sexta-feira, 13 de julho de 2012

Prádanos de Ojeda: mi pueblo, cabeza de la Ojeda (5)



Nuestros pueblos y comarcas no sólo manifiestan su riqueza a través de los recursos vegetales, agrícolas y pecuarios (> ganadería, en general), sino también en sus numerosas expresiones artísticas que se explayan por todos los valles de la Montaña Palentina. Son valles y minúsculos vallejos encajonados por donde discurren los ríos más importantes de la provincia de Palencia: el río  Burejo y sus simpáticos arroyos en la comarca de la Ojeda; el río Boedo y algunos riachuelos bucólicos en la comarca de Boedo; el río Valdavia y sus pequeños tributarios en la  comarca de la Valdavia; el río Carrión y algunos de sus mayores afluentes en la comarca de la Vega de Saldaña y Carrión de los Condes. Y, principalmente, a lo largo del río Pisuerga en la llamada Ruta del Románico Norte, en el Alto Pisuerga, sin duda una de las mejores concentraciones de edificios y restos románicos de España, si no la mayor y más expresiva de todas ellas. En verdad, el Románico Norte debe ser dividido en dos rutas importantes: la primera recibe el nombre de Ruta de los Monasterios, a cuya cabeza figuran el Monasterio de Santa María y San Andrés de Arroyo (cisterciense) y la iglesia/‘catedral’ de la  Ojeda/Boedo, en Prádanos de Ojeda. Esta ruta parte de Herrera de Pisuerga/Alar del Rey en cuyos núcleos urbanos se bifurca nuestra caminada: una acompaña y sube el río Burejo, dejando a la derecha nuestro amado pueblo, y la otra acompaña y sube el trazado del río Pisuerga y demás poblaciones localizadas en el entorno de  Aguilar de Campoó. En la primera, además del Monasterio de San Andrés y de la iglesia/catedral románica de Prádanos de Ojeda, vamos encontrar el Monasterio de Santa Eufemia, en Cozuelos de Ojeda, y las iglesias de Moarves, Olmos de Ojeda, Vallespinoso, Barrio de San Pedro y Barrio de Santa María, entre otros monumentos; en la segunda, observamos el Monasterio de Santa María de Mave (hoy una posada), y las iglesias románicas de Matalbaniega, Motomorisca, Cilamayor, Brañosera, San Cebrián de Mudá y Barruelo de Santullán > iglesia de Santa María la Real. También merecen nuestra visita la ermita militar de Vallespinoso de Aguilar; el conjunto histórico-artístico de Aguilar de Campoó (iglesias, monasterio, castillo, palacios); la iglesia rupestre y el impresionante paisaje de la Horadada, en Olleros de Pisuerga; el conjunto monumental de Becerril del Carpio, etc.     
En Cervera de Pisuerga – partido judicial de la Comarca al cual pertenece Prádanos de Ojeda - ,     tiene inicio el Románico Norte 2 -  la llamada Ruta de los Pantanos, o sea, una parte de la Montaña Palentina – el tramo de la carretera P-215 entre Cervera y Velilla del Río Carrión/Guardo (55km) – donde se sitúan los cinco pantanos o embalses más importantes de la provincia: del sistema Pisuerga forman parte los embalses Aguilar – el mayor con 247 millones/hm³ -, Requejada y Cervera (o Ruesga, como también es conocido) rebalsan las aguas del río Pisuerga y su tributario el río Rivera; y  del sistema Carrión forman parte los embalses Camporredondo y Compuerto  que recogen las aguas del río Carrión, a sólo 3km del Parque Natural de Fuentes Carrionas. Por estos  lugares vamos admirar iglesias y ermitas en Perazancas de Ojeda, San Salvador de Cantamuda, Pisón de Castrejón y Cervera de Pisuerga – esta última, una villa norteña que fue cabeza de la Merindad del Condado de La Pernía – uno de los condados y merindades mas destacados y antiguos de España; fue también calzada romana hacia Cantabria, ciudad de antigua hidalguía y solar de los condes de Seruela. Actualmente es más conocida como El Corazón de la Montaña Palentina, porque mantiene hasta hoy su tradicional carácter rural y ganadero. El CIT oficial (> Centro de Iniciativas Turísticas) de Cervera a sí se autodefine: “situada en el centro del territorio es la capital natural de la Montaña Palentina, cabecera de partido judicial, centro vital del pujante sector turístico de la comarca y punto estratégico para adentrarse en este antiguo, sorprendente y hospitalario país de naturaleza virgen, con arte y con historia” . Geográficamente, sus habitantes están localizados en la Cordillera Cantábrica, en el bordo montañoso y más septentrional de la provincia de Palencia y de la región de Castilla y León. Es el mayor término municipal en extensión de Palencia (325km²) y está localizado dentro del Parque Natural de Fuentes Carrionas (Zona de Protección Ambiental). El nombre Cervera derivaría de la abundancia cinegética (caza) de ciervos; el escudo de la ciudad parece confirmarlo. Cervera posee una de los más ricos patrimonios histórico-artísticos de la Montaña Palentina. Su iglesia es de estilo gótico florido del siglo XVI, con pinturas flamencas, documentos y objetos religiosos de la mejor factura. La ermita de la Cruz es de estilo barroco (siglo XVIII), y la ermita-cueva de San Vicente presenta un eremitorio rupestre con necrópolis  (siglos VIII/XI).
Como podemos ver, todas estas iglesias y ermitas prácticamente se destacan por su construcción  ‘románica’, esto es, iglesias levantadas entre los siglos XI/XIII cuando la Europa medieval, aún abalada y desorientada debido a las invasiones bárbaras, adoptó el estilo dicho románico que intentaba dar unidad social, religiosa y “monástica” al nuevo orden reinante, implantado por Carlos Magno (742-814) y sus sucesores. Todas las iglesias de esta época son consideradas iglesias de peregrinación, porque eran construidas a lo largo de caminos en dirección a lugares sagrados > Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela (España), con la finalidad de servir de apoyo y albergue a romeros y peregrinos, además de ofrecerles reliquias de santos y otros objetos religiosos. El nombre ‘románico’ caracteriza la romanización y conversión de Europa al cristianismo, pues los papas y sus cruzadas presionaban reyes, caballeros/ricoshombres y vasallos a reconquistar el mundo paganizado en nombre de la fe cristiana. España fue la primera a proclamar su Reconquista a partir de Asturias y Cantabria – aquí se situaron por mucho tiempo nuestros pueblos y comarcas antes de pasar definitivamente a formar parte del reino de Castilla y León. En estos siglos de la Edad Media, Europa y sus circunscripciones geográficas se romanizaron como nunca en su Historia: dividida en mil y un reinos, sólo la iglesia controlaba el pensamiento y la vida de todos los europeos cristianizados. Por la primera vez, después de la caída del imperio Romano, fue posible la unificación plena de Europa. Como consecuencia, se vivían momentos de estabilidad y crecimiento urbano; el comercio volvió a florecer y las ciudades aumentaban en todas las direcciones. Las iglesias y sus construcciones monumentales son el reflejo de este crecimiento económico y religioso. Según nos dice un eremita/ peregrino de Borgoña, el monje francés, Raoul Glaber (1033): “a medida que se aproximaba el año 1000 dC, [de malos augurios, dígase de pasaje] se via por todas las partes, de manera especial en Italia y en las Gálias (actual Francia), la reconstrucción de iglesias/basílicas. Era como si todo el mundo quisiera sacudir de encima de si el polvo del tiempo, para despojarse de su vetustez y, al mismo tiempo, revestirse por todas los lados con el manto sagrado [blanco] de una iglesia
Todas estas iglesias de estilo románico seguían el modelo de las basílicas romanas, en forma de cruz latina, con varias naves y diversas capillas radiantes o laterales por tras del ábside. Casi todas son monumentales, y para eso hubo necesidad de mejorar los materiales de construcción y los métodos arquitectónicos: fue entonces utilizada la piedra de cantaría en las paredes, y los techos y tejados de madera fueron substituidos por bóvedas más en conformidad con el símbolo de fortaleza divina que acompañaba a las iglesias de aquella época. La iglesia de Prádanos de Ojeda es un modelo fiel de esta sublimidad espiritual. Por eso, la arquitectura con piedra de cantaría refuerza la simbología de monumentalidad y fortaleza, y da un aspecto macizo y horizontal al conjunto arquitectónico a través de las columnas que sustentan las bóvedas, aunque la altura a veces se presentase desproporcional y arriscada. En general, las paredes son ciegas ya que la abertura de grandes ventanas pondría en risco las estructuras de la techumbre. Acompañando los modelos arquitectónicos, la escultura y la pintura se destacaban con las tallas, los murales en las paredes, las tapizarías y las iluminuras, pues el pueblo en general era analfabeto y, de ahí, resultaba ser la pintura una forma de transmitir los enseñamientos cristianos. Por eso, en todas las iglesias existe decoración interna y externa a través de esculturas en tímpanos > áreas semicirculares encima de los portales, columnas, capiteles y puertas, así como pinturas en profusión en ábsides y bóvedas en todas las naves.
 A semejanza de las iglesias, los monasterios también utilizaron el arte románico, principalmente la Orden de San Benito (Cluny, Cister y Claraval), en claustros y demás dependencias del monasterio, siguiendo modelos ya preestablecidos ej.: los cuadrados perfectos, los corredores y pórticos abiertos por medio de arcos sustentados por columnas (foto). Según se piensa, los caños de la Fuente de Palacios, en Prádanos de Ojeda, serían restos de un antiguo brocal, situado en el centro de un de estos monasterios cistercienses. ¿Será? De todos los modos, en los monasterios que aún sobreviven en nuestras comarcas, prevalece el arte cisterciense, o sea, seguían la Regla de San Benito que exigía aislamiento y clausura. El arte cisterciense se desarrolló antes bien en construcciones interiores para uso exclusivo de los monjes: iglesia, claustro, refectorio, sala capitular, pozo o fuente en el centro del cuadrado > de acuerdo con lo referido en el libro del Apocalipsis 21, 12-14: [la ciudad santa de Jerusalén] tenía una muralla grande y alta, con doce puertas; [la ciudad] era un cuadrado: su largura igual a su anchura; su largura, anchura y altura eran iguales”. El monasterio procuraba reproducir en cuanto posible esa perfección de la ciudad de Dios, basada en cuadrados. El Monasterio de San Gall (Suiza) sirvió de modelo para la construcción de todos los monasterios del Sacro Imperio Romano. De esta forma, si comparamos San Gall y el Cister encontramos estas semejanzas: sus iglesias están orientadas leste-oeste, en dirección a los Lugares Santos; los claustros están recostados sobre las paredes de la iglesia; el lado este, se destina a los monjes; el lado sur, a la cocina y sala de refecciones; y el lado oeste, a los almacenes y otras dependencias (establos, oficinas etc).
Los monasterios cistercienses debían distinguirse por su pobreza absoluta, algo que se choca con la suntuosidad de sus construcciones ej.: la Abadía de Cluny. En 1135, san Bernardo, el monje benedictino más influente del siglo XII – fundador, predicador, escritor, consejero y embajador de papas y reyes y, sobre todo, santo -, decidió construir la Abadía de Claraval en estilo cisterciense. La obra fue construida en piedra de sillería para perdurar por mucho tiempo; en su arquitectura las obras reflejan realmente simplicidad y ascetismo monásticos propios de la Orden del Cister > fundada por Roberto de Molesmes (1098). Objetivo: cumplir con mayor rigor la Regla de San Benito de Núrsia que se encontraba bastante relajada en aquel tiempo. En sus abadías se procuraba  idealizar la vida eterna; de ahí surgió el ideal de construir la civitas Dei y organizarla en cuadrados perfectos. Como dije, el modelo fue el Monasterio de Gall (Suiza). La arte cisterciense apareció en el condado de Borgoña: Claraval sirvió de ejemplo y, por eso, se destacó por la simplicidad de sus formas, evitando cualquier desperdicio o dependencias superfluas. Hoy restan de la obra original apenas una bodega y el dormitorio de los hermanos legos. En 1139, san Bernardo construyó la Abadía de Fontenay (foto), actualmente en buen estado de conservación; es reconocida como una de las mejores construcciones en estilo cisterciense (o estilo románico borgoñés), con bóvedas de cañón y de arista; este modelo fue rápidamente substituido por el gótico. La estética cisterciense puede ser resumida en estos tres pedidos de san Bernardo (1090-1153):


1)    no acepte pinturas, cuadros y tapizarías:muestre a un fiel parroquiano el cuadro de algún santo. Cuanto más brillantes sean los colores más santidad le será atribuida. Hay más admiración por la belleza del cuadro que veneración por la santidad del santo; por eso las iglesias se ornamentan. Vemos grandes candelabros de bronce maravillosamente labrados: ¿cual es el propósito de tal desperdicio? ¿Será para ganar la contrición del penitente o antes bien la admiración de los espectadores? Si las imágenes sagradas no significan nada para nosotros, ¿por que no economizamos por lo menos en la pintura? Yo soy obligado a concordar: permitimos que esto acontezca en las iglesias, porque pensamos: si no perjudica por ser inútil y ambicioso, no perjudicará por ser humilde y devoto”;
2)    recuse esculturas en las iglesias: “¿y los claustros donde los monjes leen las Sagradas Escrituras? ¿Que significan esas monstruosidades ridículas, hombres por la mitad, tigres rayados, soldados en batalla y cazadores berrando a través de los cuernos de caza?… Son tan maravillosas estas formas de escultura a rodearnos que es mucho más agradable leer mármoles que libros, y pasar el día entero distraídos con estas maravillas que meditar la ley del Señor”;
3)    menosprecie la riqueza en el monasterio porque no es necesaria, y los pobres precisan más de ella: “¿los monjes no renunciaron a todas las cosas preciosas y encantadoras de este mundo para seguir a Jesús Cristo? ¿Entonces, por que buscar dinero, y no los beneficios espirituales? Todas estas vanidades de alto costo y tan maravillosas inspiran a las personas a contribuir con dinero mucho más que a interceder y a rezar. Visten a la iglesia con piedras preciosas y dejan a los pobres andar harapientos  por la calle. Así los ojos de los ricos se alimentan con la pobreza de los indigentes. Y por fin, ¿son buenas esas cosas para nuestros pobres? ¿Y para los monjes, hombres que se dicen espirituales?”
San Bernardo fue una de las personalidades más respetadas en la iglesia del siglo XII: intervino en asuntos públicos de la época, defendió los derechos de la iglesia de Cristo contra la intromisión de  príncipes y reyes en asuntos eclesiásticos, y se tornó consejero y embajador de varios papas y soberanos de Europa. Él criticaba, hasta con cierta impetuosidad, el desperdicio y los gastos inútiles con esculturas, pinturas y tapizarías, pues ‘se despilfarra el pan de los pobres’. Criticaba también las imágenes de los santos, porque esas figuraciones dispersan y substraen la atención sobre el único objetivo legitimo y verdadero: “encontrar a Dios a través de las Sagradas Escrituras”. Y aconsejaba: “el verdadero amor nace de un corazón puro, de una conciencia saludable y de una fe sincera. Buscar el bien del prójimo como si fuese nuestro propio bien es el mejor medio de conseguir la perfección cristiana”.

 En nuestras comarcas encontramos tres monasterios de estilo cisterciense: el Monasterio de Santa María y San Andrés de Arroyo, en Santibáñez de Ecla y el Monasterio de Santa Eufemia, en Cozuelos de Ojeda (ambos en el Valle de la Ojeda); y el Monasterio de Santa María, en Mave. En San Andrés, las monjas desarrollan la vida contemplativa, con una espiritualidad cimentada en la Regla de San Benito. El monasterio está ubicado en un amplio valle - alejado a 1km del pueblo de Santibáñez -, donde se contempla la naturaleza > la obra del Señor, y su silencio, así reza el encarte vocacional del convento. El monasterio recibió ese nombre por causa del arroyo contiguo, lugar donde según la tradición se encontró la imagen de San Andrés Apóstol, y en cuya honra se construyó el cenobio (1181). Su patrocinadora fue D. Mencía López de Haro, condesa de Lara e infanta de Castilla >  hija del rey Alfonso VIII (1155-1214) – El de las Navas de Tolosa- y nieta de D. Rodrigo González de Lara, y después abadesa del propio monasterio. La construcción ocurrió en un momento histórico de fervor religioso cuando numerosas fundaciones y construcciones de abadías cistercienses se diseminaron por el norte de la península Ibérica. Sus patrocinadores fueron reyes y familias poderosas cuyo objetivo era servirles de panteón o albergue para familiares, o para que alguien rezase por la remisión de sus pecados. El conjunto de edificios estuvo bajo la supervisión de la Abadía de Las Huelgas Reales (Burgos), la casa matriz. Curiosamente, este monasterio tardorrománico tuvo bajo su jurisdicción civil y penal 12 o 13 pueblos situados en su entorno, y actuando según se decía entonces como ‘señora de horca y cuchillo’. Entre estos pueblos se encontraban Alar del Rey, Prádanos de Ojeda, Perazancas, Amayuelas de Ojeda etc. El historiador Cayetano Enríquez de Salamanca sólo cita 11 localidades, pero desconoce nuestro pueblo, lo que parece extraño visto que los terrenos bajo la jurisdicción del monasterio eran continuos y, consecuentemente, Prádanos de Ojeda estaría entre ellos; también se olvida de Velilla, deteriorando parte de su credibilidad histórica. Según relatan historiadores de renombre, la influencia de este monasterio en la comarca de la Ojeda fue enorme. Muchas de las iglesias rurales de nuestros pueblos repiten los canteros y el gusto cisterciense de su decoración e iconografía típica. Fue declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional (1931). La iglesia, consagrada en 1222, se construyó en forma de cruz latina, con una sola nave y cinco tramos, crucero y cabecera triple. Pero la joya del monasterio es el claustro, emparentado con las Claustrillas de las Huelgas Reales (Burgos); su crujía oriental fue reconstruida en el siglo XVI. En el centro hay una fuente donada por el rey D. Pedro I de Castilla a la ciudad de Astudillo (Palencia).
El Monasterio de Santa Eufemia, en Cozuelos de Ojeda, también se reviste de gran importancia románica a través de la iglesia de Santa Eufemia de Cozollos (967), enclavada en la Ruta del Románico Norte -1; es Monumento Histórico-Artístico Nacional desde 1931. Parece ser el único vestigio de lo que fue el Real Monasterio de Monjas Comendadoras de Santiago; está ubicado en el término de Olmos de Ojeda (Palencia), en la carretera P-627 Burgos-Potes. Situase en un bello paraje de la vega del río Burejo, hoy  propiedad privada - ‘Granja de Santa Eufemia’, desde el siglo  XIX. Las monjas permutaron este monasterio y las tierras alrededor por fincas en Toledo (1502), siendo Comendadora Mayor del Monasterio, D. María de Castañeda. Tratase de un monumento de los más representativos del románico palentino: la iglesia es un edificio de equilibradas proporciones, con una nave central y tres ábsides semicirculares, crucero muy desarrollado y espadaña de tres vanos que alberga las campanas y dota de cierta majestad al conjunto. El claustro de arco apuntado es típico del Cister. Con impresionante calado en piedra, es de increíble belleza y perfección, y se apoya en cuatro columnas de fuste liso. Bajo el crucero hay dos sepulcros de piedra: uno, es de la infanta D. Sancha Alfonso, muerta en olor de santidad (1270), a los 80 años, tras una vida ejemplar – su cuerpo permanece incorrupto. En 1616 tuvo inicio el proceso de beatificación, pero no fue concluido por falta de datos históricos. No obstante, la iglesia le otorgó el título de Venerable. El otro, es de un caballero cruzado. Hay otros dos, de los cuales uno pertenece a alguien de la Casa de Aguilar. En verdad, estamos ante un monumento románico de primer orden, cedido históricamente por el rey Alfonso VIII al Maestre de Santiago, D. Sancho Fernández de Lemos (1186). Quien desee profundarse en mayores detalles sobre este monasterio puede recorrer a documentos on-line; ahí encontrará todo lo que busca.
A poca distancia, al sur de Aguilar de Campoó (10km), el Monasterio de Santa María de Mave (Palencia) –actualmente reconvertido en establecimiento hostelero: Hostería “El Convento” – se destaca por su iglesia románica como parte integrante de los monasterios benedictinos que sobrevivieron hasta la desamortización de Mendizábal (1836). El origen del monasterio es un misterio – ¿tendría origen germánico y aportación de canteros franceses?- , aunque su fundación está probablemente ligada a la reconquista de Mave a los árabes (754), por Alfonso I de Asturias - época en que se repobló esta zona. Por la Historia, sabemos que el monacato era repoblador y colonizador de hecho y de derecho. De cualquier forma, sabemos que D. Sancho García fundó el Monasterio de San Salvador de Oña (1011) para su hija Trigridia y, como dote, esta recibió el Monasterio de Santa María de Mave. Años después, D. Urraca devolvió el monasterio [situado en tierras de Aguilar, y perteneciente al patronato real] a la Villa de Oña (1121). En la época, el Monasterio de Mave tenía 4 monjes, pero de él dependían otros siete monasterios próximos. Hubo una gran reconstrucción en pleno siglo XVII cuando se edificaron el claustro y algunas dependencias. La iglesia románica es del año 1200, como consta en uno de los sillares del hastial. Posee tres naves, crucero y cabecera triple de ábsides semicirculares y bóvedas de cañón. El estilo é borgoñés y la estructura es cisterciense. La portada del hastial con arquivoltas formadas por baquetones recuerda los capiteles de San Andrés de Arroyo. La fábrica de la iglesia se hizo con grandes sillares que realzan aún más la monumentalidad del edificio. A su vez, la ornamentación fue suprimida deliberadamente no sólo debido a la influencia cisterciense, pero sobre todo para darle un aspecto noble y retumbante. Curiosamente, su gran capitel románico y que suporta el peso del altar no es originario de Mave, y si del antiguo Monasterio de Santa Eulalia de Villela. Un valioso retablo-antipendio románico está en el Museo de la Catedral de Burgos. Como estupenda posada rural, hoy el antiguo convento es  punto de partida para diversas rutas en busca de la Montaña Palentina.
Pero no sólo de iglesias y monasterios viven nuestras expresiones artísticas, y de las cuales nos tornamos herederos a lo largo del tiempo. Desde el siglo II, cuando Roma se tornó capital del imperio, existen restos arqueológicos que confirman la importancia histórica de nuestros pueblos y comarcas. La economía de Roma, transferida para todas las 46 provincias imperiales, se fundamentaba en la agropecuaria y en la artesanía, además de fomentar un próspero y frecuente comercio entre la capital y las demás provincias. En la península Ibérica, todos o casi todos los vestigios arqueológicos/artísticos suelen ocurrir en centros urbanos de alguna expresión. Así, con la ruralización del imperio Romano muchos patricios  o latifundistas en potencial dejaban la ciudad y pasaban a vivir en las villae o villas, originalmente casas rurales > varias edificaciones en el centro de un latifundio. Era un conjunto de propiedades campestres donde normalmente se concentraban las explotaciones agrícolas, aunque existieron villas romanas que no tenían trabajos agrarios. La casa residencial o domus disfrutaba de todos los conforts que la civilización romana ofrecía a los patricios o señores de Roma: termas, jardines, dependencias o caballerizas etc, además de las haciendas con diferentes cultivos (trigo, aceite y vinos). Estas villas poseían tres partes principales: la pars urbana > aquí vivían el dueño y su familia, conforme se tratase de patricios abastados, o sea, poseían agua canalizada, red de desagüe, sistema de calefacción central etc.; la pars rustica > ahí vivían y trabajaban siervos y esclavos; incluía dispensas y alojamientos de animales domésticos; y la pars frumentaria > instalaciones de uso común, como silos, cuadras, tenadas, almacenes, oficinas etc. A partir del siglo II, las villae se tornaron más sofisticadas y elegantes con patios internos y columnatas.
En nuestra comarca – por increíble que parezca -, la primera villa romana conocida  en la provincia de Palencia fue Villabermudo, a 1km de Prádanos de Ojeda y en su límite municipal. Es del siglo III dC, y aún conserva algunos mosaicos, pero como sucede con otros vestigios arqueológicos no están expuestos al público. Entre tanto, existen dos villas ‘rurales’ que merecen todo nuestro aprecio de geógrafo e historiador. Una es la Villa de la Olmeda, en Pedrosa de la Vega (cerca de Saldaña). Fue descubierta por Álvarez de Minanda (1968), cuando se dedicaba a las faenas del campo en terrenos de su propiedad ¡Ocurrió por puro acaso! Es un edificio bien estructurado, en torno de un patio rectangular con 25 estancias > aposentos recubiertos de mosaicos con dibujos vegetales y figuras mitológicas (dioses y héroes romanos) o de caza. El salón principal (o oecus) de 175m² conserva un de los principales mosaicos del mundo romano – una cacería de Ulises, en Skyros. Entre los objetos que más llaman nuestra atención están: herramientas de labradores y artesanos, utensilios de cocina (jarras, calderos etc); cerámicas (platos, vasos lisos o de decoración estampada, cuencos, etc); collares y otros adornos personalizados o ajuares diversos, encontrados en la necrópolis del lugar; y también monedas y atalajes de caballería en bronce – animales usados en cacerías o en la defensa de la villa, ofrendas funerarias, baños o termas, y objetos relacionados con el vestido, los juegos, la religión etc. Pero una cosa nos deja extremamente sorprendidos: los mosaicos polícromos, conservados hasta hoy in situ, que presentan extraordinaria perfección y belleza. Muchos de estos hallazgos pueden ser vistos en el Museo Monográfico de la Villa, en la iglesia de San Pedro/Saldaña, a 6km de la villa. Sin duda, todo ese material nos permite reconstruir aspectos del modus vivendi de sus moradores, tanto doméstico como agrícola y comercial. En 1996 fue declaro Bien de Interés Cultural y, en 2009, la reina D. Sofía inauguró las nuevas instalaciones de la Villa Romana de la Olmeda.
La otra Villa Romana de que tenemos noticias arqueológicas está ubicada en Quintanilla de la Cueza, en las inmediaciones de Cervatos de la Cueza >  carretera N-120, entre Carrión de los Condes y Sahagún (actual vestigio medieval del Camino de Santiago), a  solos 500 m de Quintanilla, en el Pago de Tejada, una alusión clara a los antiguos vestigios (tejas) que desde siempre afloraron en aquel lugar.
En esta villa romana dos aspectos sobresalen especialmente: la calidad y belleza de los mosaicos de sus estancias, y el buen estado de conservación del hipocausto > sistema de calefacción de las habitaciones con que contaba la villa en la época de auge y esplendor (siglos III/IV). Entre tanto, a lo largo del siglo V queda manifiesta la fase de decadencia progresiva, ora por falta de artistas musivarios sin tradición artística, ora por falta de recursos financieros sobrantes para aplicarlos en aquella práctica decorativa. El empobrecimiento de la villa está patente en los mosaicos deteriorados y no restaurados, mas apenas cubiertos por lápidas sepulcrales de piedra. Estas lápidas encubren, por ejemplo, las teselas perdidas en el magnífico mosaico de las Cuatro Estaciones. En la Villa Romana de Tejada llama la atención del visitante la variedad y conservación de técnicas utilizadas en el funcionamiento de los hornos, en general situados en la parte externa de las habitaciones a fin de calentar las diferentes dependencias de las casas/aposentos. A través de huecos y pilares localizados por bajo de los suelos, recuerdan nuestros métodos de caldear el ambiente dentro de casa, o sea, eses hornos son simplemente precursores de nuestras glorietas castellanas. También nos llama la atención el sistema de desagüe en las termas o baños, así como el alcantarillado de lo que sería un precedente de los actuales retretes en nuestros pueblos. Por lo visto, ya en aquellos tiempos, había preocupación colectiva con la higiene y cualidad de vida en los núcleos urbanos.
También en Terradillos de los Templarios [a poca distancia de la Villa Romana de Tejada], una  pedanía de Lagartos, en la comarca de la Vega/Valdavia y límites interprovinciales de León y Palencia, encontramos restos arqueológicos de una villa romana rústica. La historia de este promontorio en la carretera N-120 remonta al período tardorromano (siglos V/VI dC). Aquí una docena de arqueólogos encontraron un asentamiento o villa romana al estilo Olmeda y Pago de Tejada > este último, en Quintanilla de la Cueza. Aparentemente, sin gran valor histórico debido a su inusitada pobreza y abandono. En un terreno próximo al río Cueza, está documentada esa villa romana rústica. Con certeza, toda la comarca fue dominada por la IV Legión Macedónica, acantonada en Herrera de Pisuerga y encargada de vigilar todas las ‘calzadas romanas’ > entre la Tierra de Campos (Pallantia) y la actual Cantabria, en las guerras celtíberas contra cántabros y astures. A partir de Pallantia, el oppidum> área administrativa, más importante de esta región castellana, los romanos dejaron inúmeros asentamientos o campamentos militares, en general para acantonar a las tropas durante el invierno. En torno de Pirosaca (Herrera) la unidad dispuso de varios prata legionis (> puntos estratégicos) ej. Terradillos, Reinosa, Retortillo de Soria y Sasamón). Estos campamentos podían ser activos o pasivos, temporales o permanentes. Objetivo: controlar una zona importante a largo plazo. En la Edad Media, la calzada romana Burgos/Palencia/León fue ocupada por el Camino de Santiago > la Ruta de la Peregrinación a Santiago. Terradillos fue punto estratégico romano y medieval; y aun conserva un “albergue de peregrinos” con el nombre del último Maestre de la Orden del Temple, Jacques de Molay, acusado de herejía y mandado a la hoguera por Felipe IV de Francia (1307).  Terradillhos está cerca de Sahagún y tal vez por este motivo haya vivido a lo largo de los siglos las luchas, vicisitudes y guerras de romanos, visigodos, árabes y nobles castellanos. De hecho, con a caída del imperio Romano, al final del siglo IV, las villae se tornaron sedes de grandes latifundios, edificadas como casas de campo y a veces arrendadas a terceros o administradas por un supervisor (vilicus). Terradillos puede ter nacido a raíz de una villa rural, cujas edificaciones formaban parte de una propiedad agrícola.





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