La historia de Amaya = primitivo
condado de la actual Castilla La Vieja -esta región llegaba hasta Palencia, Carrión y Saldaña al oeste (foto)-,
se encuadra dentro de un contexto histórico importante: Alfonso III (848-910), llamado el Magno, hijo y sucesor de Ordoño I y de su esposa, la reina Nuña, fue el último rey asturiano y primero
de León. Llevó a cabo una fuerte actividad repobladora acogiendo importantes inmigraciones
mozárabes. Además, consolidó el río
Duero como frontera meridional del reino astur y dio continuidad a la repoblación de los territorios fronterizos iniciada por
su padre. En 878, envió también tropas al norte de Portugal reconquistando
Oporto y Coímbra, y alargando la frontera sudoccidental de su reino hasta el
río Mondego. Con las fronteras
ampliadas, numerosos inmigrantes llegaron de toda la Península en busca de
aquellas tierras [libertadas]. A partir de este momento, el reino de Asturias
se engrandeció de forma espantosa (‘majestuosa’,
dicen los anales) y mostró al mundo medieval sus extensos territorios de gobernanza.
In continenti, se trasladó la corte
de Oviedo a León, oportunidad esta aprovechada para dar a conocer el ‘reino de
León’, y así proceder a su división en
Asturias, Galicia y León. Alfonso III realizó un enorme trabajo expansivo del
reino en todas las frentes, y ayudó a cuantos rebeldes andalusíes se opusieron
al dominio de Córdoba.
Durante todo ese tiempo, Amaya permaneció capital del condado cántabro,
tanto en el gobierno de don Rodrigo como en el de su hijo y sucesor, Diego
Rodríguez el Porcelos. No olvidemos que la ciudad de Amaya fuera ocupada por
Leovigildo cuando este incorporó a su reino la insumisa Cantabria (574). En la
época, Amaya ya era la capital del
ducado, pues hacia ella marchó Tarik en su campaña de aceifas (años 711/712).
Los caudillos árabes dirigían sus fuerzas ante todo hacia las capitales de los
ducados o provincias visigodas. Según la Crónica
de Alfonso III, Tarik conquistara realmente Amaya, capital de Cantabria = una de las ocho provincias del
reino visigodo. Posteriormente, Alfonso y Fruela retomarían por la guerra algunas
ciudades perdidas como Amaya, Saldaña y Mave/Palencia (a escasos 11 kilómetros de Prádanos), entre muchas
otras ocupadas por los árabes en los años de la reconquista. Las Crónicas (739-757) narran que el pequeño
reino nacido en Covadonga/Canga de Onís se transformó en un gran territorio que
se extendía ‘por la casi totalidad de la
cornisa cantábrica, englobando toda Galicia al occidente y Álava con parte de la Rioja al oriente. Además hizo
retroceder los asentamientos musulmanes hasta la vertiente sur de la Cordillera
Central. Dentro de las fronteras del
nuevo reino de Asturias quedará comprendida la totalidad del territorio del
futuro condado de Castilla’. En las Crónicas
árabes, el topónimo Galicia comprende no sólo la Galicia actual, sino también la mayor
parte de la cuenca del río Duero y sus afluentes – entre estos, el río Pisuerga
y el Arroyo Grande de Prádanos.
Aún cabe resaltar la importancia de este texto
concluyente: don Pelayo fue el caudillo que inició la rebeldía contra el poder musulmán y el que organizó el
núcleo de resistencia asturiano; ya Alfonso I fue el que configuró el reino
astur con sus fronteras, desde Finisterre hasta Guipúzcoa [pasando por
Amaya], y como un baluarte de resistencia
a lo largo de toda la cordillera cantábrica con un desierto protector delante de sí por más de 250km de profundidad.
Tratase de ‘una zona defensiva y de
barrera, una especie de cinturón de desiertos’, en expresión del historiador
portugués Alexandre Herculano. La Crónica
de Albelda dice textualmente: Alfonso I ‘desertizó, hasta el río Duero los Campos que llaman Góticos y amplió
el reino de los cristianos’. También las crónicas musulmanas hablan de las
repoblaciones meridionales del reino astur: Astorga y León (854), Amaya (860),
Sepúlveda y Salamanca (940). De hecho, no hay un sólo documento castellano o
leonés en que se alegue la presencia de sus antepasados en las tierras de
Castilla y de León antes de la llegada de los repobladores, ni reclame derechos
de propiedades anteriores a esa repoblación. En cambio, son cientos los
otorgantes o testigos que hacen remontar sus derechos sobre la tierra a los
asentamientos de estos primeros repobladores que ocuparon aquellas tierras yermas y abandonadas.
La primera mención al nombre Castilla aparece en crónicas musulmanas:
‘se apoderó [Fruela I (722-768)] de Lugo, Oporto, Salamanca, Zamora, Ávila,
Segovia y Castilla que formaban parte
de Hispania. Este texto prueba la existencia de Castilla ya en el siglo VIII. Pero los historiadores se preguntan: ¿qué
Castilla es esa? Muy probablemente se
trata de los condados de Amaya y Álava (parte de los territorios riojanos). Sin
embargo, un escritor argumenta: de
Castilla en los años anteriores a 789 lo ignoramos todo, así como sus posibles
condes o imperantes. En realidad, el nombre de Castilla sólo aparece después de las campañas del emir Hisham I (788-796),
cuando hubo una necesidad urgente de erigir innúmeros castillos para defensa y
refugio contra las insistentes incursiones del enemigo musulmán, castillos eses
que darían nombre a la región: Castilla o
Los Castillos (en árabe, al-Quila). Además,
los ataques árabes se dirigieron casi siempre ‘contra las tierras de Álava y Los Castillos, que por la tercera vez
en cuatro años tuvieron que sufrir el
duro azote de la guerra’. En 801,
Abu Utman, penetró en Castilla hasta la zona del Pisuerga (Palencia, Carrión y
Saldaña) donde resultaría herido; en 802, el nuevo gobernador, Amrus ibn Yusuf,
atacó a los cristianos en Pamplona, Álava y Los
Castillos - entre estos estaba el de Amaya… En repetidos episodios, Álava y
Los Castillos se presentan como una
unidad geográfica e histórica, diferente de Pamplona y Amaya. Y por ser la primera
línea del reino astur fue objeto de muchas aceifas, visto que las huestes
enemigas accedían fácilmente por el
valle del Ebro [poblado e islamizado hasta Nájera].
En la historia, Amaya aparece también asociada
al nombre de Vardulia, cuando se pesquisa la antigüedad de Castilla. Entre las
comarcas repobladas por Alfonso I (739-757) surge ‘Bardulies’,
una región que después del año 883 se llamará Castilla; su centro geográfico y capital regional estuvo en Amaya. El
nombre de Vardulia, en la Crónica de
Alfonso III, corresponde a la parte meridional de la Cordillera Cantábrica > montañas de
Burgos y Palencia donde se forman los ríos Ebro y Duero, respectivamente.
Tratase de una denominación gentilicia del pueblo prerromano conocido como várdulos, con carácter pastoril y
seminómada, asentado en las montañas cantábricas > resultó de una
inmigración causada por presiones vasconas, pues ocupaban las actuales
provincias de Guipúzcoa y Álava > área geográfica limitada al este por los
ríos Urumea y Deva, y al oeste por el enclave y condado de Treviño. Las
durísimas aceifas desencadenadas por los emires de Córdoba obligaron a esas
comarcas a erizarse de castillos; más tarde (siglos XIII/XV) se constituirían en
merindades, siendo Burgos la Merindad Mayor y su capital.
Aquí cabe abrir un paréntesis sobre el
término Merindad Mayor porque nuestro pueblo comenzó a tener visibilidad histórica a
partir de esta división administrativa (siglo XII). La Merindad
Mayor de Castilla a la cual estuvieron asociadas 20 merindades menores –
entre ellas, la de Monzón (3ª), de la cual Prádanos de Ojeda y San Jorde formaron
parte integrante – correspondía a una de las grandes demarcaciones
territoriales del reino/corona de Castilla; a su frente estaba un delegado regio
o Merino Mayor (siglos XIII/XV). Al
desaparecer el condado de Castilla (711-1038) -se incorporó al reino de León en
la persona de Fernando I (1016-1065)-, los antiguos territorios se estructuraron
en nuevas demarcaciones administrativas con el nombre de merindades > un oficial real o merino regía estas demarcaciones. Históricamente, las merindades se dibujaron en tiempos del rey Alfonso VII (1126-1157) y
se perfilaron en el reinado de Alfonso VIII (1158-1214); esta división territorial
(merindades mayores y menores) continuará vigente hasta 1833. En el Becerro de Behetrías de Castilla (1352) -a
él ya nos referimos en otro apartado-, figura la Merindad Mayor de Castilla, con capital en Burgos – se extendía por
casi 40 mil km², entre el rio Cea y reino de Navarra (E/O), y el mar Cantábrico
y el río Duero (N/S) > comunidades de
Villa y Tierra. Comprendía en su totalidad las actuales provincias de
Cantabria y Palencia, así como la mayor parte de Burgos y Valladolid, y
territorios limítrofes de Asturias, León, La Rioja, Soria y Álava. La Merindad
Mayor era subdividida en 20 merindades menores, una de ellas recibía el
nombre de Merindad de Burgos con río de
Ubierna, donde residía el Merino Mayor; Guipúzcoa, una merindad menor, pasó
a Merindad Mayor en 1335.
El Merino
Mayor ejercía la jurisdicción real sobre
las 20 merindades menores integradas en la Merindad Mayor de Castilla, aunque el Becerro de las Behetrías cita a penas 15 merindades menores. No
constan Logroño, Bureba, Rioja/Montes de Oca y Allende Ebro/Álava; Guipúzcoa,
la 20ª merindad menor, fue Merindad Mayor
a partir de 1335. Y como dijimos, esta división administrativa persistirá hasta
el siglo XVIII cuando es substituida por una nueva división tipo borbónico, ahora
basada en provincias, intendencias y partidos. La extensión del régimen
señorial y la generalización de los corregidores acabaron por eclipsar la
figura medieval del merino. En 1502, Castilla se dividió en dos partidos, con sus respectivos Alcaldes
Mayores: Burgos (Campoo, Villadiego, Castrogeriz, Candemuño, Santo Domingo de Silos, Río de
Ubierna, Montes de Oca, Bureba, La
Rioja, Logroño y Nájera) y Campos (Liébana/Pernía, Saldaña,
Carrión, Campos, Monzón, Cerrato e Infantado de Valladolid).
En
los términos de la actual provincia de Palencia¹
existieron 7 merindades menores: (1) Cerrato,
capital Palenzuela = 56 poblados y 56 despoblados (2.200km²); (2) Monzón, capital Monzón de Campos = 75 poblados y
22 despoblados (1.328km²). A penas 70km separan Prádanos de Ojeda y Monzón de
Campos. Sobre esta localidad, nada se sabe a lo cierto ¿cuando ocurrió su
fundación? En 906 ya existían allí dos castillos importantes, y pertenecía al
obispado de León. En pocos años se transformó en el condado más poderoso de la Tierra de Campos, gracias al imperante conde
Ansur Fernández. Este conde fue hijo de Fernando Ansúrez, quien había
desempeñado por nombramiento real el poderoso cargo de conde de Castilla y de
Burgos a lo largo del siglo X (entre 916 y 929). La importancia e influencia de la familia Ansúrez llegan al máximo
esplendor cuando Teresa, hermana de Fernando Ansúrez, se casa con Sancho I, el Gordo, rey de León (935-966). La familia Ansur o Ansúrez fue
repobladora de la zona llamada ‘Montes de
Oca’ (Burgos) = paso natural entre los valles riojanos y la meseta
burgalesa. Por aquí pasaban los peregrinos que demandaban el Camino de Santiago; deberían atravesar
el sistema Ibérico de montañas y superar el Puerto
de la Pedraja (1.150m). En el reinado de Sancho I, la familia Ansúrez llegó
a ostentar los dos cargos [conde de Monzón y conde de Castilla]; (3) Campos Góticos, capital Palencia = 50
poblados y 21 despoblados (1.852km²); (4)
Carrión, capital Carrión de
los Condes = 78 poblados y 41
despoblados (1.475km²); (5) Saldaña, capital Saldaña = 153 poblados y 42 despoblados (2.106km²); (6) - Campoo/Los Valles, capital Aguilar de
Campoo = 133 poblados y 22 despoblados (1.379km²) y (7) Liébana/Pernía , capital Cervera = 116 poblados y 15 despoblados
(1.296km²).
¹ Estas merindades
menores ultrapasaban los actuales términos de provincia, o sea, avanzaban sobre
las provincias limítrofes de Burgos, León, Valladolid y Cantabria,
respectivamente Además, a partir de 1352, seis pequeños cotos territoriales se
habían segregado de sus merindades correspondientes ej.: Santo Domingo de Silos
se tornó un coto abacial por orden
del rey Fernando I. San Domingo (monje) emprendió entonces una magnífica obra
románica (1073). Hoy sólo restan los claustros y la puerta de las vírgenes, del
antiguo monasterio de Silos. La fama de santidad del abad y su canonización
atrajeron miles de peregrinos a este lugar, ligado a la historia del Cid Campeador = Rodrigo
Díaz de Vivar y su esposa Jimena.
En
todas estas particularidades, sobresale el nombre de Castilla. En un diploma
(836) se habla de Cardiel y Villela, dos villas situadas en Castilla, cuya
ubicación exacta no se conoce hasta hoy. Un segundo
documento (el diploma Emiliano)
cita el gobierno del conde don Rodrigo, señor de Amaya (836), cuando utiliza
los términos Álava y al-Quila (Los Castillos, en español).
Y más aún: Álava, a partir del año 781 aparece casi siempre unida a Los
Castillos = uno de los más importantes y estratégicos fue la Peña de Amaya.
Pero una cosa es cierta: todos los cronistas que escribieron en árabe designan
sin excepción a Castilla con el nombre
común de al-Quila = Castilla, y no
como pretenden otros con el nombre de Qastiliya,
que alude a una tribu bereber del norte de África, supuesto asentamiento en
tierras del Alto Ebro. Así, todo apunta que el nombre de Castilla tuvo origen
en los numerosos castillos, fortificaciones o torres defensivas para hacer
frente a las investidas del enemigo musulmán.
El
condado de Castilla (711-1038) vivió tres etapas de gran importancia:
1º -
afianzó las fronteras en el valle del Ebro, al este, en colaboración con el
conde de Álava, Vela Jiménez. Este valle riojano servía de puerta de entrada para las razias
(investidas) musulmanas contra Álava y Castilla. Así, tras la victoriosa
campaña contra Albelda/La Rioja (859)
- fortaleza del emir Banu Qasí Muza-, asturianos, alaveses y castellanos pasaron
a controlar numerosas fortalezas alrededor. Desde entonces, Amaya se vio libre
de las incursiones árabes. Y aunque los hijos de Musà II realizaron varias aceifas
contra estas tierras, no consiguieron reconquistar sus antiguos territorios: cuando
los árabes tentaron remontar el Ebro y atacaron Cellorigo, Vela Jiménez
resistió al ataque; y cuando avanzaron contra Pancorbo, Diego Rodríguez también
resistió. Sólo consiguieron entrar por
algún tiempo a través de las orillas del
río Arlanzón que aún no estaban suficientemente organizadas: Bermudo Núñez, por ejemplo, se vio obligado a abandonar la defensa de Castrogeriz. Inmediatamente,
Alfonso III ordenó a Diego Rodríguez Porcelos (884), que levantase una
fortificación en el cerro de la margen derecha de aquel río, en Burchia (actual Burgos).
2º -
también entre los años 873 y 885 se efectuó la repoblación definitiva en la ciudad de Oca, antigua Auca Patricia (Burgos), de importancia estratégica y sede episcopal
de realce, en la época visigoda. A su alrededor siempre hubo muchos poblados y fortificaciones aunque no fueron organizadas
por los reyes astures, y sí por abades y magnates o condes. La vida monástica
fue muy activa en estos parajes;
3º -
la expansión inmigratoria fue intensa en
las orillas del río Arlanzón: los anales castellanos indican el año 882 para
las repoblaciones de Ubierna, Burgos, Castrogeriz (antiguo Castrum Sigerici visigodo) y
Villadiego = fortificaciones organizadas por el conde de Amaya, Diego
Rodríguez Porcelos; con él la zona tuvo amplio desarrollo. Este personaje
-según se cree- tuvo un final triste y oscuro. Según se cree se envolvió en una revuelta contra Alfonso III, y fue ejecutado sin más contemplaciones (885).
Sobre Vela Jiménez, conde de Álava (870-883), unido a la familia reinante en
Pamplona, poco sabemos. Pero está fuera de duda que esas tierras eran de
soberanía asturiana, conforme un diploma de Jaca (867). En esta época, Alfonso
III se aproximó del reino navarro, antaño enemigo y aliado del emir Banu Qisá.
Incluso se casó con Jimena, de la familia navarra Jimeno; el conde de Álava pertenecería
a esa familia. Después de la tomada de Cellorigo, gobernó el territorio a mando
del rey astur;
Por otro lado, importa resaltar: los
últimos años del reinado de Alfonso III fueron marcados por cuatro hechos significativos para los
condados de Amaya y Vardulia =
territorios formadores del futuro reino de Castilla:
a) el avance cristiano hacia el sur se detiene
por un tiempo, a fin de proceder a una mejor organización territorial y
defensiva, aunque la inestabilidad provocada por varias rebeliones, incluso de los
tres hijos del rey, marca mucho más el momento histórico. Banu Qisá (y su
familia) aún continúa siendo el enemigo externo (único) que amenaza la parte
oriental del reino astur. En esta época, tanto Vera Jiménez (Álava) como Diego
Rodríguez (Amaya), contienen los avances
sarracenos y, en seguida, saquean los territorios riojanos en poder de los
árabes. Alfonso III entró en la fortaleza de Grañón (899) = último pueblo
del Camino de Santiago en La Rioja;
b) forzado por tensiones internas y
externas, Alfonso III se ve obligado a dividir el reino asturiano entre sus
hijos: a Ordoño II entrega Galicia; a Fruela II, el núcleo primitivo de
Asturias; y a García I, los territorios foramontanos de León y Castilla. Hubo
muchos descontentamientos y rebeliones, incluso del conde de Amaya, Bermudo
Nuñez (909). Esta rebelión se vería apoyada por los hijos y la mujer de Alfonso
III, obligando al rey asturiano a abdicar y retirarse a Bortes (actual Puelles/Asturias). Aún tuvo tiempo de ir como
peregrino a Santiago de Compostela y,
con permiso de su hijo García, enfrentó una vez más a los musulmanes en los
alrededores de Zamora, donde murió (910);
c) con la muerte de Diego Rodríguez
Porcelos, conde de Amaya (885), ninguno de su linaje o de cualquier otro rango
ocupó la dignidad condal. Los documentos encontrados sólo hablan del rey
Alfonso III, que no quiso nombrar a nadie por temer alguna secesión en la zona
más alejada del reino. En 882, aparece como conde de Castilla y también de
Amaya, Munio Nuñez, presunto gobernante del condado castellano, cuyo territorio
se extiende hasta Brañosera/Campoo (Montaña Palentina), pasando por las
fortalezas de Amaya y Castrogeriz. Su hija Munniadonna o Nuña se casó con García
I, rey de León y Castilla: tratase de la familia más poderosa de Castilla en aquel
momento;
d) en esta época, nuevos vientos soplan
sobre el condado de Amaya, ahora casi olvidado y mermado en sus dominios. Ascienden al poder el conde Gonzalo Téllez,
dueño de Lantarón, Pancorvo y Carazo (897), con dominio sobre los
territorios que van desde el río Nervión
(límites provinciales de Burgos/Álava) hasta la Sierra de la Demanda (límites provinciales de Burgos/La
Rioja/Soria). También asciende al poder Gonzalo Fernández, nombrado conde de
Burgos (899), con dominio sobre los territorios entre el río Arlanza y la zona
de Espinosa/Escalada (norte de Burgos). Años más tarde, en 913, se recuperó la
importante fortaleza sarracena de Grañón, ahora en definitivo. Después de estos
acontecimientos, brillarán las estrellas de los tres condes citados arriba.
El conde de Amaya, Munio Núñez
y su mujer Argilona, aparecen con frecuencia en la corte de León junto al rey
García I (910-914): participa de los nuevos impulsos expansivos en dos
frentes: una, en dirección al río Duero,
y la otra en dirección al punto de
convergencia de navarros, musulmanes y leoneses, al este del reino.
Después, desaparece de escena; a penas
le vemos en su solar, Amaya = lugar
desde donde emprendió la repoblación de Castrogeriz.
Don Gonzalo Téllez, conde de
Lantarón, Pancorvo y Carazo -comarcas entre Burgos, Álava y la Rioja- llevó a cabo varias expediciones militares
con vistas a ampliar sus territorios en la cuenca del Alto Ebro. Levantó
castillos, repobló la región de Osma y Grañón, avanzó con sus tropas por los
valles del río Oja, y sometió las poblaciones musulmanas de Nájera y Calahorra.
Como el anterior, frecuentó la corte del rey García (910-914). En la conquista
de Arnedo, tuvo que abandonar la expedición y llevar al rey de vuelta a León,
pues este enfermara gravemente durante
la batalla. Años después, las tropas de Ordoño II y Sancho Garcés fueron fragorosamente
derrotadas por los árabes en Valdejunquera/Pamplona
(920). Por este descalabro se culpó a los condes castellanos; no tendrían acudido
a tiempo al combate. Convocados por el rey leonés, les apresó, encadenó y
mantuvo en cautiverio. Entre esos condes, estaba Gonzalo Téllez: a todos ellos les
desposeyó de sus bienes, títulos y tierras, entregándolos a Fernando Díaz,
probablemente hijo de Diego Rodríguez el Porcelos, señor y conde de Amaya.
También en esta época brilló la estrella de Gonzalo Fernández, conde de Burgos y de Castilla (899-915), señor
de Lara y de Amaya, punto de partida de la familia Lara, la más ilustre de
Castilla. Enfrentó a los moros, extendió sus dominios hasta el río Arlanza, aparece
en asambleas de magnates y nobles antes de la derrota de Valdejunquera (920);
está además asociado al monasterio de
San Pedro de Cardeña, la institución monástica más influente en Castilla
juntamente con el monasterio de San Domingo de Silos. Ya en 912 llevara la
expansión castellana hasta las orillas del Duero repoblando la región de Gormaz
y Haza. Fue nieto de Munio Núñez (conde de Amaya) y padre de Fernán González = conde de Castilla y Álava.
La historia personal de Fernán González (910-970), conde de
Castilla y de Álava, está revestida de glorias y leyendas, pues este magnate castellano constituyó un
poderoso linaje que alcanzó gran influencia política -la base patrimonial de la familia fue el
castillo de Lara/Burgos- en los reinos de Castilla y León. En 929, ya aparece
al frente del alfoz de Lara y conde [‘imperante’] de la parte oriental del
reino leonés, llamada Los Castillos.
En esta condición organiza expediciones contra los musulmanes (tuvo papel de
destaque en Magerit/Madrid y Simancas), llevó repobladores a zonas extremamente
peligrosas, actuó cada vez más con independencia frente al reino de León,
y reafirmó esta geopolítica autonomista
al casarse con Sancha (hermana del
rey de Navarra, García Sánchez). En ese
medio tiempo, ocurre un hecho que llega
de modo indirecto hasta Prádanos de Ojeda. Fernán
González es agraviado por el rey Ramiro II de León al nombrar a su ayo y protector, Ansur
Fernández, como conde de Monzón. Este condado y su estratégico castillo bloqueaban
la continua expansión y repoblamiento de Castilla hacia los territorios entre
los ríos Cea y Pisuerga, al oeste, incluido el poderoso condado de Saldaña.
Como venganza, él y Diego Muñóz = de este conde se dice que ‘reinaba entre Zamora y Castilla’, y
había casado a su hijo, Diego Muñóz, con
Nuña, hija de Fernán- tramaron
contra Ramiro II (944), quien en contragolpe felino los colocó presos con
hierros y los echó a la cárcel. Libertados, fueron obligados a jurar fidelidad
al rey; Fernán a contra gusto casó su hija Urraca con Ordoño III, hijo y
heredero del reino. Un arabista francés sospecha que Fernán González estableció
algún tipo de alianza con el califa de Córdoba, visto que las razias
cordobesas dejaron en paz a la debilitada Castilla, y se dirigieron a la parte
occidental del reino.
Su fuerza y influencias no sufrieron
menoscabo a pesar de todas estas complicaciones. Al contrario, después de una
tregua con el califa de Córdoba, Al-Hakán II (961-976), que destruyó Calahorra/Logroño y San Esteban
de Gormáz/Soria –‘una de las poblaciones con más historia y leyenda del reino’, con
situación estratégica a las orillas del Duero-, Fernán González actuó al margen
de la debilidad real y desorden imperantes en la época. Procuró asegurar su
posición como señor [hereditario] del condado de Castilla, llegando a gobernar
un extenso territorio (casi 40 mil/km²), desde el mar Cantábrico hasta las
estribaciones de Guadarrama y Somosierra. Dejó a su hijo García Fernández
(938-995) la sucesión hereditaria de lo que sería el reino de Castilla. Su vida
y gestas guerreras fueron enaltecidas y consagradas en un canto épico, el Poema de Fernán González (1271). La
Historia ha reservado a este personaje un lugar especial y, tal vez por eso, le
tenga otorgado el título honorífico de El Buen
Conde.
El poema termina con estos versos: ‘quiso Dios al buen Conde hacer esta gracia: /
ni moros ni cristianos le pudieron
vencer’. Tras su muerte, García Fernández, hijo y heredero, sigue
reconociendo la superioridad jurídica del reino leonés, pero actúa con plena
autonomía administrativa en su extenso territorio. Para hacer frente al poderío
musulmán amplió la base social del condado de Castilla y promulgó a ley de las ordenanzas = equipara los
caballeros villanos a los infanzones;
quien dispusiese de un caballo para la guerra era equiparado automáticamente
con los nobles de 2ª clase. La historia le pinta como el de las manos blancas, pero al contrario de lo que se pueda
imaginar fue un gran guerrero. A final, como indican los anales, ‘luchó contra el mejor capitán de su tiempo [Almanzor]
y uno de los mayores genios de la guerra’.
Y para finalizar, otro recado para nuestro pueblo a través del conde de Monzón:
en 974, entran juntos de nuevo en el
palacio Madinat al-Zahara [en Córdoba]
los enviados de García Fernández y de Fernando Ansúrez [conde de Monzón]. Tienen
la misión de observar el desenvolvimiento de la política cordobesa’.
En verdad, los caudillos de la reina Elvira (su hija), los del condado de
Monzón y los de la casa de Lara, habían olvidado antiguos resentimientos; ahora
se tornaban amigos y expedicionarios contra las huestes musulmanas. La prisión
en manos sarracenas y la muerte violenta de García Fernández fueron las dos
noticias que más impresionaron a sus
contemporáneos. Tal vez porque la captura de García Fernández no fue en ninguna
campaña contra Almanzor; antes fue el resultado de un choque fronterizo
puramente casual. Un breviario antiguo de Cardeña dice: ‘fue preso y lanceado, y al 5º día se murió; los moros le llevaron a Córdoba y después le trajeron a
este convento de [San Pedro de Cardeña]’. Así terminó el gran caudillo
castellano, hijo y señor de Amaya.