Como amante de la naturaleza que
siempre fui, aunque la vida me tenga negado la visón de los campos de mi
infancia, me quedaba absorto mirando y retratando con mis ojos de niño la
belleza de una finca repleta de amapolas.
¡Que visón celestial! Nunca más en mis largos años de vida pude contemplar
tamaña revelación. Sí, un campo totalmente cubierto de amapolas es fascinante, encantador, puro delirio, un éxtasis > un momento en que somos
dominados por un intenso sentimiento de admiración y alegría, sintiéndonos
ajenos a todo lo demás. O como nos describe el diccionario; éxtasis es un momento en que nuestra alma se une a Dios y se suspenden nuestras
funciones corporales, experimentando una
inmensa felicidad. Así aconteció conmigo en aquel instante de arrobamiento
y embeleso.
De hecho, la amapola silvestre (Papaver rhoeas), de la familia Papaveráceas
– del italiano, significando ‘bella flor’ - es una planta muy bonita tanto por
su formato como por su color rojo brillante, indicación del propio apellido rhoeas > ‘rojo vivo’. Las amapolas
son plantas de ciclo anual; normalmente alcanzan 0,70cm de altura. Los tallos
son erguidos y poco ramificados, pero con vellosidad o pelusilla. Las hojas,
alternas nacidas sin pecíolo, son contradictoriamente pinnadas > hojas compuestas con numerosos pecíolos (más de tres,
en forma de pluma de ave) a lo largo del raquis, y dentadas en los bordes con
una única nervura en el centro. Las flores (¡cosa lindísima!), de color
escarlata intenso y acompanadas, casi esféricas, poseen pétalos finos y muy
delicados que se marchitan rápidamente. Ya los estambres, de color negro
profundo, forman racimos anillados, que les dan un aspecto de botón también
negro. Los frutos de la amapola aparecen en forma de cápsulas uniloculares con
falsos tabiques de color verde pálido, truncadas por una especie de tapa en la
parte superior (foto), con radios y numerosas semillas de formato arriñonado,
alveoladas y de color pardusco. Las flores de la amapola florecen a finales de
la primavera, cuando la naturaleza está en todo su esplendor.
No sabemos el origen de esta planta
maravillosa –algunos sustentan ser originaria del Asia Menor o del Líbano -,
pero está ampliamente distribuida por todos los continentes, principalmente en
Europa, Ásia y norte de África. En general, vamos encontrarla en áreas de
cultivo > zonas agrícolas a las cuales está asociada desde épocas muy antiguas
debido a su ciclo vital que se adapta
perfectamente a los cultivos de cereales, floreciendo y granando antes de las
cosechas, como acontece hasta hoy en nuestro pueblo. Yo, personalmente, no se
por que es considerada una mala hierba,
pues es muy fácil de combatir y no perjudica en nada a la recolección del
trigo, cebada, etc. Por lo menos es lo que veía en mi infancia. Ahora, es
preciso tener cuidado con las amapolas porque sus compuestos son levemente venenosos para los animales de pequeño
porte, alimentados por esta planta. Las hojas tiernas suelen cocinarse como las
espinacas, y son bastante apreciadas en la gastronomía italiana: tienen un
sabor característico – la amapola pierde sus propiedades ‘venenosas’ en la cocina, aunque sobreviven sus efectos sedantes
debido a los alcaloides de las cápsulas. Últimamente, viene perdiendo espacio
en el gusto popular, en países como Italia y España. En Prádanos nunca supe que
sirviese como alimento humano. De todas las formas, las semillas de amapola se
usan como condimento y en bollería
industrial > fabricación de dulces, en estos tiempos no muy recomendables.
En Castilla y León, es un alimento importante y consumido a diario en desayunos
y meriendas. En casa de mi hermana es una costumbre por demás arraigado.
También los pétalos de la amapola se usan en la elaboración de siropes (cocteles) y bebidas no
alcohólicas. De la amapola Papaver roheas se aprovecha todo: hasta la
savia, los pétalos y las cápsulas, porque contienen un alcaloide (rhoeadina > responsable de las
propiedades sedantes de la planta) de efectos ligeramente sedantes, muy
diferente de otras especies que contienen substancias extrañas (adormidera, opio
y morfina). Pero no olvidemos que su consumo excesivo puede causar molestias
intestinales y dolor de estómago. Todo cuidado es poco, sobre todo en relación
al opio (el ‘jugo de la amapola’)
> un narcótico que causa euforia, seguida de sueños oníricos, ocasionando
también dependencia física, química, psíquica e intelectual, si bien que la medicina
lo emplee como analgésico (somnífero) para aliviar dolores y sufrimientos. Los
sumerios y, después los griegos, llamaban a la amapola ‘planta de la alegría’, por causa de su poder hipnótico y eufórico.
Tradicionalmente la amapola viene siendo
usada como un remedio casero contra problemas de nervios y respiratorios.
Homero (800-701 aC), poeta épico, historiador y filósofo de la Grecia Antigua,
y autor de los famosos poemas Ilíada y Odisea, ya describía en aquel
tiempo los efectos de la amapola. Curiosamente no fueron los griegos, y sí los árabes
quienes extendieron por Europa la planta
de la alegría. En Egipto, el opio era ampliamente usado en medicina, y
vendido tanto en Oriente como en Occidente. Hasta el siglo XIX su venda era
libre, porque estaba cercado de una aura benéfica, porque aliviaba dolores
intensos y sufrimientos agudos. Como curiosidad histórica, en cierta ocasión Karl
Marx (1818-1883) dijo literalmente: ‘la
religión es el opio de los pueblos’
porque escondía la verdadera situación del pueblo oprimido y esclavizado por
las élites. Los comunistas tientan librar la cara de su fundador diciendo que
Marx apenas vía a la religión como un
mero alivio al sufrimiento del pueblo, sin entrar en
los méritos de cualquier
creencia espiritual, lo que no condice son su célebre frase: ‘la religión es el suspiro del oprimido, el
corazón de un mundo insensible, el espíritu de situaciones desalmadas’. En
realidad, cada uno lo entiende a su aire. Pero dejando estas inquisiciones
filosóficas y apologías o des-apologías baratas, vamos a lo que interesa. El
opio, la substancia más famosa extraída
de la amapola, ya motivó dos guerras entre China y Reino Unido- las Guerras del Opio (entre 1839 e 1860),
visto que era una importante fuente de ingresos comerciales para los ingleses,
pero era prohibido por los chinos.
El opio es un jugo resinoso, coagulante
(o látex lechoso de la planta), extraído por incisión en las cápsulas de la
amapola, después de su floración. El opio tiene un olor característico propio,
un poco desagradable que se manifiesta en el verano con el calor. El sabor es
amargo, de color pardusco castaño. Sus principales alcaloides son: la morfina (10%), la papaverina, la codeína,
la tebaína y la narcotina, entre otros. El opio se presenta de dos maneras: como
alcaloide de acción deprimente – en
este caso, influencia el cerebro, el sistema respiratorio, es antiespasmódico,
paralizando las fibras musculares involuntarias (estómago, por ejemplo) -, y
como alcaloide de acción excitante.
El opio causa irritabilidad progresiva y deteriora el intelecto con pérdida y
declinación marcante de las actividades sociales. Los viciados en opio
enmagrecen, manifiestan un color amarillento, disminuyen su resistencia física
a infecciones generalizadas. La crisis de
abstinencia empieza en apenas 12h con bostezos, rinorreas, sudores,
momentos de llanto, falta de apetito, tremores y escalofríos, insomnio,
calambres abdominales y hasta diarrea, además de ansiedad, inquietud,
nerviosismo violento y vómitos. Todos los compuestos opiáceos (derivados del
opio) causan extremada dependencia física y psíquica, llegando em poco tiempo a
una esclavitud completa: deja sus pacientes inutilizados para si propios, para
la familia y para la sociedad. Los viciados en fumar opio – usan una pipa o
cachimba con vástago de metal y un hornillo de barro – y sus infelices adeptos
siguen un verdadero ritual en el consumo del opio. La droga en si ya actúa
químicamente desde el primer momento: el peligro está en dejarla bruscamente
porque puede ocasionar muerte repentina. En overdoses
– -ocurren mezclando la droga con alcohol y barbitúricos-, los efectos pueden también evolucionar
para somnolencia descontrolada, coma y muerte por deficiencia respiratoria. Infelizmente,
en varios países del mundo subdesarrollado, a veces o casi siempre por falta de
otras opciones, los campesinos se dedican al cultivo de la amapola, base
industrial o artesanal del opio.
Los usos más tradicionales de la
amapola están relacionados en estudios conscientes y responsables de algunos
etnobotánicos, y son los siguientes:
1)
como remedio muy adecuado para combatir problemas
de nervios y del aparato respiratorio. Nicholás Culpeper (1616-1654) dejo por
escrito: las cabezas de la amapola son buenas para quien desea descanso y sueño, detener catarros (tos) y secreciones de legañas,
en ronqueras de garganta, flujos de vientre y ‘cursos’ de mujeres;
también en inflamaciones y en la
enfermedad llamada fuego de San Antonio >
causada por ingestión de alimentos contaminados por hongos parásitos;
2) Andrea Mattioli (1501-1577), médico y
naturalista italiano, decía que la amapola es buena contra la epilepsia, en pleuresías, contra náuseas causadas por exceso de comidas;
también es efectiva en fiebres calientes,
delirios e inflamaciones internas e externas. Galeno alertaba contra las
semillas de amapola: son peligrosas si
usadas interiormente;
3) por ser rica en mucílagos, la amapola
actúa como intusiva y suavizante de las mucosas respiratorias.
A su vez, la rhoedina combate los espasmos
y es expectorante. Particularmente,
la amapola ayuda a respirar mejor en ataques de asma, tos, bronquitis, resfriados y anginas (dolor y malestar
causados por la amigdalitis);
4) en el sistema nervioso, la amapola actúa
como sedante para tratar anomalías de
tipo nervioso (indisposición estomacal, problemas de nervios estomacales e
indigestión), así como dolores de cabeza
o migraña producidos por disturbios emocionales; la ventaja sobre otros
narcóticos más fuertes como la adormidera es porque la amapola no tiene efectos
secundarios graves. De ahí ser muy útil contra el insomnio, tranquiliza el
nerviosismo y la ansiedad;
5) en usos externos, la amapola es
emoliente en los tratamientos de afecciones de garganta (gargarismos) y útil
para desinflamar y reducir el dolor (anginas, faringitis, laringitis, etc);
actúa también en casos de arrugas de rostro;
6) como excelente potenciador de tisanas y
rica en mecocianisna (pigmento) es usada para dar color a muchos preparados
medicinales. Además sus hojas son comestibles cuando tiernas < antes que
nazcan las flores. Las semillas también son comestibles y usadas en confitería,
pastelería, panadería, bollería y cocteles (sabor).
7) las amapolas producen un aceite esencial
muy útil contra el colesterol LDL (malo), además de poseer propiedades
antioxidantes que ayudan en la circulación
sanguínea y linfática; gracias a sus ácidos grasos la amapola
es muy usada para prevenir infartos, trombosis, varices y la temida
celulitis. El aceite esencial azul deja la piel más suave, pues un gran
relajante e hidratante.
Y para terminar te dedico estas pequeñas
consideraciones, a ti mi querido lector on-line: la amapola y la adormidera (su
hermana primogénita) son, respectivamente, símbolos del sueño y de la muerte.
La amapola siempre fue asociada a la fertilidad agrícola. Los persas la llamaban
flor del amor, mientras que griegos y
árabes la denominaban planta de la
alegría. Con mucha frecuencia, fue considerada flor del eterno amante. Juzgada y condenada como mala hierba
agrícola, la amapola es tan unida a la agricultura que los campos se confunden
con sus cultivos, siendo que la única especie de amapolas cultivadas es la adormidera opiácea (Papaver somníferun) > la amapola del opio. No se olvide: los
efectos terapéuticos de la amapola se concentran casi exclusivamente en los pétalos
de sus flores. La amapola no solo tiene efectos sedantes como también
antidepresivos y afrodisíacos > tal vez por eso se viene utilizando en
hechizos de fertilidad, de amor, dinero y suerte. Una receta antigua sostiene
que echando semillas de amapola en la comida de la persona amada, esta cae
rendida incondicionalmente. ¡Será posible, oh sabueso mío! De todas las
maneras, en el lenguaje de las flores, amapola quiere decir ‘tranquilidad,
reposo y consuelo’: es lo que dicen las estrellas. Sí, la amapola tiene un
poder energético y estimulante enorme: a atletas griegos se les daba un brebaje
de semillas de amapola, mezclada con vino y miel antes de las competiciones. Ya
los romanos la asociaron al descanso y al olvido, y la usaban como planta
mágica para adivinaciones. En España existía una leyenda: si al coger una flor
de amapola se desprendiese un pétalo y cayese sobre la mano de quien la había
cortado, este moría fulminado por un rayo. ¡Cruz-credo, dicen los brasileños!
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