vade infernalis, Draco autoritate, Dei et Beatissimae Virginies Carmelitanea’. En aquel mismo instante los diablos le soltaron, cayendo precisamente sobre una nube de palomas torcaces, desde tal altura que se quedó medio atontado, pero consiguió zafarse de las garras de quien-no-se-puede-mencionarr-el-nombre. La propia leyenda es una confirmación de la suelta o adiestramiento de grandes cantidades de palomas en aquella región. En los parajes murcianos, aún en nuestros días, existen estructuras elevadas sosteniendo cajas de madera que a primera vista más parecen instalaciones de supuestos colmenares. En realidad son ‘habitáculos para palomos deportivos, antiguamente condicionados a la suelta y empleo de palomos gorgueros’. En las huertas de Murcia o en cualquier azotea de algunas casas campestres, o en viviendas urbanas (uno de estos palomares estaba situado hasta hace poco tiempo en la torre del convento de la Madre de Dios) no podía faltar el respectivo palomar para la mensajería entre fortalezas y alquerías de la propia zona hortícola. Una carta de los Reyes Católicos (1488) da órdenes a la justicia para proteger a los palomares y palomas de Murcia, ratificando otras disposiciones dadas por el rey Enrique IV el Impotente (1425-1474), en Salamanca, donde se prohíbe dañar o abatir palomas de propiedad de los Palomares de Murcia: ‘ordeno y mando contra el que contraríe esta ley que por tal hecho [‘matar palomas con ballestas, arcos, redes u otras herramientas’] pierda la ballesta, y redes y herramientas, y pague 60 maravedíes’. Estas leyes muestran el valor e importancia dados a los palomares y palomas mensajeras ya en aquellos tiempos, sobre todo por su interés logístico, estratégico y comercial. La influencia de esta ave es tan profunda que dejó huellas en toda la extensión hortícola: existen unas 200 Casas-Torres, muchas de ellas restauradas, cuyos edificios aunque fueron palacios o grandes casones de hacendados, presentan la emblemática instalación del palomar murciano, o sea, el servicio de oteamiento visual y  albergue de un palomar de aves mensajeras con el que se hacía factible la comunicación escrita entre familias y vecinos.       
     La historia de la colombofilia moderna –en el diseño de los sellos postales, una minoría dentro de la filatelia- comenzó en 1820 = un arte que cría y adiestra palomas torcaces para convertirlas en palomas mensajeras, capaces de volver a su palomar desde puntos distantes. El empleo de palomas para este fin, como quedó dicho, tuvo su auge en la antigüedad grecorromana. En el siglo XIX derivó en un deporte que no tiene como finalidad llevar mensajes, y sí recorrer un trayecto a la mayor velocidad posible, medido mediante relojes especiales. Este deporte es practicado actualmente por muchos países, siendo la China el país con 300.000 licencias, seguida de Alemania (60.000), Bélgica y Polonia (50.000). España ocupa el 10º a nivel mundial. La competición más larga ocurre entre Barcelona/Groningen (norte de Holanda), con unos 1.100km entre los dos puntos equidistantes. En España (1999) existían 4.200 licencias con 300.000 palomas; ya el Servicio Colombófilo Militar (SPM) poseía 5 palomares con 600 palomas. Las islas Canarias detienen el 40% de las licencias de todo el país, seguidas de Baleares con 25%. Existen diversas líneas de palomas mensajeras denominadas ‘razas’, aptas para competencias cortas: ‘velocidad’ (100/200km), ‘medio fondo’ (300/450km), ‘fondo’ (500/800km) y ‘gran fondo’ (700/1200km). La paloma ganadora es la que vuela a más velocidad hasta el palomar, y la competición termina con la 1ª paloma a llegar en la última suelta. El As Paloma o gran vencedora es aquella que ha invertido menos tiempo en el total de los vuelos de la competición: hay premios por equipos. La Real Federación Colombófila Española tiene previsto realizar la 39ª Exposición y Jornada Nacional de la Paloma Mensajera, del día 15 al 19 de enero de 2014, en la ciudad de Valencia, en la que se entregarán los trofeos de los Campeonatos Nacionales de los años 2012 y 2013.   
         La actual paloma mensajera es fruto híbrido de ‘razas’ belgas e inglesas, practicado en la segunda mitad del siglo XIX. El padrón de paloma mensajera ha sido seleccionado por estas dos características más importantes: la capacidad de orientación y su constante y condicionada morfología atlética, aunque tanto la paloma mensajera como la paloma común pertenecen a la misma familia. Sólo la forma de tratamiento es diferente: las palomas mensajeras son registradas y rastreadas por unidades federativas o clubes afiliados, con anillas oficiales por países; su alimentación es balanceada. Hay palomas mensajeras con ‘anel-chip’ en una pata, con nombre, teléfono y señas del propietario. Entretanto, la paloma común (o de calles y plazas) tiene una reproducción descontrolada, vive próxima a lugares donde consigue una alimentación pobre (basura urbana o comida de transeúntes), y no poseen dueños. Físicamente, existe un grotesco diferencial entre ambas: las ‘atletas’ poseen un plumaje perfecto y limpio, y una estructura muscular imponente, construida por entrenamientos y dietas diferenciadas a cada etapa y categoría deportiva. Las palomas de calle se alimentan de cualquier manera  y como pueden, pues dependen de quien les arroja algún resto de comida, o a veces, a las escondidas, de quienes les echan granos de maíz y algún otro producto sin rótulo. Otra gran diferencia entre ambas palomas torcaces está en su hábitat: en tanto que la paloma mensajera habita en palomares especiales y sofisticados, siendo cuidadosamente tratada y vacunada todos los años, la paloma de calle vive en abrigos naturales o urbanos, y no recibe ningún tratamiento, siendo por eso un transmisor potencial de enfermedades peligrosas para todas las personas, pero sobre todo para niños y ancianos. Para tener una idea de cómo las palomas mensajeras son tratadas, basta pasar una ojeada por las principales propiedades de su talle deportivo: peso (350/500gr), tamaño (15/40cm), temperatura, frecuencias cardíaca y respiratoria, consumo de agua y de alimentos, longevidad (15 años), velocidad (104km/h) y altura (3.800/5.700m) de vuelo, distancia de vuelo directo (500/1.000km), mudanza de plumaje, etc. Son 30 especialidades características, acompañadas por científicos día a día y anualmente; los cuidados con las palomas mensajeras son extremados para conseguir los siguientes índices atléticos: vivacidad, velocidad de vuelo, grande resistencia al cansancio, plumaje espeso y brillante, y elevado coeficiente aerodinámico; la cola siempre debe estar cerrada en el vuelo, y el cuello fuertemente implantado y liso. Cualquier paloma mensajera es capaz de recorrer en un día claro entre 700 y 1.000km, a una velocidad media superior a 90km/h.
         La paloma torcaz, el más corpulento de los columbídeos, llega a medir unos 0,40cm; es la especie europea más común en nuestros pueblos y ciudades. Por lo general, su plumaje es grisáceo en la parte superior y rosáceo en la inferior. La cola termina en una franja negra o gris-oscuro. La paloma de calle ostenta un pico rojo, corto y fino. Es por naturaleza granívoro = se alimenta de granos y simientes diversas, así como nidifica en pequeñas plataformas con hierbas secas y ramaje simple sobre árboles altos. Pone apenas 2 huevos blancos que incuba en 17 días (de modo alternado, machos y hembras). En el Brasil existe una paloma llamada trocaz (con la letra invertida) cuyo apellido es famoso en todas las regiones brasileñas, asa-branca. Y si como en Europa es el mayor de los columbídeos, lo mismo sucede en la península Ibérica, donde se presenta de manera robusta y con la cabeza pequeña en relación al cuerpo. Son inconfundibles unas manchas blancas en ambos lados del cuello (de ahí el nombre torcaz = del latín torques = ‘collar’, o de torquatus = ‘provisto o adornado de collar’). El plumaje característico de la paloma torcaz es gris-azulado en el dorso y algo más claro en la parte inferior, con el pecho de color vinoso y la cola con una banda negra. El colorido es similar en ambos sexos; los juveniles presentan en relación a los padres tonos parduscos y sin manchas blancas en el cuello. A partir de marzo ocurre el vuelo amoroso de machos y hembras, con sonoros aletazos en su vuelo ascendente. En seguida, lo interrumpen y caen con las alas alzadas en punta hacia arriba. Su voz o sonido ronco onomatopéyico equivale a un cú-cuú-cú-cú-cú, indefinido. En España, las palomas torcaces se dividen en grupos sedentarios que realizan desplazamientos locales, pero en el otoño millones de torcaces provenientes del centro-norte de Europa (atraviesan el Pirineo vasco-navarro) invaden los dormideros tradicionales ibéricos: en su mayoría terrenos llanos, encinares castellanos y alcornocales extremeños, así como pinares reforestados y de eucaliptos en Andalucía. Las palomas torcaces tienen preferencia por bosques abiertos, zonas arboladas y sotobosques, además de buscar casi siempre adehesados, bosquetes de ribera, prados y jardines en donde encuentren su alimento preferido, la simiente y el grano de cualquier cereal o leguminosa. Siendo grano y simiente, no hace cuestión de otros alimentos, pero a veces resuelve  probar bayas, frutos, brotes de árboles, amentos y otras especies vegetales herbáceas y pratenses como ocurre en Prádanos de Ojeda. En mi pueblo se las veía tanto en el pueblo como en los prados a la orilla del Arroyo Grande. En caso de hambre se alimentan también de insectos, larvas o crisálidas de hormigas y arácnidos blancos.     
     Las palomas torcaces son, infelizmente, víctimas de diversas virosis y otras molestias como la ornitosis y el mal de Newcastle =; altamente contagioso que afecta a las aves domésticas y silvestres con 90% de mortalidad. En los humanos causa conjuntivitis y actúa tipo gripe, entre otros efectos o signos clínicos.  Existen vacunas profilácticas y medidas sanitarias para reducir la probabilidad del rebrote en criaderos de aves. Uno de los parásitos cuya presencia suele considerarse un serio problema ambiental es la mosca-del-palomo, transmisora de aquella terrible enfermedad.  Las palomas torcaces perjudican también  estatuas y monumentos públicos con sus fecas o heces, además de transmitir nada menos que 57 enfermedades reconocidas por la medicina a los seres humanos. Por eso es sumamente prudente y saludable seguir algunas recomendaciones de quien conoce el asunto:
   (1) en la limpieza de techumbres, canaletas de tejados y otros locales (monumentos, estatuas,etc) sucios con excrementos de aves, se deben utilizar guantes quirúrgicos (o guantes descartables de vinilo) y máscaras;
      (2) no se deben remover las heces secas de aves o pájaros: se las debe humedecer antes para evitar la inhalación del polvo contaminante;
    (3) deben protegerse cuidadosamente los alimentos y raciones de animales del contacto con aves silvestre, debido al peligro de contaminación y adquisición de zoonosis y otras enfermedades, como la histoplasmosis, la salmonella y la criptococosis, además de evitar que aves silvestres entren en contacto con aves y animales domésticos como gallinas, cerdos, gatos, perros,  conejos etc;
     (4) conviene utilizar vallas para evitar la aproximación de las aves silvestres, utilizando telas o cerrando aberturas por donde podrán entrar en los edificios públicos o privados. Una medida técnica y, al mismo tiempo práctica, consiste en mudar el ángulo de inclinación donde las aves suelen empercharse en tejados o aleros, y usar productos repelentes para alejarlas de nuestras tejados y casas.
         De cualquier forma, las palomas silvestres, mensajeras o domésticas, bien cuidadas o simplemente maltratadas por las gentes, han servido de alguna utilidad para casi todas las civilizaciones, sobre todo como símbolos de un estado de espíritu donde prosperan el sosiego, la harmonía y la conciliación permanentes. Noé utilizó la paloma para reencontrar el perdón y amistad con Dios; los griegos y romanos sellaban sus mensajes de paz y victoria con esta ave; los cristianos representan al Espíritu que da vida y derrama sus dones divinos con la figura de la paloma, en señal de paz, reconciliación y recepción de los carismas sacramentales. En nuestra época, el famoso pintor español Salvador Dalí (1904-1989) pintó la paloma de la paz que ha sido, y es, una bandera pacifista para todos los colectivos civiles y gubernamentales. Hasta la ONU la recoge en sus banderas como muestra de entrega y sacrificio a servicio de la paz mundial. Y como nos decía un especialista en palomas torcaces, ‘son muchos y variados los libros de especialistas internacionales europeos, específicamente belgas, franceses e italianos, al margen de la prestigiosa colaboración española de Ferrán Andreu, los que recogen información y estudios sobre el extraordinario campo de trabajo, utilidad y comercialización, de estas enigmáticas y cautivadoras aves de compañía e interés público’. No obstante tantos científicos y amantes de las palomas torcaces, ninguno ha sido tan enfático como Giussepe Zanoni, en su libro La paloma, cría y explotación (1986), donde se hace una exhaustiva y sistemática investigación de la paloma torcaz mensajera. En la península Ibérica, desde la fundación en Málaga (1894) de la Real Federación Colombófila Española hasta hoy, la tradición mantiene formas y costumbres históricas heredadas, así como la legalidad, compromisos y requerimientos exigidos a los cuidadores del palomar y de las palomas de ‘raza’.       
          
           Una última palabra sobre los famosos palomares castellanos, principalmente en la Tierra de Campos/Palencia: todos sabemos, desde niños, que el palomar es una construcción típica de los pueblos de Castilla. Su famosa silueta se recorta en casi todos los campos palentinos, en las tradicionales eras de trilla, o en el centro de patios cercados por muros o tapias, incluso en La Ojeda, aunque en Prádanos (¡no sé exactamente el porqué de esto haber ocurrido en mi pueblo!) yo nunca vi siquiera un solo palomar; ya en Herrera, a pocos kilómetros de distancia (con límite al sur), existen varios. En realidad, el palomar forma parte de un paisaje en que, desde hace muchos siglos, se vio unido al entorno de campos de cereal y páramos, ríos de escaso caudal y casas de piedra o adobe. Leí en un lugar que no existen dos palomares iguales: unos son circulares como torres, o cuadrados como ventas manchegas; otros alternan con formas que recuerdan palacios o casones de hacendados, ‘castillos’ árabes, chozos africanos o pagodas orientales… Existen hasta palomares ‘coloridos’ para todos los gustos: blancos, rojizos, ocres, parduscos, etc. Y por mucho que se parezcan siempre tienen algo que les diferencia de los otros que están a su alrededor. Es ley no escrita, pero conservada por tradición castellana. Los entendidos hablan en dos finalidades: criar pichones y mejorar la ‘raza’ de palominas cuyo abono es, según dicen, uno de los más fértiles del mundo. Se cuenta que los antiguos ‘levantinos’ de Valencia se llevaban de tierras castellanas toneladas de excrementos de palomas para fertilizar sus naranjos. Los palomares de Castilla siguen una lógica constructiva y experimental en criar palomas desde hace siglos. Las más sencillas son las mejores ya que permiten construir con el menor coste de tiempo y materiales, pero sin olvidar la estética visto que sus dueños se esmeran en hacerlos aparecer en el paisaje rural y entre las viviendas labriegas o campestres, sin duda ‘una edificación dedicada al beneficio económico o también por ser un signo de riqueza familiar’. La cría de palomas se extendió por Castilla en la Edad Media y continúa hasta hoy, aunque haya decaído mucho a partir de la segunda mitad del siglo XX. Los palomares castellanos se arruinaron a medida que crecían el abandono del campo, la modernización agrícola y la producción de abonos químicos, suplantando costumbres de antaño. En épocas recientes, los palomares dificultaban la cría de pichones y tornaba el aprovechamiento de palominas un incómodo para los pueblos. Los palomares, en Castilla, fueron símbolos de identidad y una referencia histórica castellanoleonesa tal y como lo fueron los hórreos en Galicia y los molinos de viento en La Mancha. En Palencia existe casi un millar de palomares: en Castilla, el palomero explotaba el palomar como abastecimiento de carne avícola y abono de sus tierras. Hoy, como nos dijo Miguel Delibes (1920-2010): ‘el palomar rústico de Castilla no sólo decora y amuebla el paisaje: lo calienta. Es una referencia en la inmensidad desolada del páramo’. ¡He dicho!

quinta-feira, 28 de novembro de 2013

Prádanos de Ojeda - la perdiz roja (14)



        
       La perdiz roja (Alectoris rufa) es un ave no migratoria de áreas donde predominan colinas o cerrillas como en las diferentes provincias o regiones de Castilla [La Vieja y La Mancha): se la encuentra prácticamente en todos los continentes (Eurasia, África y América > aquí se la conoce como perteneciente a la familia de los odontofóridos, o sea, aves gallináceas conocidas vulgarmente como codornices del Nuevo Mundo ej.: perdiz de la California, en cuyo grupo se incluyen aves semejantes a las perdices, pero exclusivas del continente americano. En realidad,  son aves pequeñas no relacionadas a las codornices del Viejo Mundo/Europa, aunque se las denomine con el mismo nombre, debido a su apariencia y hábitos similares. Las especies americanas, como las del Brasil (técnicamente pertenecen a los tinamídeos = aves muy procuradas para alimento en regiones rurales sudamericanas), pertenecen a una subfamilia propia, en cuanto las perdices europeas están incluidas en la familia de los faisánidos = aves típicas con fuerte dimorfismo sexual: la hembra tiene forma redondeada, casi sin cola y cabeza más o menos negra, plumaje discreto, rojizo y con pintas negras,  con 0,38/0,60cm de largo, recordando una codorniz. Viven en pequeños bandos extremamente discretos, excepto en la época del apareamiento y la reproducción cuando los machos cantan bastante alto. Pasan la mayor parte del tiempo en el suelo buscando simientes e insectos; de noche, procuran las perchas del arbolado más próximo. Son por lo general aves robustas, de alas cortas y coloración vistosa, pero no aptas para el vuelo a grandes distancias. A esta familia pertenece también el faisán común = ave de gran preciosidad en su desarrollo corporal y muy rústica (de fácil adaptación a diferentes climas); se trata de una especie de caza menor o caza de pluma. En la actualidad, la subespecie más difundida en España es el faisán de collar (Phaisanus torquatus), criado en granjas y con el característico  anillo de plumas blancas alrededor del cuello; es muy apreciado por su carne: como se decía antiguamente, ‘sólo los emperadores comen esa carne’. En Prádanos,  siempre oír hablar de este pájaro, pero yo nunca lo vi en el campo y ni sé si algún paisano lo ha visto en mi tierra. Sin embargo, aunque la perdiz pertenezca a esa familia, su constitución física es muy diferente: más conocida en la península Ibérica como perdiz roja, o sea, un grupo de aves que tiene en común patas y picos de color rojo, pertenecientes al género Alectoris, entre las cuales se destacan las Alectoris rufa o perdices rojas –‘las más codiciadas en el mundo cinegético por protagonizar lances espectaculares gracias a su rapidez en el vuelo, potente arrancada y dificultad para ser abatida’. Se la considera una especie autóctona de la península Ibérica, aunque existan otras subespecies distribuidas por otras partes de Europa e islas mediterráneas.        
        La perdiz roja ibérica – ‘la reina de la caza menor’- mide unos 0,38cm de longitud y se destaca por su plumaje de color pardo-rojizo con la garganta blanca y rayas obscuras en la parte superior del pecho. Mucha atención: no se la debe confundir con la perdiz pardilla (Perdix perdix), especie gallinácea también perteneciente a los faisánidos, pero al contrario de la perdiz roja es encontrada en colinas y en la meseta castellana, en cuanto aquella vive en terrenos montañosos por encima de los 1.200m de altitud, particularmente en la región cantábrica, si bien esté presente asimismo en la Europa centro-septentrional donde habita en zonas de ‘llanura’, en torno o a lo largo del río Danubio. Esta especie de perdiz denominada pardilla (también frecuente en la península Ibérica) es la menor de los faisánidos después de la codorniz. Mide apenas unos 0,25/0,30cm de longitud. Es un poco más pequeña que la perdiz roja encontrada preferentemente en España. Su aspecto es de color castaño-anaranjado, así como los flancos de la cola. Cuando despliega las alas presenta unas plumas en forma de barras con franjas marrones, mientras el dorso es pardo-claro. Su plumaje pardo-grisáceo nos muestra manchas blancas en el cuello como las otras especies. Ya en el vientre muestra claramente la mancha característica de color pardo-oscuro. El pico de esta especie es mucho menor que el de las otras perdices ibéricas, de color pardo-mate; las patas son grisáceas. Los ejemplares más jóvenes disponibles en España presentan la cabeza y el cuello totalmente tomados por colores castaños-grisáceos con el centro de las plumas recorrido por una estría leonada, en cuanto la cabeza muestra unas plumas más oscuras de un tono negruzco. La perdiz pardilla es una especie gregaria: en bandadas de 8 a 14 individuos, frecuenta los campos recién sembrados  (otra fuente, anota entre 16 y 25 ejemplares), en medio de rastrojos o dondequiera que encuentre semillas y granos esparcidos por el suelo. Por lo general, su actividad es mañanera (a las primeras horas del día) o a la hora del crepúsculo. Sus hábitats preferidos son los campos o los linderos de prados y campos cultivados, así como bosques y matorrales. A noche se reúnen en bandos protegidas por los ramos de arbustos y matorrales cerrados. Más que ave voladora, la perdiz pardilla es una excelente corredora. En situación de peligro no vuela como las demás especies avícolas, sino que corre desde el campo donde se encuentra hasta el escondrijo en el cercano sotobosque a gran velocidad. Parece que adivina la reacción del cazador, su mayor enemigo en España, y creo en el mundo entero. Otra diferencia clásica de la perdiz pardilla en relación a  otros faisánidos es su carácter monogámico: macho y hembra se juntan en la primavera y pasan el resto del año en familia, en bandadas. El nido es una especie de taza en el suelo -¡ah, que nostalgias de mi tiempo de niño en Prádanos de Ojeda. ¡Qué alegría y encantamiento cuando encontrábamos un nido de perdiz o codorniz en el campo! Al contrario de algunos niños, yo nunca destruí un nido siquiera; mi amor por el campo y la naturaleza comenzó por ese desvelo y cariño por los bichos ya antes de verlos nacidos!  Además de su estilo concentrado, el nido solía estar oculto entre las hierbas altas. Es muy curioso: los polluelos de la perdiz ya son capaces de seguir a la madre al poco tiempo de nacer; los padres les enseñan desde pequeños a buscar el alimento de cada día, básicamente semillas y gusanos. El hábitat ibérico de la perdiz pardilla es normalmente la cornisa cantábrica entera y las montañas pirenaicas, pero se la ve también en todas las regiones europeas: desde las islas Británicas/Islandia hasta la región de los Balcanes/Turquía. Existen dos subespecies denominadas Alectoris rufa hispaniensis (1894) con casi las mismas características (a penas es un poco menor; sólo un ornitólogo es capaz de diferenciarlas), y la Alectoris rufa intercedens  (1858), más oscura y de colorido brillante con pico más grande.          
          Mientras tanto, la perdiz roja o perdiz común (Alectoris rufa) – como dijimos, ave autóctona de la península Ibérica- es una especie eminentemente cinegética que ocupa variados hábitats, incluidos los campos de cultivo donde nidifica y completa la reproducción anual. Es ave gregaria y vive normalmente en bandadas. En nuestros pueblos es ave de verano, encontrada en cualquier paraje. Cuando menos se espera, si se anda por el campo, surge a nuestra frente con aquel clásico alboroto de alas desplegando desde el ras del suelo, sobre todo en arroyos con un poco de humedad. En mis paseos veraniegos, ¡cuántas veces yo topé con estos graciosos animales silvestres!. Incluso, me encontré con un guarda forestal muy cuidadoso y amante de su profesión: a él dedico este recuerdo y homenaje por ser un vigilante atento al cumplimiento y defensa de las aves cinegéticas en mi tierra natal. Infelizmente, la perdiz roja es un ave muy cazada en toda la península Ibérica; en verano, parece que los cazadores se ceban en matarlas. No sé con qué objetivos, pues  actualmente con tantos cebos y venenos extendidos por nuestros campos resulta tremendamente arriscado comer carne silvestre. La perdiz roja es, antes de todo, una especie terrestre; vive en bandadas fuera de la temporada con motivo de la reproducción.  En la época de apareamiento vive en tierras bajas de secano (agrícolas y/o áreas abiertas y pedregosas), y aquí pone sus huevos (oscila entre 12 y 18) en un nido hecho en la tierra aplastada. Su alimento habitual son las semillas y granos, que completa con un suplemento proteico esencial a la especie, los gusanos. Su reclamo característico es aquel trisilábico y monótono ka-chu-chu universal, según opinan los ornitólogos y estudiosos del genero Alectoris. 
        La perdiz roja, especie naturalizada por siglos en el sudoeste de Europa (Francia y España/Portugal), ahora se la ve compitiendo y a veces reemplazada por otra muy parecida con ella, la perdiz griega (Alectoris graeca). Las dos subespecies europeas oscilan entre 0,35 y 0,40cm de longitud por 0,50/0,60cm de envergadura y una cola que no supera los 0,10cm. Se la identifica por la cabeza maciza en la base, un pico de fuerte consistencia y su coloración rojiza brillante. Los ojos muy vivos y saltones están ligeramente rasgados hacia atrás de color pardo-claro. En la nuca, aparece el píleo (tipo sombrero, presente en las aves con plumajes coloridos) de color castaño-grisáceo o, como prefieren otros, gris-vináceo muy subido (¡?). El pecho y la zona superior del vientre son grises con tonalidades pardas; ya las partes inferiores son de un ton amarillo-anaranjado. Por lo general, las perdices tienen coloraciones que alternan los tres colores más frecuentes: blanco, rojo y castaño, ribeteados por líneas negruzcas. Las patas y el pico son también rojos, siendo precisamente en las patas donde más se caracteriza el llamado dimorfismo sexual entre la especie: el macho posee en los tarsos el famoso espolón (una excrecencia  de naturaleza córnea muy común en los gallos); las hembras carecen de esta particularidad o la tienen en un tamaño casi invisible. En algunos casos, las huellas de la perdiz presentan el dedo frontal medio con una longitud casi duplicada en relación a los dos laterales (están separados por un ángulo idéntico), en cuanto el tarso posterior está en la misma línea que el tarso medio. Los machos tienen manchas negras, amplias y brillantes, en el pico y en el collar. Y poseen espolones en ambas patas de aspecto compacto y ancho. Las alas tienen una envergadura de 0,15/030cm o más. A su vez, las hembras tienen las machas negras más reducidas, con el pico y el collar de color negro-mate. No poseen espolones, al menos del tamaño de los machos. Si por acaso alguna especie aparece con esta excrecencia, sólo lo muestra en una pata y tiene un aspecto puntiagudo aunque con cierta anchura en la base. El espolón es simplemente una concreción ósea usada por los machos como defensa; las alas de las hembras son también un poco menores.  
        La perdiz roja es una especie avícola que come todo tipo de alimento (es, por tanto, omnívora), aunque predominan en su comida diaria las semillas y granos de cereales cultivados por el hombre. Según leí en un escrito sobre el tema, su autor aseguraba que la dieta de las perdices está compuesta: ‘a la semana de vida por unos 66% de invertebrados y 33% de semillas y flores. A las 2 semanas, su alimentación se invierte e ingiere un 66% de semillas y flores, y un 33% de invertebrados. A las 3 semanas, cuando se pueden considerar adultos, siguen consumiendo un porcentaje mayoritario de vegetales (97% que se reparte entre semillas, frutos, hojas, raíces y flores; el resto lo aportan los insectos y los líquenes). En realidad, la alimentación de las perdices está  condicionada por la disponibilidad de alimento que, a su vez depende en gran medida del clima y del hábitat existente en el lugar donde habita. Sin embargo, algunas subespecies se alimentan preferentemente de hojas, hierbas verdes de los prados, frutas silvestres… La perdiz –y los cazadores conocen este detalle- suele aparecer con cierta regularidad en las proximidades de manantiales y fuentes de agua, charcas y arroyos (su ‘lugar de siesta’ predilecto), debido a que este elemento natural es absolutamente necesario en su organismo en mayor medida que en otras especies avícolas. Los polluelos, a diferencia de los adultos (machos y hembras) se alimentan sobre todo de larvas de insectos, pequeños moluscos de agua dulce, gusanillos terrestres y pequeñas semillas que encuentran en los campos y consiguen triturar con su pico aún por crecer. Toda la familia, a medida que crece y se desenvuelve, pasa a tornarse cada vez más granívora o predadora de simientes, lo que quiere decir que su alimento principal o exclusivo son las simientes de plantas o granos, y la naturaleza les proporcionó un medio importante, el pico y el organismo adaptados al consumo de granos y simientes ej.: la perdiz, el gorrión, las palomas, los pardales, etc. Estas características alimentarias de las aves granívoras tipo la perdices facilitan su cría en cautividad y con ello un supervivir más largo y tranquilo.   
      Las perdices rojas ibéricas prefieren, según me decía un vecino, lugares pedregosos con monte bajo y tierras de labranza, donde se hacen frecuentes las siembras de cereales de invierno y las leguminosas = plantas leñosas o herbáceas con frutos tipo legumbres y con diversas especies cultivadas por su importancia en la alimentación humana y del ganado doméstico o aplicaciones industriales ej.: el garbanzo, la lenteja, la judía, el guisante etc, y plantas forrajeras ej.: alfalfa, trébol, veza etc. Es una especie sedentaria y se distribuye por toda Europa, principalmente en la península Ibérica, excepto en la cornisa cantábrica. Su hábitat se extiende desde el nivel del mar hasta los 2.500m de altitud. A partir de enero empieza la temporada de apareamiento: el macho prepara varios nidos en depresiones someras o superficiales, siempre con poco tapizado de vegetación. La hembra escoge uno de ellos, anida en el suelo y pone entre 12 y 18 huevos, sub elípticos, lisos, brillantes y coloridos, dispersamente manchados o ‘pintados’. Pone los huevos a intervalos y los incuba en poco más de un mes. La hembra puede hacer dos puestas en nidos diferentes: en este caso, una puesta es incubada por la hembra y la otra por el macho. Los polluelos son nidífugos  = abandonan el nido con rapidez, aunque los perdigones (= los polluelos son insectívoros, consumiendo gran cantidad de hormigas, larvas y gusanos) permanecen unidos al grupo hasta el próximo periodo de cría. Las perdices ocupan un territorio pequeño, de solos 500m², debido a su carácter eminentemente sedentario y el riesgo que supone desplazarse en busca del alimento. Durante el invierno, las perdices emiten un sonido o canto peculiar por la mañana y a la puesta del sol (generalmente en el momento de la dispersión y en el celo amoroso). Un detalle que este bicho inteligente no muda, y es aprovechado por los cazadores contra ella: cuando la bandada se dispersa lo hace en la misma dirección, ya cuando duerme lo hace en lugares abiertos para facilitar la huida. Se desplaza para comer caminando al amanecer y al crepúsculo en cuanto algún individuo vigila alrededor. Beben en charcas cuando las fuentes y arroyos no están en las cercanías. A veces aprovechan el rocío condensado, y al medio día hacen la higiene personal, cuidando del plumaje y tomando baños de arena, una de las actividades (desde la primera hora del nacimiento) que más practica la perdiz: recostada sobre la tierra desnuda, esponja las plumas mientras con el pico, las alas o las patas se echa polvo sobre el pecho, el dorso y los costados.     
     Las perdices, a pesar de ser bastante gregarias -forman parejas, grupos familiares y hasta plurifamiliares-, son aves muy inquietas, nerviosas, asustadizas y tímidas, que se esconden al menor peligro, agazapándose entre la vegetación, demostrando preferencia por los bordes de caminos, cunetas, arroyos y lugares por donde transitan habitualmente personas y vehículos. En marzo, el reclamo de los machos y hembras es continuo en los caminos y campos de Castilla. Es proverbial entre los labriegos el canto de las perdices, ciertamente característico y comparado al sonido de una antigua máquina de vapor. Parece increíble, pero cuando un macho invade el territorio de otro macho, los dos miden fuerzas a través de su canto, tratando cada uno de los contrincantes amedrantar al rival con el canto cada vez más fuerte, en cuanto que se aproximan por entre la hierba. Si el invasor no se retira parten para la lucha física a picotazos y saltos sobre la cabeza y espaldas del adversario para herirlo con los espolones de las patas como hacen los gallos de corral. Generalmente, las consecuencias no son graves, pues el perdedor procura retirarse o escurrirse como puede, y si lo permite el vencedor. El desenlace es un gran finale apoteótico: con más fuerza que nunca, el vencedor de la pelea entona su canto de victoria en cuanto las hembras responden haciendo  coro a tamaña cantoría. Los perdigones o pollitos son tan vivarachos que antes de 24 horas tras romper el cascarón ya están corriendo atrás de la madre corriendo por entre la vegetación con una agilidad sorprendente y ‘extraña’. En la reproducción de la perdiz, la vida corre a mil por hora; no existe pérdida de tiempo. Y desde pequeñines, los polluelos muestran el collar punteado de blanco y negro a los dos lados del cuello, unas rayas de color castaño que los ornitólogos decidieron llamar de chalecos. Desde pequeños tienen un aspecto rechoncho, con alas y cola cortas como los padres (machos y hembras).  
        No sé si ya señalé lo bastante que la perdiz busca terrenos despejados, y vive lejos de bosques densos, aunque de vez en cuando visite las linderas de sotobosques con especies caducifolias (árboles y arbustos que pierden el follaje durante una parte del año, por lo general en el otoño/invierno). En España la perdiz anida con relativa frecuencia en extensos claros del bosque mediterráneo, donde abundan las encinas, los robles y los quejigos junto a tomillos, romeros y brezales, pero su hábitat preferido es sin duda alguna los campos de cereales que le ofrecen comida abundante (semillas y granos). Y aunque se las ve prácticamente en toda Europa, y de modo particular en la península Ibérica,  las perdices son más abundantes en cotos y reservas cinegéticas del centro-sur y levante de España. Las repoblaciones actuales permiten altas densidades en zonas donde antes se cazaba mucho y se impedía deliberadamente su reproducción. En contrapropuesta, la región norte-ibérica detiene bajas densidades, sobre todo en la costa cantábrica desde Galicia hasta los Pirineos.  No obstante, cautelas y precauciones deben ser tomadas en relación a la reproducción de la perdiz, especie autóctona de la península Ibérica, pues las parejas tan sólo consiguen sacar adelante unos 30/35% de las crías incubadas y nacidas durante el año. Los causadores de este lamentable desempeño de la perdiz está en sus depredadores naturales: lirones, culebras, ratones, lagartos, zorros, águilas reales, halcones peregrinos y otras aves de rapiña de mayor envergadura como los azores y gavilanes ratoneros. Y como siempre  -¡hasta con más frecuencia si cabe!- los cazadores que se ensañan en perdices y codornices como recreación por no tener otra cosa que hacer. La mortalidad de la perdiz causada por todos esos factores oscila entre 60 y 65%, pero estudiosos y conservacionistas estiman que más del 40% de esos totales se debe a la caza tanto la regulada como la furtiva –leí que debemos considerar con ‘reservas propias este tipo de afirmaciones’ (¡?).          
   Yo, personalmente, creo que es todo lo contrario: muchas de esas estadísticas están camufladas (tal vez forjadas) en detrimento de las especies silvestres, o sea, los índices de mortalidad casi siempre son mucho mayores en virtud del poder venal de los clubes de caza y sus miembros, ciertamente encobertados por quienes de hecho y de derecho debían cuidad y proteger la fauna local o regional. Y para probar que mi pensamiento no es errático, transcribo lo que nos dice el Cuaderno de Caza, de José Luis Garrido, considerado ‘alma mater’ y maestro en asuntos de perdices (¡?). Su estudio versa sobre el ‘declive de la perdiz roja’ en España. Desde el inicio nos plantea la siguiente cuestión: ‘la existencia de muchas especies predadoras, con alta densidad y con afinidad exclusiva hacia la perdiz, cuya población es muy escasa y, además, se dé en un coto donde haya pocas presas alternativas, será la situación más negativa para la perdiz. El año de 2007, con la plaga de topillos, fue un año de excelencia perdicera en Castilla y León, porque rapaces y cánidos tenían asegurada la comida sin moverse de un corro y sin necesidad de espiar a las perdices’. Siendo verdadero, el razonado me parece correcto, pero al final del estudio él mismo reconoce: ‘espero recupere parte de las perdices que se llevaron las incongruencias acumuladas de todos los que las manejamos, condicionamos y agredimos. Esperemos este año y en el futuro un trato más racional’. La conciencia parece pesar un poco, porque en el futuro nuestro paisano castellanoleonés espera no agredir (¿matar?), y tratar a la perdiz con mayor racionalidad, porque hasta la hora presente pocos cazadores lo hacen. ¿Será que algún cazador, por casualidad, piensa en eso? … De ahí valer mucho el trabajo de la UNAC = Unión Nacional de Asociaciones de Caza, pidiendo socorro al Ministerio de la Agricultura, o sea,  medidas enérgicas contra cazadores furtivos y también labradores que están acabando con ‘la reina de la caza menor’, nuestra hermosa y encantadora perdiz roja. De no hacerlo ‘no solo acabará con las últimas poblaciones salvajes de la perdiz roja, sino que acabará también con gangas, terreros, sisones o avutardas que presentan en España las últimas poblaciones silvestres de Europa’. SOS Perdiz exige, por tanto y con razón: ‘Europa debe parar esta sangría que en las últimas dos décadas está minando a pasos agigantados nuestra riqueza ecológica y natural’. En 2006, la UINC listaba a la perdiz en la categoría preocupación menor (LC). ¡He dicho!