sexta-feira, 5 de julho de 2013

PRÁDANOS DE OJEDA - geografía de La Ojeda (1)



                    
          
Comienzo mi apartado de hoy con un texto de Manuel Revuelta González, académico de la Institución Tello Téllez de Meneses – prestigioso centro de estudios con sede en Palencia (desde 1949). Esta institución fue constituida en honra y dedicación a don Tello Téllez de Meneses, un renombrado, poderoso y compenetrado obispo de Palencia en la Edad Media (1208-1247). Hasta hoy resuenan insistentemente las palabras de aquel académico en mi entendimiento desde su publicación (2004): ‘La Ojeda tal vez sea la comarca más necesitada de apoyos culturales, pues es la mas desconocida. Otras comarcas como La Montaña Palentina, La Valdavia, La Tierra de Campos y El Cerrato son zonas más amplias y nombradas. A su favor tienen, respectivamente, el encanto de las cumbres o de los pantanos del norte, la columna vertical del río Carrión, o el Camino de Santiago. Los valles de la Ojeda, en cambio,  quedan en una zona de transición, entre la Valdavia y el río Pisuerga, entre la Montaña y la Tierra de Campos’ (cf. Boedo-Ojeda y Ribera, de Roberto Gordaliza). Está claro para todos sus habitantes, sobre todo para aquellos que son más leídos, que La Ojeda tiene una personalidad geográfica e histórica diferente. A final, sus tierras intermedian las cumbres de los Picos de Europa/Montes Cantábricos y las llanuras a perder de vista de la Tierra de Campos. La Ojeda/Boedo y La Valdavia/Vega de Saldaña son comarcas palentinas de suaves cerrillas (colinas) onduladas que a veces hacen justicia a su dulce toponimia de maravillosos mirantes o miradores, especie de tejadillos o balcones, desde donde se pueden ojear o contemplar y admirar los campos cerealísticos al sur de su geografía. Son valles amplios y pratenses que recogen las aguas de algunos ríos cortos, estrechos  y de caudal escaso, a veces separados por páramos, terrenos sarpullidos de oteros y collados, surcados de múltiples arroyos y riachuelos ej.: los tres riachos de Prádanos de Ojeda (¡ciertamente, en otros tiempos!),  también tachonados de praderas, sotobosques y tierras de cultivo casi siempre de cereales (trigo, cebada, avena, etc) y hortalizas.      
     Y no sólo la geografía de la Ojeda y comarcas hermanas (Boedo, Valdavia y Vega de Saldaña) son tierras de transición; su historia vivió a lo largo de los siglos un vaivén intenso entre la Tierra de Campos al sur y la Montaña Palentina al norte. Son tierras que nos hablan de repoblados al amparo y protección de castillos medievales como Carrión, Orbaneja, Bur, Amaya, Aguilar, etc, relegados al olvido cuando la reconquista Ibérica marchó en la dirección  de Toledo, Valencia, Sevilla, Múrcia, Algarve… Esas comarcas no sólo nos muestran castillos o fortalezas en defensa de las tierras castellanas y su vasallaje, sino también monasterios e iglesias que nos impresionan hasta hoy por sus edificaciones románicas y artísticas ej.: San Andrés de Arroyo, Santa Eugenia de Cozuelos, iglesias como las de Prádanos de Ojeda, Perazancas y Moarves, numerosas ermitas entre las cuales se destacan algunas actualmente en ruinas como la de San Jorde de Ojeda. Todas ellas conservan aún en nuestros días sus puertas, espadañas, pilas bautismales, etc. después de tantos siglos  de vida, renovación  y remiendos.
         Sí, La Ojeda aún conserva su belleza primitiva, retratada en muchos libros, diccionarios y escritos menores, pero siempre vivos como testimonios o testigos de un pasado glorioso. Como diría nuestro académico, Revuelta González,  a través de ellos vemos la contextura de las poblaciones, sometidas al vasallaje de señoríos eclesiásticos o civiles, que imponían varios tributos y servicios’. Para quien desea asomarse a esos viejos libros o manuscritos (sacramentales, obras pías, cofradías, etc) en busca de ‘buenas informaciones’ nada mejor que recorrer siglo por siglo las vicisitudes y transformaciones de nuestros pueblos cuya base y actividad económica sigue siendo prácticamente la misma de otrora. Un ejemplo bien visible es Prádanos de Ojeda. Recojo las palabras de nuestra obra de consulta, un artículo editado en El Debate (1912) – periódico fundado en Madrid en 1910 y finado en 1936: ‘al acercarnos a Prádanos de Ojeda empezamos ya a ver por todo el campo numerosos labradores con todas sus familias y obreros dedicados a la recolección de hermosas y abundantes patatas. Prádanos es el  pueblo principal de la comarca llamada Valle de La Ojeda, compuesta de unos 27 pueblos dedicados al cultivo de la patata de la que se envían innúmeros trenes a Barcelona, Bilbao, Madrid y otros grandes centros [de España]’.  En realidad, el plantío de la patata – hoy (2012), ajos y remolacha- siempre fue una oportunidad económica para todos los pueblos de La Ojeda. Infelizmente, el descenso demográfico a partir de los años 1960 afectó peligrosamente estas comarcas palentinas, atravesadas por valles, páramos y viejos caminos (carreteras). En versos de Laurentino Mª Herrán, diremos a todos nuestros lectores on-line:

Aquí fue, tierra santa la que pisas…
Aquel otero,
Ruinas apenas son de ¿qué castillo?
Amparo de un alfoz que llevó el tiempo,
Con sus calles y plaza… un despoblado
Que se llamó…
¿Dónde están los vecinos y sus voces,
Los geranios, los niños, los aleros,
Nidos de golondrinas, los ancianos
Buscando en los otoños la solana
Mientras el campo araban los labriegos?
[…] Era entonces Castilla la señora,
La que surcó orgullosa los océanos
Sembrando nuestro nombre
En tierras vírgenes [y lejanas],
Que en castellano aún trenzan sus rezos.
Era Castilla, ahora despoblados
Que marcarán el mapa de un desierto.
      
O estos otros versos de Fermín López, un hijo de Báscones de Ojeda, que recuerda con saudades las orillas del Boedo, su agua bulliciosa, los muros lavados por el río, su tierra natal a quien llama mi noble pueblo – Báscones querido. Palabras que cada uno de nosotros podríamos repetir, con orgullo y honra, desde siempre, cuando nos acordamos de nuestra tierra natal:


Lejos de ti, aún oigo tu campana.
La voz de don Silvano; las esquilas,
La risa y el jolgorio en la solana;
A los amigos que rompieron filas,
A los que alumbra el sol cada mañana…
A la escuela clavada en mis pupilas.
         Entre tanto, y a pesar de cualquier contradicción encontrada en las consultas bibliográficas, no nos olvidemos de una cosa importante: la geografía y la historia de La Ojeda continúan siendo referencias inolvidables para todos sus hijos y visitantes, porque ahí encontraremos un tesoro infinito y tal vez desconocido: son iglesias y ermitas casi olvidadas, datos históricos de cada pueblo visitado, raíces lejanas de un pasado de añoranzas y buenos presagios.  La iglesia parroquial de Prádanos de Ojeda es un ejemplo emblemático de toda esta riqueza milenaria. Yo, personalmente, no me olvido de ella, ni de su patrón san Cristóbal: el papel de pared de mi ordenador estampa la imagen de este santo católico, eximio protector de caminantes y peregrinos, aquellos personajes que dejaron sus tierras nativas para tornarse viajeros y ciudadanos del mundo. La iglesia parroquial de Prádanos -algo apartada del pueblo, y ubicada sobre una pequeña colina a que llamamos cerrilla (foto)- es una construcción sólida, de sillería y mampostería, con tres grandes naves y tres capillas, cuyo patrón y protector es san Cristóbal, el gigante cananeo de Licia (Turquía). Su torreón, la entrada y la bóveda de crucería,  llaman de inmediato nuestra atención por sus portes mayestáticos, así como el retablo neoclásico con un Cristo gótico del siglo XIV. Posee también un ‘altar de ánimas’ firmado por Zenón Herrero y Pérez (+1903), discípulo del famoso pintor español José Casado del Alisal (1832-1886). Llevemos en cuenta que se trata de un conjunto románico renacentista, pues fue construido entre los siglos XII y XVII. Además, es la iglesia/catedral de La Ojeda, de planta basilical, en forma de cruz y cabeza redondeada, con piedras de sillería. Las puertas son románicas, hechas con madera de roble (siglo XII), cerrajes y cerrojos de gran valor artístico. Un órgano barroco, hechura de Antonio Muñoz Ruíz (1783), así como una cruz procesional y un Cristo articulado, se destacan en este templo grandioso, que pocos conocen y valoran suficientemente. Algunos estudiosos aseguran que la Fuente Palacios son restos de un castillo o monasterio, destruido en una revuelta popular; en su recinto murió el dueño del señorío.
      
La geografía a que me refiero en este apartado envuelve sobre todo dos presupuestos incuestionables: a) el medio ambiente o influencia geográfica es imprescindible en el desarrollo histórico de un pueblo o comarca; y  b) el ambiente cultural torna los habitantes de un pueblo más aptos para que tal desarrollo sea eficaz y duradero. Kart Ritter, profesor de geografía de la Universidad de Berlín (1820/59) mencionaba ya en aquel tiempo, las influencias del medio geográfico sobre la vida y desarrollo histórico de los pueblos. De esta forma podemos decir que Prádanos de Ojeda, así como toda la comarca Boedo/Ojeda, han dependido históricamente de su potencial geográfico de transición entre las montañas al norte y las llanuras al sur. Prádanos y los pueblos vecinos se localizan exactamente a medio camino o en el hinterland físico entre estas dos unidades geográficas:
    1- de las montañas cantábricas, estos pueblos reciben algunas características paisajísticas y etnográficas que los tornan atracciones rurales y ejemplos turísticos con infraestructura estratégica ya consolidada, capaz de revitalizar el territorio, sin olvidar la integración en el resto de las actividades económicas comarcales. En el entorno, aparecen sectores del Alto Pisuerga (al este) y del Alto Carrión (al oeste), además de otras subcomarcas limítrofes como Fuentes Carrionas,  Las Turces, La Pernía, La Braña y El Campoó, a pocos kilómetros de distancia: de Prádanos a Cervera de Pisuerga – ‘el corazón de la Montaña Palentina’ son 30km a penas. En cualquier circunstancia, las aguas provenientes de sus estribaciones montañosas dan origen a los ríos e arroyos que discurren por valles paralelos hacia el sur de la provincia, o simplemente son tributarios de los dos ríos principales de Palencia, el Pisuerga y el Carrión. En sus inmediaciones vamos encontrar la Ruta de los Pantanos, los embalses de Camporredondo, Compuerto,  Resquejada, Aguilar de Campoó  y Ruesga, además de Lomilla de Aguilar y Velilla de Guardo.  Prádanos y la comarca Boedo/Ojeda adormecen a los pies de la Cordillera Cantábrica, en su borde meridional > aspecto orográfico que le otorga un carácter singular de transición entre esas dos unidades geomorfológicas: las montañas volcadas para el Atlántico y las llanuras abiertas a la cuenca sedimentar del río Duero.        
     Por otro lado, si de las altas montañas cantábricas heredamos estribaciones orográficas y ríos  que discurren por valles en U, paralelos hacia el sur de la provincia,
      2- de la inmensa Tierra de Campos heredamos también una topografía ondulada, interrumpida a veces por cerros bajos, coronados algunos por castillos medievales. La Tierra de Campos es atravesada por ríos de escaso caudal como el Valderaduey, el Sequillo y el Valdavia, en cuanto por los flancos aparecen ríos relativamente caudalosos como el Carrión y el Pisuerga, sus límites occidental y oriental, respectivamente. Surcada de norte a sur por el Canal de Castilla (construcción hidráulica de mediados del siglo XVIII y principios del XIX),  esta obra tuvo por objetivo llevar el trigo y otros cereales a los puertos cantábricos, mediante el transporte fluvial de tiro por la orilla, a través de las famosas sirgas > barcazas arrastradas por animales. Y así como recibimos las influencias cántabroatlánticas de un típico clima  mediterráneo continentalizado –‘régimen térmico relativamente extremado y sequía estival larga y marcada’-,  recibimos también las influencias  de un clima seco en las zonas más bajas y occidentales, y de un clima semihúmedo en las zonas orientales. La diferencia entre ambas regiones está en la composición de los suelos, en su inmensa mayoría arcillosos al sur, y calcáreos al norte. Tratase de una llanura sui generis, de grandes extensiones verdes en primavera, ocres en otoño, blancas en invierno y doradas en verano. Por ser una de las principales áreas cerealistas de Europa, se la conoce por el epíteto de granero de España. Este apellido aun que sea justo y verdadero, ha dado motivos para una explotación excesiva de su territorio y, en consecuencia, una fuerte deforestación, de la cual participaron las comarcas fronterizas: Vega de Saldaña/Valdavia y Boedo/Ojeda.



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