terça-feira, 25 de junho de 2013

PRÁDANOS DE OJEDA y el Becerro de las Behetrías (1352)



        La Historia de España y, más específicamente, de Castilla y León, no pueden prescindir de un códice del siglo XIV, el Becerro de las Merindades de Castilla (1352), más conocido por el substitutivo del editor Fabián Hernández Velasco como Becerro de las Behetrías  = un inventario histórico y jurídico de los señoríos existentes en el reino de Castilla, en tiempos del rey Pedro I (1334-1369), llamado El Cruel por sus detractores, y El Justiciero por sus partidarios. Fue rey de Castilla entre 1350 y 1369, año en que murió apuñalado por su hermanastro Enrique II de Trastámara, en el castillo de Montiel (Ciudad Real/España), después de ser ayudado en riña fratricida por Beltrán Duglesclin (caballero francés). Según cuenta la leyenda, él tendría dicho en aquel episodio: ‘ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor’. La tradición popular ha visto en este monarca un ‘justiciero’, enemigo de los grandes y poderosos, y defensor  de los pequeños y humildes. Este sería el motivo primordial por qué el rey castellano mandó elaborar el Becerro de las Behetrías de Castilla, donde están consignados los derechos de algunos súbditos a elegir su señor contra las pretensiones extremamente arrogantes de la nobleza castellana, todas ellas colocadas en pauta por las Cortes de Valladolid (1351). En esta ocasión, las behetrías = poblaciones cuyos vecinos [dueños absolutos del lugar], podían recibir por señor a quien quisiesen, fueron substituidas por señoríos solariegos = hombres o colonos que vivían en tierras del rey, de la iglesia o de un hidalgo, pero sometidos al poder personal de su señor. En la Edad Media, el pueblo recelaba de la nobleza, por lo que las venganzas de Pedro I El Cruel fueron percibidas como legítimos actos de justicia. Actualmente, los historiadores piensan que Pedro I de Castilla no fue ni más ni menos ‘cruel’ que sus coetáneos. Sin embargo, cuesta a creer en su ‘presunta inocencia’ delante de tantos asesinatos provocados por su carácter desequilibrado e intransigencia personal. Hoy diríamos que se trataba de un rey esquizofrénico.
        El Becerro de las Behetrías de Castilla tuvo inicio, por lo tanto, en las Cortes de Valladolid. La mortandad de la peste negra (1348) -mató 1/3 de la población europea = en torno de 25 millones de personas- incidió negativamente sobre las rentas, tasas y tributos de los hidalgos castellanos. Aprovechándose de la muerte de Alfonso XI (1350) y de la enfermedad de su hijo y sucesor, Don Pedro I El Cruel, se apropiaron de las rentas reales y, en seguida, solicitaron al rey que substituyese las behetrías por las tierras solariegas, origen histórico de  la mayoría de los pueblos actuales de Castilla (incluso Prádanos de Ojeda), al norte del río Duero. El ‘libro Becerro’ (epíteto alusivo a la piel de becerro sobre el cual fue escrito) registra detalladamente la naturaleza y ascensión de la nobleza castellana (‘nobiliario oficial de Castilla’) a mediados del siglo XIV, además de listar 2.404 núcleos de población, en 2.109 epígrafes correspondientes a las entidades principales con sus 293 aldeas, agrupados en 15 merindades más pequeñas que las 20 pertenecientes a la jurisdicción del Merino Mayor de Castilla. No sabemos por qué quedaron fuera del inventario algunas merindades menores ej.: Bureba, Logroño, etc. Este aspecto jurídico sólo afectó a los hidalgos castellanos, al norte del río Duero, porque las villas y tierras abajo de este río estaban sometidas al estatuto de los repartimientos a través de los nuevos consejos vigentes en Andalucía y Múrcia.    
Behetrías de Castilla
         Sin embargo, y a pesar de algunos errores grotescos –faltan varias hojas y se presenta en gran desorden, además de números mal sumados, palabras mal traducidas, confundidas o interpretadas-, no deja de ser una de las obras históricas más consultadas por los historiadores de la Alta Edad Media, en España. Alfonso García-Gallo así se expresó sobre este manuscrito (1980): ‘es una obra excepcional y sin paralelo, en cuanto constituye un registro oficial completo y fidedigno de todos los lugares de Castilla a mediados del siglo XIV -incluso con referencia a los que, debido a la peste negra u otra causa [cualquier], habían quedado despoblados, de quiénes poseían derechos sobre ellos y cuáles eran estos derechos’. Según este comentario, la elaboración del ‘libro Becerro’ se debe a una doble pretensión de los hidalgos castellanos. En realidad, querían que el rey D. Pedro I: (a) aumentase sus tierras señoriales a expensas del realengo, y (b) confirmase ciertos derechos asociados a las behetrías de donde eran nativos o deviseros (herederos),  así como era práctica común en relación a algunos de ellos y, de modo especial, de Juan Alfonso de Albuquerque, privanza del rey Alfonso XI (1311-1350). En las Cortes de Valladolid, Don Pedro I se comprometió bajo juramento que, en el plazo de 9 meses corridos, daría las informaciones solicitadas sobre qué lugares y derechos correspondían al rey, y qué lugares y derechos correspondían a cada uno de los hidalgos. Y así lo hizo.
          El comentario de Fabián Hernández Velasco, editor de este famoso libro (1865), confirma tal veredicto: es un manuscrito del siglo XIV en el cual se expresan detalladamente la naturaleza y origen de la nobleza de España, y se describe en todo su esplendor el feudalismo nacional, en el último tercio de la Edad Media’. Fue mandado hacer por Don Pedro I de Castilla, aunque se discute entre los investigadores si esto es verdad o a penas arreglo de Enrique II, que tendría apagado el nombre de Pedro y colocado el de Alfonso [XI], su padre > víctima de la peste negra en Gibraltar. Cabe estampar aquí los nombres de los pesquisidores, don Alfonso Gonzalo Martínez, de Peñafiel (Valladolid), y don Horencio Martínez, clérigo de Peñafiel (esta villa histórica llegó a tener 18 iglesias, 3 conventos y 6 ermitas), ‘pesquisa hecha en cada lugar de las Merindades [Carrión, Campos, Monzón, Cerrato e Infantazgo de Valladolid, etc], así reales como órdenes, solariegos, behetrías y otros señoríos cualesquiera. Los  pesquisidores llevaban también un escribano público, y en cada lugar nombraban dos ‘hombres buenos', juramentados sobre la cruz y los santos evangelios. Y cita sorprendentemente la fecha de 1390, que no coincide con el reinado de D. Pedro I de Castilla. Todos los datos fueron transcritos por el licenciado Diego de Soto (copista), arcediano de Santiago y obispo de Mondoñedo, ‘Oydor’ Mayor (juez que sentenciaba causas y pleitos en las audiencias del reino), de la Audiencia y Chancillería de Valladolid, copiado de la crónica del rey D. Pedro I de Castilla.
     
  Para entender mejor los objetivos jurídicos y económicos del Becerro de Behetrías es necesario llevar en consideración algunos aspectos consuetudinarios. De cualquier modo, no podemos negar la importancia de este códice, pues ‘el interés que tiene hoy este libro en la historia es grandioso. En él se hallan los nombres de 2500 pueblos de Castilla: una pequeña descripción de lo que eran hace 525 años y sus principales familias, por donde se puede comprender la transformación que han tenido, alterados sus nombres en la mayor parte de estos pueblos, desaparecidos completamente algunos, de los cuales jamás se habría hecho mención y, por consecuencia, olvidada su memoria para siempre jamás. Las costumbres del siglo [XIV] aparecen retratadas en él de una manera inimitable. Los pesquisidores parece que llevan al lector de una mano, y tomando en cada lugar dos hombres de probidad, les hacen decir, bajo juramento, quiénes son los señores de aquel lugar; quiénes los nobles e hijosdalgo que allí tienen naturaleza; qué derechos pagan al rey; qué derechos pagan a sus señores; qué privilegios les han sido concedidos, cuándo y en qué forma pagan aquellos derechos. Así se expresa Fabián Hernández Velasco a respecto del Becerro. Y con toda razón, porque es un manuscrito documental donde se describe parte del derecho civil [romano], imperante en el reino de Castilla (1352).       
         En sus 240 páginas, consta de que manera los hidalgos castellanos solicitaban al rey no un nuevo repartimiento de las behetrías [en tierras castellanas], en virtud del nuevo orden socioeconómico (muertes y seguidos despoblados, como consecuencia de la peste negra), sino la pura y simple conversión de aquellas behetrías en tierras solariegas en beneficio propio. Esta conversión sólo sería posible si el monarca así lo dispusiese, pues suponía la renuncia y cesión de dos (02) derechos regios que las behetrías poseían pero no las aldeas solariegas de Castilla, o sea, la martiniega, de origen y carácter dominical (cobranza en el día 11 de noviembre, festividad de san Martín de Tours > en este día se hacía la matanza del cerdo), y la justicia de naturaleza jurisdiccional o publica.  Otro derecho, la fonsadera> tributo o prestación de servicio que se hacía al rey para los gastos de guerra, ya fuera cedido por el rey a los hidalgos. Las behetrías no pagaban los derechos de fonsadera al rey, pero abonaban al señor y a los naturales del lugar la devisa (dineros) correspondiente > obligación militar que los hidalgos asumían para con el rey. Los demás tributos o impuestos en monedas (maravedís de oro o de plata > 16 quilates), servicios y yantares (tributos en especie) recaían sobre todos por igual, salvo algún privilegio particular, tanto en las behetrías como en las órdenes, solariegos, abadengos y encartaciones.
      Y más aún: este documento, continuamente citado y utilizado por investigadores españoles a lo largo de los siglos, no ha contado con una edición científica. Sólo últimamente Gonzalo Martínez Díez editó un estudio y texto crítico a través del Centro de Estudios e Investigación San Isidoro (León, 1981). En él aparecen todas las poblaciones agrupadas en 15 Merindades, la división administrativa de la época (siglo XIV). Por Merindad entiéndase una organización territorial y administrativa de la corona de Castilla [basada en merindades mayores y menores] que ya venía siendo utilizada desde el siglo XII.  La Merindad Mayor de Castilla estaba divida en 20 merindades menores tal y como eran, por ejemplo, Cerrato, Monzón (> circunscripción a la cual pertenecía Prádanos de Ojeda), Aguilar de Campoó, Carrión, etc. Eran divisiones administrativas con capacidad jurídica ej.: Aguilar de Campoó y Monzón eran cabezas visibles y disponían de un Merino Mayor > categoría especial con poder para dirimir todos los litigios en nombre del rey cuando éste no quería o no podía dar cuenta de ellos. Su jurisdicción englobaba todo el territorio donde dirigía, representaba y manifestaba la suprema autoridad del monarca reinante. Incluso, de él dependían los merinos menores más numerosos, sus representantes y a cuya voluntad quedaba supeditada la jurisdicción que ejercían sobre el distrito > una merindad menor.  
     
En España, esta organización fue tan importante y funcional que prosperó hasta el siglo XVIII (1701-1800), cuando las antiguas estructuras sociales basadas  en el feudalismo y el vasallaje fueron cuestionadas y entraron en colapso – época de la ilustración y del enciclopedismo francés. Hoy diríamos que la Merindad se equivale, en nuestra época, a un distrito con villa o ciudad importante (¿partido judicial?) que defendía los pueblos y caseríos de su demarcación (territorio de la jurisdicción de un merino), así como el Merino Mayor sería el cargo u oficio de un juez o autoridad mayor de aquel distrito. De todas las formas,  las ‘viejas merindades’ se pierden en los siglos altomedievales, cuando condes y reyes nombraban merinos para administrar aquellos territorios, cuna de la vieja Castilla. Leí que si hoy buscásemos un sinónimo de merindad seria exactamente mancomunidad > división administrativa y electoral que introduce la comarcalización y la consecuente descentralización de la Comunidad Foral, esta sí un órgano de participación popular y decisión ciudadana.     

Prádanos de Ojeda
Por otro lado, los datos consignados en el Becerro de Behetrías resultaron de pesquisas hechas presencialmente por personas juramentadas en lugares y aldeas de la Merindad Mayor  de Castilla con una finalidad objetiva: averiguar tres realidades jurídicas:
       a) determinar si el lugar (pueblo o aldea) era realengo, solariego, abadengo, behetría, encartación (lugar con ferrerías, minas, carbonarías y molinos) o mixto (caso de Prádanos de Ojeda > pertenecía a Monzón como behetría/solariego y a la abadesa de San Andrés de Arroyo como abadengo), por coincidir varias de estas situaciones administrativas en el mismo lugar. Es necesario, pues, determinar quién o quiénes eran los señores del solariego, del abadengo o de la behetría, y quiénes los naturales o deviseros (herederos) de acuerdo con el estatuto jurídico y civil castellano. Estos datos se recogen en cada uno de los pueblos o aldeas visitados por los encargados/fiscales regios. A veces se añade el obispado al que pertenece el lugar: en el caso de Prádanos y otros pueblos de la Merindad de Monzón consta el obispado de Palencia, en la época de enorme ascendencia junto a las autoridades reales, incluido su obispo, Juan de Castro, autor de una crónica apologética de D. Pedro I de Castilla, llamado El Cruel.
     b) además del estatuto jurídico, el pesquisidor quiere saber cuáles son los derechos económicos del rey. En este caso, se desea determinar concretamente si ellos se identifican como martiniegas (cobranzas difusas), servicios forenses (puentes, caminos, etc), monedas (tasas en dinero), fonsaderas (encargos de guerra), yantares (tributos en especie ej.: cerdos, bueyes, gallinas, etc) y otras múltiples figuras fiscales (económicas o/y personales), que la Edad Media inventó para achacar a los ‘vasallos’ > pobres labriegos o ganaderos de la época;
    c) y, por fin, los fiscales querían saber cuáles eran los derechos económicos y jurídicos de los señores o nobles del lugar, dueños de los pueblos, aldeas y de otros ‘utensilios’ de valor encontrados en aquel territorio. Existían otras prestaciones de cuentas adquiridas por cualquier título o pertenencia ej.: todo lo que los naturales o diviseros (herederos) recibían por cada orden religiosa (abadengo), solariego o behetría.      
           En El Libro Becerro (página 33), Prádanos de Ojeda se presenta como behetría (> palabra derivada de benefactoría > benfetría > behetría, con sentido de ‘defensa de derechos’) y abadengo (1/3 parte), al mismo tiempo, lo que constituye un lugar mixto para el estatuto de los repartimientos. Sant George de Ojeda -un enclave de nuestro pueblo- era abadengo del Monasterio de San Andrés de Arroyo. Ambos formaban parte de la Merindad de Monzón (3ª de las 15 merindades menores de Castilla), conforme podemos observar en el facsímile. La behetría de Prádanos pertenecía a don Pedro García de Ferrera [y Ayala], y pagaba derechos al rey: 48 maravedís/año por martiniega; también por servicios y monedas. Ya la tercera parte del pueblo pagaba fonsadera a la abadesa de San Andrés de Arroyo; la behetría no pagaba este tributo.  Al señor feudal, don Pedro García de Ferrera [y Ayala], todos y cada uno de los vecinos de Prádanos (unos 40), debían pagar una gallina/año como infurción.  Este señor feudal, notable caballero y dueño de nuestro pueblo fue mariscal de Castilla: hoy es difícil determinar cuál el sentido exacto de esta palabra, pero podemos resumir su amplio significado diciendo que se trataba de un alto funcionario en un principio con carácter palatino y, poco después, con encargos militares. Fue un oficial muy preeminente, inferior a penas al condestable > jefe supremo de los ejércitos medievales de Castilla. El mariscal ejercía a su lado las funciones como 2º en el cargo de mayor patente. En campaña, más de una vez se le otorgó el cargo de general en jefe de los ejércitos. En Francia, este cargo recibía un sueldo de 12 mil libras > 48 mil reales de vellón; y si estuviese en campaña recibía más 8 mil por mes. Además el rey le mantenía un secretario, un capellán, un cirujano y un capitán de compañía. ¡Para nuestro tiempo, un alto funcionario o ejecutivo! En Castilla, era juez del ejército y estaba a su cargo el castigo de los delitos y el gobierno económico. Casó con doña María de Ayala > hija de don Pedro López de Ayala, Adelantado Mayor del reino de Murcia, y Canciller Mayor de Castilla, señor y dueño de Salvatierra de Álava, un de los mayorazgos más importantes de la España Medieval. Concretamente, poco sabemos sobre Pedro García de Ferrera [y Ayala], pero en un escrito antiguo leí este comentario a favor de ese ilustre señor feudal: en nuestra España, escribieron con crédito y felicidad, aún de sus propios ascendentes, don Fernando Pérez de Ayala, señor de esa Casa, y su hijo don Pedro López de Ayala, y el Mariscal don Pedro García de Ferrera
[y Ayala]’.
San Jorde de Ojeda
         Pedro López de Ayala fue señor feudal y notable caballero de su tiempo (‘omnipotente señor’), de gran discreción, autoridad y consejo. Pasó por grandes hechos heroicos ‘tanto de guerra como de tratos’, que le tornaron confidente de reyes y reinas. Y está escrito: ‘no sólo de los reyes de Castilla, sino también de los reyes y príncipes de Francia’. Fue hombre de gran sabiduría [historiador, político, diplomático y filósofo] que, para mejorar y ennoblecer el castellano, ordenó que se tradujesen del latín al romance algunas crónicas e historias ‘nunca antes de él vistas ni conocidas en Castilla’. De él se dijo: fue el primer restaurador de las buenas letras de España. Entre esas buenas letras están: História de Roma, de Tito Livio, Historia de Troya, Historia de los Príncipes, Boecio de Consolación y Morales de San Gregorio, etc. Y para que los grandes y memorables acontecimientos de Castilla no se perdiesen para siempre escribió una História de Castilla, desde el reinado de Alfonso XI (1311-1350) hasta Enrique III (1379-1406), este último hijo del rey Juan I de Castilla (1358-1390). Este notable caballero murió en Calahorra, a los 75 años de edad. De los tres (padre, hijo y nieto), la Historia guarda una feliz recordación: eran ricos hombres del reino; sabios y dados a las letras; y formaron parte del Supremo Consejo de los Reyes’. Casó con doña Leonor de Guzmán, hija de Pedro Juárez de Toledo [Camarero Mayor del rey D. Pedro I El Cruel], y de doña María Ramírez de Guzmán. Su hijo primogénito, Fernán Pérez de Ayala, fue Alférez del Pendón de la Vanda, y Merino Mayor de Guipúzcoa. A su vez, don Pedro de Ayala casó con doña María de Velasco, uniendo así las dos familias más poderosas e influentes de Palencia en aquella época: los Ayala y los Velasco de Castañeda (cf Historia Genealógica, libro V). Curiosamente, ambas familias, unidas y sacramentadas, eran dueñas de Prádanos de Ojeda y de Sant George de Ojeda > hoy, un despoblado y con la iglesia en ruinas.
     
       
   

quinta-feira, 20 de junho de 2013

PRÁDANOS DE OJEDA: nuestros animales silvestres (1)



      
          Existe una amplia diversidad faunística en España, y de un modo especial en Castilla y León (foto). Leí que la fauna cantábrica (Cantabria y adyacencias), por ejemplo,  es ‘la más rica de la península Ibérica y, posiblemente, de Europa’. La posición geográfica de España entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo, además de situarse a medio camino entre Europa y África, hacen que nuestro país ofrezca al mundo una rica diversidad de biotipos y hábitats (acuáticos, rupícolas, arvenses y antrópicos) bastante diferenciados, incluso con especies ya desaparecidas en otros países europeos. Algunos geógrafos de renombre presentan factores favorables para esta realidad: nos alertan que, históricamente, España siempre fue un territorio escasamente poblado si llevamos en cuenta su gran extensión geográfica (504 000/km²): en Europa, ocupa el 5º lugar, después de Rusia Europea (4.850.000 km²), Turquía (783.000 km²), Ucrania (603.000 km²) y Francia (550.000 km²). El hecho de su industrialización ser tardía, también ha contribuido para documentar tanto el declive de algunas especies faunísticas como su relativa extinción a lo largo del siglo XX. No podemos olvidar la influencia africana y los numerosos endemismos existentes en cada comunidad autónoma e islas Baleares y archipiélago Canario, así como el espectáculo multicolorido de ser lugar de paso o parada obligatoria de las migraciones intercontinentales (área de cría y de invernada).
          Y más aún: la mayor parte de España está influenciada por climas mediterráneos, presentando por eso condiciones ambientales que favorecen innúmeras especies de lagartos, lagartijas, salamanquesas, serpientes, culebras, anfibios en general. El número de especies de aves es elevadísimo si comparado al de otras faunas europeas, ahora no sólo por su posición geográfica y diversidad regional o biotipos, sino porque muchas especies invernan o nidifican en varias zonas ibéricas. Entre las grandes rapaces, por ejemplo, se destacan: el buitre negro (amenazado), el quebrantahuesos, el buitre leonado (amenazado), el alimoche, la emblemática águila imperial (ibérica), así como gavilanes, azores, águilas reales, halcones, alcotanes, milanos negros, cernícalos, lechuzas, búhos, mochuelos, etc. También entre los paseriformes las variedades son significativas, como gorriones, tórtolas, palomas, urracas, arrendajos, grajas, cornejas, abubillas, cuervos, chocas, abejarucos, carracas, jilgueros, mirlos, verdecillos, pinzones, pardillos, escribanos, golondrinas, herrerillos, carboneros, ruiseñores, colirrojos, estorninos, etc. Entre los ciconiiformes encontramos garzas, cigüeñas, avutardas, sisones, faisanes,  gangas, alcaravanes… Entre los carnívoros se destacan algunas especies extintas en grande parte de la Europa occidental, como el oso pardo, el lobo ibérico, el lince (félido más amenazado de Europa), el gato montés, el zorro rojo, la raposa ibérica, el rebeco y una numerosa familia mustélida: el tejón, la comadreja, el turón, la garduña, la nutria, la marta, la gineta y el meloncillo (estos dos últimos vivérridos).  Entre los herbívoros se destacan el jabalí, el corzo, el ciervo común, el gamo… Muchos insectívoros como el erizo, la musaraña y el topo ibérico; diversos roedores como la ardilla, el lirón, el topillo europeo, etc.
    En realidad, la flora y la fauna de Cantabria y sus estribaciones en dirección a la Montaña Palentina dependen de dos sustratos característicos: las rocas calizas cuya flora y fauna se adaptan a este tipo de suelo,  y las rocas ácidas con flora acidófila (areniscas, arcillas y limolitas), estas predominantes en toda la región cantábrica [y también en el norte palentino]. Las comunidades vegetales de estos territorios incluyen  los prados de siega, los bosques mixtos y de ribera y múltiples ‘encinares’, donde encontramos los animales más emblemáticos de España: el oso pardo (Ursus arctos), el lobo ibérico (Canis lupus), el jabalí (Sus scrofa), el rebeco  (Rupicapra pyrenaica) y el corzo (Capreolus capreolus). También encontraremos animales domésticos de importancia ganadera como vacas (diversas razas), caballos, ovejas y cabras, así como pequeños mamíferos de difícil ‘oteamiento’ ejs.: la ardilla, el zorro, el gato montés y, principalmente, el lince ibérico – el félido más amenazado y característico de esta región, casi en desaparición o amenazado de extinción. Las aves son mucho más numerosas y fáciles de ver en los cielos cántabro-palentinos, al sur de los Picos de Europa,  como el buitre leonado y sus planeos circulares a gran altura; los alimoches y águilas reales, mejores ejemplares rapaces de la cordillera Cantábrica. Entre la inmensa variedad de matorrales encontraremos perdices y codornices (muy apreciadas por cazadores) así como numerosos tipos de pájaros, entre los cuales sobresale el urogallo ‘cantarero’ (Tetrao urogallus) -corre peligro de extinción, aunque es animal protegido –, famoso por su canto en la época de celo.     
               Infelizmente, un peligro ostensivo amenaza a la fauna cantábrica predominante en gran parte de nuestra provincia: 56% de todo ese territorio es pasible de envenenamiento ilegal por parte  de los ganaderos. El uso de veneno para matar a los depredadores salvajes está prohibido en España (Ley 4/1989), pero su práctica aún continúa presente en toda la zona de ganadería extensiva, principal actividad económica de la cordillera Cantábrica, también conocida por su alta biodiversidad faunística. Muchas áreas son protegidas debido a su importancia regional, nacional e internacional, sin embargo la propia ganadería es uno de los factores de alto riego de envenenamiento. La depredación del ganado es la causa principal que provoca diversas medidas represivas contra los animales dichos depredadores, como son el oso pardo (unos 190 ejemplares), el lobo ibérico (¡no hay cifras exactas!), el zorro rojo y el buitre leonado. Según una estudiosa del asunto, Patricia Mateo-Tomás (investigadora de la Universidad Castilla La Mancha), las propias áreas protegidas son otro factor de riesgo, porque los habitantes de la región consideran que ‘se protege más a la fauna que a las personas’, lo que degenera en actitudes de represalia contra el entorno natural y las especies allí existentes. En 2010, por ejemplo, se detectaron 112 casos de envenenamiento que afectaron a 228 ejemplares de 25 especies diferentes, 11 de ellas amenazadas de extinción, entre las cuales el oso pardo, el alimoche, el lobo ibérico, el zorro rojo y el buitre leonado.
    No resta cualquier duda que la fauna de esta región -en algunas áreas, es considerada Reserva de la Biosfera- tiene amplia representación, sobre todo, en las zonas de montaña y  de alta complejidad orográfica, debido a su diversidad en micromamíferos, como son los reptiles y las aves, beneficiados por la variedad de los biotipos allí presentes. Algunos de los ejemplares en vías de extinción son los siguientes: entre los más emblemáticos está el oso pardo, la perdiz y la liebre. El águila real (Aquila chrysaetos) es considerada ‘especie rara’ según el Libro Rojo de Aves de España; sólo había en torno de 38/40 parejas reproductoras en la montaña cantábrica (año 2000). El alimoche (Neophron pernocterus) – ave de rapiña semejante al buitre, pero más pequeña- es considerado especie migratoria ‘en peligro’: se reproduce en cortados y acantilados rocosos; sólo había 54 parejas reproductoras en la provincia de León (2000). El aguilucho cenizo (Circus pygargus), especie típica de espacios abiertos como praderas, matorrales y pastizales de montaña, es considerado ‘vulnerable’ > declive alarmante de su población. La perdiz pardilla (Perdix perdix) está en peligro de desaparición; tiene presencia escasa en la cordillera Cantábrica. La liebre del piornal (Lepus castroviejoi), considerada especie endémica en la península Ibérica, es ‘rara’ en el Livro Rojo de Cantabria y Castilla: está restringida a la cordillera Cantábrica, entre Lugo/León y Cantabria/Palencia.  Su hábitat son los pastizales con formaciones de piornos, aulagas, brezos y áreas arboladas entre 1000 y 1900m de altitud. La nutria paleártica  (Lutra lutra) figura como ‘vulnerable’ en el Libro Rojo, pero parece recuperarse en estos últimos años. El lobo ibérico (Canis lupus signatus) concentra 90% de su población en  Castilla y León, entorno de 1000 ejemplares(¡); en 2001 existían 48 grupos familiares en León, con 37 seguros y 11 probables compartidos con las provincias limítrofes; es especie muy amenazada. El oso pardo (Ursus arctos), antaño extendido por toda la península Ibérica, hoy está restricto  a los Pirineos (a penas 5 ejemplares) y a la cordillera Cantábrica (66 ejemplares a oeste y 32 a este de este territorio). Está ‘en peligro’ según el Libro Rojo, aunque los números sean muy dispares (estimados entre 130 y 190 ejemplares), pero está incluido en la categoría de ‘especies amenazadas’. El halcón peregrino (Falco peregrinus) -ave rapaz diurna que ocupa preferentemente espacios rocosos- es  considerado ‘vulnerable’ en el Livro Rojo, pues su población está en franco declive.
      Cuanto a la flora y fauna de ríos y arroyos se sabe que existe una gran diversidad de ecosistemas acuáticos. Un número bastante elevado de plantas y animales se desarrolla junto a ríos y cursos de agua, sin embargo las actividades humanas como vertidos industriales, construcciones diversas y plantaciones forestales inciden negativamente sobre esos biotipos originando descensos de la diversidad biológica. A comenzar por el cangrejo autóctono (Austropotamobius pallipes) de nuestros pueblos, hoy en mal estado de conservación debido a la presencia del cangrejo señal y del cangrejo rojo, especies americanas usadas para repoblaciones. Infelizmente, ellas trajeron consigo la afanomicosis o peste/plaga del cangrejo > enfermedad causada por hongo y mortal para el cangrejo de río originario de nuestras comarcas.  Los cangrejos europeos son vulnerables a esta enfermedad, produciéndose tasas de mortalidad 100% y su extinción en amplias regiones del continente. En España (1958), se registraron altas mortandades de cangrejos autóctonos en el río Duero y afluentes. De hecho, la fauna de ríos y arroyos son muy diversas y están constituidas por una multitud de invertebrados, anfibios, reptiles, especies de peces, aves y algunos mamíferos que se acercan a ellos para beber o buscar comida abundante. La contaminación de las aguas afecta a todos los habitantes de los prados, haciéndolos incluso desaparecer. Algunas especies son exclusivas, pero la introducción de especies alóctonas han modificado las poblaciones nativas de los cursos de agua comarcales. Por lo general, las aguas de un río (arroyo) son rápidas y oxigenadas en su nacimiento: esta zona es dominada por truchas, carpines dorados, piscardos y lochas. Ya en cauces anchos y de aguas más profundas predominan la bermejuela, el barbo, la loina, la colmilleja, la carpa, etc.
El título de un periódico ‘Canales: sumideros de animales’ parece inverosímil en los días de hoy, pero es la más triste y trágica realidad. Hay canales que se tornan auténticas barreras infranqueables o verdaderas trampas para muchos animales. Más de 300 corzos se ahogan por año en un canal de IBERDROLA, entre Velilla del Río Carrión y Acera de la Vega, cerca de Guardo, en la Montaña Palentina. No era para acontecer tamaña desgracia faunística, principalmente por tener como protagonistas a los titulares de esas vías fluviales, por lo general empresas eléctricas o confederaciones hidrológicas del Estado. Otros ríos artificiales como el Canal de Castilla son sumideros de nuestra fauna por estar enclavados en lugares de  interés faunístico o de paisaje turístico. Es necesario que los tramos más peligrosos sean cerrados por el riesgo que suponen para la fauna local, incluso para personas: con frecuencia ocurren accidentes automovilísticos fatales en sus entornos. Además de los corzos, otros animales como jabalís, ciervos (venados), lobos y perros, se ahogan en esos canales. En sus intentos por salvarse, los animales se rasgan las patas al subir por los lados inclinados y resbaladizos del canal. Algo parecido ocurre en otro canal, el de Torina/empresa VIESGO (Cantabria), una trampa mortal para numerosos animales de aquella localidad. La solución seria cubrir los canales con vallas protectoras, al menos en los tramos más peligrosos y menos fiscalizados.
       Al contrario de esas empresas que poco o nada hacen para salvar la fauna local, encontramos la obra arquitectónica del ingeniero asturiano, José Manuel Caigoya Rodríguez – un centro de recuperación de la fauna salvaje del Parque Natural de Redes, apellidado de Sanatorio de la Fauna Cantábrica. Ha sido diseñado con ‘instinto animal’, visto que hace referencia a un gran nido en medio del bosque con una superficie superior a 4000m² dentro del Castañeru Montés – en el consejo de Sobrescobio, cerca de Ladines (Asturias). Consta de cuatro áreas: sanitaria, administrativa, didáctica y de mantenimiento, cuyo objetivo principal es recuperar ejemplares heridos o que no podrán volver más a su hábitat natural. Alrededor del edificio existe un espacio de 6 hectáreas para los mamíferos que no puedan regresar a su propio hábitat. Cuenta también con varios miradores desde donde se podrán ver los ejemplares allí alojados. Este centro de recuperación del Parque Natural de Redes será una referencia para toda la cordillera Cantábrica.
     Por otro lado, la comunidad autónoma de Castilla y León no deja de ser una área de transición, con gran variedad de ambientes naturales donde se entrelazan elementos eurosiberianos y mediterráneos, algunos de distribución marginal, otros simples endemismos ibéricos noroccidentales. En estas regiones, existen por lo menos 27 tajones (12 anfibios y 15 reptiles), de los cuales 12 son endémicos y 3 considerados ‘vulnerables’. Muchas áreas regionales poseen una avifauna muy variada como consecuencia de su posición geográfica,  gradiente altitudinal y orientación de las cadenas montañosas. Se destacan, en primer plano, las aves de rapiña, incluyendo algunas especies amenazadas y de distribución localizada ej.: el águila real (Áquila chrysaetos) que aunque no nidifica desde décadas en estos locales, utiliza las sierras como su hábitat preferido; lo mismo podemos decir del águila perdiguera (Hieraaetus faciatus), del búho real (Bubo bubo), etc. En estas áreas, existe también una avifauna mediterránea y montañosa, ligada a peñascos y matorrales, con varias especies de distribución más o menos localizada en espacios naturales reservados (Parques Nacionales como el de Fuentes Carrionas), que acogen una de las poblaciones más típicamente eurosiberianas de toda la región y cornisa cantábricas, desde Galicia hasta el País Vasco, y desde el océano Cantábrico hasta el río Duero. Existe también una abundante avifauna acuática, ligada a los embalses con destaque para los 5 pantanos del norte de Palencia. Entre los mamíferos más emblemáticos sobresalen algunos carnívoros como el gato montés, la nutria, la marta, el lirón, el murciélago, etc, y los arriba citados: oso pardo, lobo ibérico, corzo, jabalí, etc. En algunas áreas de montaña se destacan grandes herbívoros como el caballo de la raza galaico-portuguesa (Equus cavallus), patrocinado por un programa de recuperación, y la cabra montesa (Capra pyrenaica), de cuya especie hay referencias históricas hasta 1892.
         Así podemos concluir diciendo que, en España, tanto la flora como la fauna, son muy diversificadas debido a varios factores como la variedad del relieve, numerosos microclimas y la propia latitud. Las diferentes regiones fitogeográficas presentan características individuales como resultado de la interacción de esos elementos ya mencionados (clima, suelo, relieve, etc). En toda la península Ibérica ocurre la predominancia del clima mediterráneo con períodos de sequía, escasa pluviosidad y gran amplitud térmica. Como consecuencia, la vegetación es esclerófila > se adapta muy bien a periodos estivales; de ahí sus hojas duras, pequeñas y perennes. La fauna sigue a par y paso la vegetación característica de cada microclima, sin olvidarnos que a lo largo de la historia se han introducido en España diversas especies foráneas por las más variadas motivaciones: ora por fines cinegéticos (caza) como el gamo en tiempos romanos, o el muflón en épocas actuales, ora porque simplemente se escaparon de las granjas o viviendas donde se alojaban; hoy están totalmente aclimatadas a nuestro territorio. Esta situación viene comprometiendo las especies autóctonas: pone en riesgo su equilibrio natural o destruye su hábitat climático y faunístico como ocurre con el cangrejo de río. Muchas especies autóctonas reducen sus poblaciones a costa de los recién llegados de fuera. Varios factores han contribuido para la extinción definitiva de muchas especies animales y vegetales en todo el mundo, entre los cuales están: las actividades agrícolas, la caza indiscriminada, el desarrollo industrial, la contaminación de campos y ríos, los cambios climáticos, la destrucción de hábitats naturales, etc. España cuenta con una lista enorme de animales extintos > animales que eran autóctonos de la península Ibérica, pero debido a las actividades humanas muchas de ellas han desaparecido o están amenazadas de extinción. Agentes público o privados, absolutamente irresponsables y criminosos, además del poco o ningún interés de las autoridades gubernamentales en resguardar aquellas especies, han contribuido para esta catástrofe ambiental en territorio español. Especies y subespecies vienen desapareciendo a lo largo de los siglos, mucho más en los siglos XIX y XX ej.: el bucardo, la cabra galaico-portuguesa, el ostrero unicolor, la foca monje, entre muchas otras. Una tragedia ambiental de graves consecuencias y horribles pesadillas para los ecologistas españoles, dedicados y amantes de su fauna…

quinta-feira, 13 de junho de 2013

PRÁDANOS DE OJEDA - más sobre su toponimia



                                        Más sobre el topónimo Prádanos de Ojeda  -
                                                      Por MacPruiz Fontecha
     
       Pasando una criba sobre Plantas regionales – algunas existen en Prádanos (5), encontré un árbol muy común en parques y calles de los centros urbanos, popularizado en cualquier región o país de nuestro Planeta, preferentemente del hemisferio norte. Este árbol ornamental clásico desde finales del siglo XVIII, se llama plátano de sombra o platanero, en Castilla (Platanus x hispanica), un híbrido como su pariente próximo el plátano de Londres (Platanus x acerifolia), según opinan botánicos ingleses desde principios del siglo XIX. Fundamentado en estos acontecimientos de proyección internacional me sentí estimulado y hasta interesado en estudiar a fondo este asunto que nos toca precisamente a nosotros, paisanos y conterráneos de Prádanos de Ojeda. Comienzo con aquel introito de antaño: en algún lugar, del cual no me recuerdo exactamente, leí que el topónimo Prádanos de Ojeda podría derivar del griego ‘platanos’ = nombre científico del árbol Platanus orientalis, del cual surgió el platanero actual existente o común en nuestros pueblos  y comarcas. En Herrera de Pisuerga vi unos 30 Platanus x hispanica en las alamedas del Parque Municipal; en Prádanos, contradictoriamente a lo que sería  de esperar, y hasta con lógica presumible, creo no existe un único ejemplar que haga justicia al
 
 supuesto topónimo de nuestro pueblo, conforme opinan algunos ‘entendidos’ en estos asuntos, entre ellos, Joan Corominas (1905-1997) – reputado filólogo y etimólogo catalán, autor del Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana (1950-1957), citado por Roberto Gordaliza en su libro Boedo-Ojeda y Ribera (2004), y que sigue la misma orientación. Entre tanto, si mal no digo o confieso, creo que los dos están redondamente engañados, pues aunque así fuese sería tan solo un árbol cultivado (trasplantado) y no nativo o silvestre, cosa que no se coaduna con la historia y la geografía de Prádanos de Ojeda, tampoco con la realidad etnobotánica de España. En verdad, el platanero (Platanus x hispanica) nunca fue árbol nativo ni de nuestro pueblo o comarcas vecinas ni siquiera de la península Ibérica. Hasta el momento, para ser históricamente correctos, apenas sabemos que el origen etnobotánico del Platanus x acerifolia del cual estamos hablando es desconocido, al menos en un principio, aunque botánicos ingleses digan lo contrario.
        De cualquier forma, está probado científicamente que este árbol no existe y nunca existió en nuestro país en estado silvestre, si bien que aparezca ‘naturalizado’ en márgenes de ríos y arroyos ibéricos. Así, lo único que se sabe con certeza es que ese árbol jamás existió en nuestro pueblo, y tampoco en la comarca Boedo/Ojeda, o en cualquier otra comarca de la Antigua Hispania, visto que sólo existieron en el mundo dos árboles primitivos con el nombre botánico de Platanus: el P.orientalis (originario de Eurasia > con ubicación desde los Balcanes hasta  Laos/China, a este) y el P.occidentalis (originario de Virginia/EUA, conocido como sicómoro americano, extendido geográficamente por la costa oriental de América, a oeste). Ambos derivan del único género Platanus con 07 especies cultivadas, de las 40 descritas que se distribuyen desde el Asia Menor/Irán hasta Laos (Asia), y desde el Canadá hasta Guatemala (América). Ninguno es propio o nativo de la península Ibérica; ambos fueron descritos por el naturalista sueco, Carlos Linneo (1707-1778),  y publicados en Species plantarum 2 (1753). El Platanus x hispanica (> la  x indica que es híbrido, y no originario o nativo; hispánica, por haberse cultivado en el Real Jardín Botánico de Madrid/ España) que hoy conocemos y admiramos en nuestros pueblos y ciudades, sobre todo por su sombra compacta y refrescante, es un híbrido  de P.orientalis y P.occidentalis, ‘nacido’ en España, 1770?. Ahora bien: ni este acontecimiento es absolutamente verdadero, visto que los ingleses dicen que el auténtico híbrido se llama Platanus hybrida, y ‘floreció’ en Londres (Inglaterra, 1804). Por lo tanto, el topónimo Prádanos no puede derivar de estos árboles, visto que el nombre de nuestro pueblo es muy anterior en varios siglos a esas fechas geoistóricas, y nunca existió un solo Platanus silvestre en nuestras tierras. Si algún ‘entendido’ dice lo contrario, es afirmación gratuita; no tiene cualquier fundamento. Si verdadero fuese habría algún relicto para hacer justicia a esa opinión, que por lo visto nadie consigue explicar por qué y cómo un filólogo de renombre como Joan Corominas sustenta aquel parecer inconsecuente, o sea, que el topónimo Prádanos derivaría del árbol hoy llamado plátano de sombra (Platanus x hispanica).
     Actualmente es común verlo en calles, jardines y parques del mundo entero, apreciado por su sombra, belleza y resistencia. Esto se debe exclusivamente al  hibridismo conseguido en suelos hispánicos o ingleses, pero apenas como árbol cultivado a partir de los dos ejemplares arriba citados. Sabemos por estudios botánicos que la familia  Platanus presenta un registro fósil desde el Cretáceo inferior (93-113 millones de años atrás) > el Platanocarpus, siendo que en el Cretáceo medio las hojas platanoides se mezclaron con hojas pinnadas las cuales se prolongaron hasta el Eoceno, cuando surgieron las típicas estípulas del subgénero Platanus, que a su vez se transformaron en grandes formaciones arbóreas al final del Paleoceno (60 millones de años atrás, época de los dinosaurios). El único género actual Platanus es un relicto (dejado en herencia) de un fósil viviente. Durante su evolución debe haber ocurrido una poliploidía > variación o cambio en el número de cromosomas de una especie, a juzgar por el tamaño de los estomas actuales
     Por otro lado, la familia Platanáceas se relaciona con varios sistemas geobotánicos ej.: familia Fagáceas, con las que comparte caracteres semejantes, pero sin indicar un parentesco evolutivo cercano. El APW (Angiosperm Phylogeny Website, sitio web dedicado a la filogenia y clasificación de las plantas angiospermas), basado en datos moleculares y morfológicos, considera que las Platanáceas a cuya familia pertenece el Platanus x acerifolia constituyen una familia del Orden Proteales > familia Proteáceas, de las cuales serían vicariantes templadas del hemisferio norte. De este modo, sólo nos resta decir que el único género Platanus L [inneo], 1753, tiene como especie el P. orientalis, el cual se divide en dos subgéneros: el Castaneophyllum J-F. Leroy (1982), de hojas elípticas con estípulas pequeñas y escariosas,  y el Platanus kerrii (1939), una especie aislada y relíctica de las restantes especies entre las cuales está el subgénero Platanus. Ambos ocurren en márgenes de ríos y arroyos, pero faltan completamente en áreas secas o excesivamente frías, comprobando así la imposibilidad de Prádanos derivar de esta toponimia arbórea.
     Existe, al contrario, una contraprueba de que el nombre de nuestro pueblo deriva de pratum > prado o pradería, por varias razones:
      A -  más de la mitad del territorio municipal de Prádanos con 21,35/km² es efectivamente ocupado por prados, esto es, tierra llana o de relieve suave, húmeda o de regadío, en la cual crece la hierba (natural o cultivada) con la finalidad de producir pasto para el ganado y forraje cuando hay producción sobrante ej.: alfalfa, esparceta, trébol, etc. Los prados formaban un ecosistema singular, al menos en mi tiempo de niño, donde se practicaba una economía rural basada en la agricultura familiar/doméstica y en la pecuaria extensiva, gracias a las alternativas agrícolas  de siega y pastoreo (rebaños ovino, bovino, equino, etc). Los prados son formados por plantas herbáceas verdes (perennes) de escasa altura y raíces poco profundas, a veces transformadas en un tapizado denso, diverso y continuo. La flora herbácea vivaz predominante en los prados es la gramínea y sus correlatos ejs.: llantén (Plantago lanceolata), diente de león (Taraxacum officinale), lino (Linum bienne),  mastuerzo de prado (Cardamine pratensis), entre tantas otras plantas (naturales o cultivadas) – unas 100 especies pratenses. De cualquier manera, la biodiversidad de los prados depende de la intensidad agrícola y ganadera, empobreciendo o aumentando la riqueza tanto de la flora como de la fauna, ambas asociadas a este ecosistema.
     En sentido geográfico, distinguimos tres tipos de prados: los de siega,  los de diente y los alpinos
     1º) los prados de siega – característicos y propios de nuestro pueblo – se distinguen por una topografía plana o convexa (foto); se destinan a un aprovechamiento intensivo, generalmente abonados y estercolados, y cuando posible regados. De ellos se extrae la hierba  durante varios cortes sin permitir el pastoreo extensivo continuo. En Castilla-León, y también en Cantabria, donde siempre prevalecieron las praderas de dalle (guadaña), los prados están dominados florísticamente hablando por gramíneas altas y se desarrollan en suelos no compactados, de relativa humedad que, según la altitud del terreno, podrán estar sujetos a una moderada desecación en el verano;
      2º) los prados de diente son habitualmente pastizales sometidos con exclusividad al pastoreo bovino y equino (raramente ovino y caprino), situados en lugares de difícil acceso o con relieve irregular, pendientes y laderas elevadas y muchas rocas aflorantes, deseando explotarlos como si fuesen prados de siega. En Cantabria y en la Montaña Palentina, los prados de diente se llaman brañas o branizas (no confundir con breñas, por favor) > nombres regionales en la zona de montaña (cordillera cantábrica y estribaciones) donde el ganado aprovecha los pastos tardíos en el verano. En estos pastizales de montaña, frescos y húmedos (entre 900 y 1300m de altitud), suelen existir pequeñas cabañas donde los pastores se refugian en casos de tormenta o para pasar las noches. Por lo general, los prados de diente son comunales y juegan un papel importante en la práctica de la llamada trasterminancia del ganado vacuno, o sea, inicio y fin de la alzada (8 de mayo y 29 de septiembre) > de san Miguel a san Miguel. El propio nombre braña indica el significado de los prados de diente > del latín ‘veranía’ (época estival) o del celta brakna > ‘lugar fresco y húmedo’, situado en zonas montañosas donde los pastos por lo general son verdes en el verano;
     3º) existen también los prados alpinos (por encima de los 1300m de altitud) > un tipo de vegetación anual de gramíneas y plantas con flores ej.: la edelweiss (Leontopodium alpinum) tirolesa, una región intermediaria entre las nieves eternas (¡) e inaccesibles y la vegetación del bosque intramontano > zona de pastos de verano utilizada por los habitantes del lugar a través de una pequeña trashumancia con los invernaderos y tenadas estabuladas. Posee un cierto parecido con la vegetación de los páramos tanto en España como en otros lugares ej.: Alpes y Andes > aquí la vegetación es más rica y variada, y se localiza en zonas más altas. Es el bioma dominado por praderas y matorrales de montaña. O como se les llama actualmente, los pastizales y matorrales templados [o mediterráneos], situados entre el clima semiárido y el clima húmedo, con una estación cálida en el verano y otra marcadamente fría en invierno.
      En este último ecosistema, las gramíneas, los juncales, los pastos y los céspedes constituyen la vegetación predominante. Aunque en los prados mediterráneos puedan existir más de 50 especies o variedades de plantas vasculares, y en las praderas tropicales más de 200 especies florales, en las praderas y estepas de los prados alpinos predominantes en los Picos de Europa y áreas circunvecinas, vamos encontrar herbívoros y aves, además de una flora sorprendente. Estos pastizales ocurren en terrenos más o menos continentales donde la pluviosidad es intermedia entre las regiones semiáridas y los bosques mediterráneos, con grandes variaciones térmicas > veranos calientes e inviernos fríos. En estas zonas montañosas, los árboles se han reducido debido a los incendios o quemas, al pastoreo y al pasto (ramoneo) de herbívoros como caballos, venados, jabalís, osos pardos, etc. Actualmente, la mayoría de los prados han sido alterados para la praticultura de cereales (trigo, maíz, cebada, etc). Las gramíneas se adaptaron bien a los prados, y ahora son más resistentes al fuego y al pastoreo (sus hojas crecen desde la base) que la mayoría de las otras plantas donde las hojas se originan en las puntas de las ramas. Además, como los prados son abiertos y facilitan el movimiento de los animales, estos ambientes sustentan grandes poblaciones de mamíferos herbívoros. Las aves en su mayoría son crípticas > se adaptan al ambiente, ‘ocultándose’ de sus depredadores; curiosamente, cantan mientras vuelan ya que no disponen de ramas elevadas.
     B - en segundo lugar, quiero reforzar mi pesquisa sobre la toponimia de Prádanos de Ojeda, basado en prácticas científicas de naturalistas y geobotánicos cuando es necesario usar el término pratense, o sea, la flora forrajera constituida por todas aquellas especies cuyas partes vegetativas o la planta entera, son susceptibles de ser utilizadas como alimento para el ganado. En sentido estricto, los prados (del latín ‘pratum’ > prado o pradera) son ‘comunidades de plantas herbáceas mesofíticas más o menos densas y perennes que forman un tapiz en equilibrio dinámico con el medio ambiente’. Considerados como cultivos, ocupan en el mundo el primer lugar en extensión y producción totales. El Nomenclátor de Pastos (2001) distingue dentro de los pastos cultivados dos tipos pratenses: las praderas o prados propiamente dichos y los cultivos monófitos (o de mezcla sencilla). Las praderas de Castilla son, antes de todo, cultivos forrajeros de varias gramíneas y leguminosas que se aprovechan mediante la siega y/o el pastoreo en diferentes etapas del ciclo vital agrícola. En cuanto eso, los cultivos monófitos se constituyen de una única especie  que se aprovecha al final del ciclo de vida. El Anuario de Estadística Agroalimentaria (2004) sustenta que la superficie de España dedicada al cultivo de praderas y forrajes es de a penas 4% del total útil, teniendo por objetivo conseguir un alimento sano y ahorrar la compra de piensos exteriores. El uso de numerosas especies pratenses o forrajeras viene estableciendo/regulando la praticultura más adecuada para el momento actual no solo en Prádanos como en todas las comarcas palentinas.
Apreciar estos presupuestos, significa que las especies pratenses son aquellas plantas utilizadas y cultivadas en los prados, principalmente las gramíneas y leguminosas con destaque para los cereales (trigo, cebada, avena, centeno, maíz, sorgo, alpiste y mijo) y las leguminosas de grano. En todas ellas, las semillas provienen de especies pratenses. Con esto resalto un hecho concreto: existen determinadas especies muy conocidas por el agricultor que ocupan los lugares preferidos de su terreno (parcelas) a lo largo del prado. Así,  las especies pratenses crecen en las praderas (bien sea de forma espontánea o cultivada), pero siempre con un valor aceptable para el ganado y cuyo manejo (siega y/o pastoreo) comprende más de un aprovechamiento en el ciclo vital agrícola. Por más que el señor de la tierra desee plantar otras semillas, la pradera exige especies pratenses, fundamentalmente aquellas que pertenecen a dos familias botánicas:
     * las Poáceas > ray-grass inglés (Lollium perenne), ray-grass italiano (Lollium multiflorum), festuca de los prados (Festuca pratensis), poa común (Poa pratensis), dáctilo (Dactylis glomerata), grama (Cynodon dactylon), etc. Representan alrededor de 65% de la población de especies vegetales de un prado;
             * las Fabáceas > alfalfa (Medicago sativa) > la reina de las forrajeras, trébol blanco (Trifolium repens), trébol rojo (Trifolium pratense), esparceta (Onobrychis viciaefolia), zulla (Hedysarum coronarium), loto de los prados (Lotus carniculatus), etc. Además, cuando hablamos en praderas nos referimos también a los cultivos forrajeros > aquellas especies vegetales destinadas a alimentación del ganado, que forman praderas temporales bajo un régimen controlado de cultivo; su único aprovechamiento suele ocurrir esencialmente mediante la siega/año. Ejemplos: el maíz (Zea mays), la remolacha (Beta vulgaris), el girasol (Helianthus annuus), el sorgo (Shorgum vulgare), etc. Normalmente, las especies pratenses se desarrollan en praderas permanentes,  mientras que los cultivos forrajeros se hacen en praderas temporales, incluidos en una rotación de cultivos. En España se estima que se pierde un 20% de las aguas pluviales por escorrentía y 10kg/m2 de tierra, mientras que en los prados se pierde 10% menos de agua y 50% menos de tierra: este hecho acontece porque las gotas de lluvia son frenadas por las espesas plantas pratenses y la tierra retenida por sus raíces.      
   Este discurso pretende demostrar que si etnobotánicos, naturalistas e ingenieros agrónomos nos hablan de prados en sentido estricto, de plantas cultivadas en los prados, de especies forrajeras desarrolladas en los prados, ¿por qué, pregunto yo, la sabiduría popular de antaño iría procurar para su lugar de origen, topónimos extraños y exóticos, sin cualquier aprovechamiento agrícola o relación antropológica o social, cuando la vida y el sustento de sus agricultores [y rebaños] depende fundamentalmente de los prados? No hay razones plausibles para que se piense en topónimos complicados que no vienen al caso, cuando en la puerta de casa existe un oro verde reluciente. El hecho de que otros pueblos vecinos usen la vid, el nogal, el olmo, la amayuela, el colmenar -mi hermana Cristi es natural de Colmenares de Ojeda-  etc, como topónimos de sus entornos urbanos, no quiere decir que las demás localidades irán seguir necesariamente aquel modelo en relación a los vegetales. Existe, sí, un procedimiento común en relación a lo que abunda más en determinado lugar: en relación a Prádanos, los prados son predominantes, y no árboles exóticos que ni siquiera de España ellos son originarios. Lo mismo se puede decir del gentilicio local: si la raíz lingüística del nombre es latina > pratum >> prado o pradera, es necesario entender el verdadero linaje o familia de la cual derivamos. Y más aún: sin rodeos o subterfugios ajenos a nuestro castellano vernáculo, debemos encontrar un sustantivo o adjetivo que exprese nuestro origen remoto. Si dependemos de los prados que la naturaleza nos ofertó como una dádiva de nuestros dioses domésticos, no existen razones convincentes para forjar expresiones no armónicas o de pocos arpegios. Quien nace en Prádanos de Ojeda es, por destino histórico y geográfico, un pratense > y por extensión un pradanense, como lo son las plantas allí cultivadas, los animales que allí viven y se mimetizan > adoptan el color, la forma y el aspecto de los objetos/seres que se encuentran al su alrededor y, consecuentemente, los hombres/mujeres del lugar que, por plantío, siega y/o pastoreo, escogieron fijar allí su residencia o morada eterna.