terça-feira, 17 de julho de 2012

Prádanos de Ojeda: usos y costumbres de mi pueblo (1)


Prádanos de Ojeda, así como todos los otros pueblos de las comarcas vecinas, tiene sus costumbres, usos y tradiciones extremamente arraigados desde tiempos inmemoriales. Antes de todo hacen justicia a sus ancestros vacceos que adoraban fiestas, canciones y bebidas, y ciertamente mujeres, porque según nos fue transmitido de generación en generación las mujeres vacceas – un pueblo celtíbero que habitó la cuenca del río Duero y afluentes, entre los cuales el río Pisuerga y sus pequeños tributarios – ‘eran atraentes, muy aseadas – se lavaban varias veces al día, cosa que no lo hacían ni las mujeres romanas. Recogían el pelo en trenzas, y se adornaban mucho. Además, ellas eran muy abiertas en el trato con los hombres: manejaban las armas (escudo, espada y torque o collar al cuello) desde niñas, siendo que trabajaban tanto o más que los hombres’. Una prueba de esta destreza y valentía atávicas ocurrió en el cerco a la ciudad de Palencia (1388): mientras los hombres palentinos estaban fuera de la ciudad en campañas militares a servicio de Juan I de Castilla, tropas del duque de Lancáster, Juan de Gante (1340-1399), llegaron con la intención de saquear y pillar la ciudad de Palencia. Pero cual no fue la sorpresa de ese inglés ido y habido por valentón al constatar que las mujeres palentinas estaban vigilantes y de atalaya allí encima, bien apertrechadas en las murallas, para defenderla con uñas y dientes si así fuese preciso, contra su arrogancia y pretensiones al trono castellano, pues casara con Constanza, hija de Pedro I de Castilla. En aquella década quiso hacer efectivas sus reclamaciones legítimas al trono castellano, en una campaña que se inscribe dentro de la Guerra de los Cien Años (1337-1453). Entre tanto, Juan de Gante y su esposa Constanza,  renunciaron a los derechos sucesorios a favor de la hija Catalina de Lancáster que casaría con el primogénito de Juan I de Castilla, el futuro Enrique III El Doliente (1379-1406), en la condición de Príncipes de Asturias, por medio del tratado de Bayona (1388). Por esa singular bravura, las mujeres palentinas llevan la banda amarilla que sólo los hombres podrían vestir. Hoy es traje regional que enorgullece a todas las mujeres de Palencia.
         Entre sus costumbres más arraigadas estaba su afición por la comida,  la bebida y  las fiestas (cantos, bailes y danzas), cuando entonaban canciones acompañados de liras, pitos y flautas. Realizaban banquetes que, por veces, duraban varios días y noches: servían cerdo cocido, buey, vaca, venados, cabritos, truchas, miel, queso, leche, hidromiel > agua mezclada con miel, vino y cerveza. Se sentaban en el suelo sobre pieles de animales y comían con los dedos, alrededor de la hoguera; de noche, dormían sobre esas mismas pieles o en camas de hojarascas. Los invitados a sus fiestas ocupaban el lugar de honor y a su lado o en el medio de ellos el anfitrión: en seguida, según su jerarquía se colocaban los demás participantes, hombres y mujeres. Y acerca de ellos se dice: aunque eran ricos no se agrupaban en ciudades, prefiriendo los pueblos pequeños, fortificados con empalizadas de madera y rodeados por sus campos de cultivo y pastos para el ganado. En Prádanos de Ojeda, los vacceos encontraron lo que más procuraban: prados verdes y tierras donde plantaban toda clase de cereales. La estructura fue puramente tribal de jefes y guerreros – todos ellos formidables jinetes y óptimos forjadores de hierro; de ahí su espíritu nómada. Los vacceos preferían permanecer en constante movimiento, obligándose en muchas ocasiones a vivir del saqueo y del pillaje. En Galicia debido al verdor de los campos y yacimientos de oro, hierro y sal, a las costas marinas, a los dólmenes y menhires y, principalmente, a las gentes de aquella tierra, todo eso y alguna cosita más les invitó a quedarse por allí en definitivo. Sometidos por Roma, aceptaron la división de clases sociales. Grande número de los guerreros celtas > vacceos, fueron mercenarios, y serían los constructores de los primeros carros de guerra. Después de la conquista de las Gálias por Julio Cesar (58 aC), la destrucción de los últimos reductos ibéricos y el incendio del enclave de Pallantia por Pompeyo, los celtas/vacceos se dispersaron en dos direcciones a partir de Hallstatt/La Tène (Austria/Francia): una, cruzó el Canal de la Mancha rumo a Irlanda, País de Gales y Escocia; y la otra, costeó los Cornualles y Aquitania (Francia), atravesó los Pirineos y se fijó en la cuenca del Duero y afluentes y, finalmente, se asentó en Galicia (España). El espíritu celta-vacceo aún perdura hasta hoy en diversas tradiciones. Incluso, hay quien piense que el Camino de Santiago sería la ruta esotérica y mágica de los celtas, un simple sendero recorrido por personas amigas de misterios [druidas] y, sobre todo, en dirección a las costas gallegas que miraban, ‘pensativas y meditabundas’, al inmenso océano donde terminaba la tierra > finis terrae.
          Existen entre nosotros muchas costumbres heredadas de los ancestrales vacceos. El espíritu de cazador es una de ellas: en las comarcas de la Montaña Palentina, la caza al jabalí, al ciervo, al corzo y al toro salvaje siempre fue una diversión; nuestras toradas serían reminiscencias de esta caza milenar. En estas regiones los vacceos construyeron una infinidad de castros o viviendas situadas en atalayas > cuestas de media montaña ej.: Prádanos de Ojeda, Olmos de Ojeda, Becerril del Carpio, Cervera de Pisuerga. Aguilar de Campoó, etc. Con el transcurso del tiempo, esas casas  rectangulares fueron ampliadas y cubiertas por techumbres de paja en cuyas dependencias siempre hubo un hogar, um molino manual y un horno para cocinar el pan y otros alimentos. Las familias vacceas vivían con bastante sobriedad y convertían sus momentos festivos en acontecimientos de alegría, convivencia fraterna y gritería sana, pues les gustaba bailar, cantar o recitar poesías al son de flautas, trompetas, gaitas y liras. El nombre Galicia derivaría de Galia, una vez que los celtas/vacceos encontraron una cierta identidad entre los dos territorios, aunque fuesen muy distintos. Los gallegos tenían uma voz más viva y suelta – daban alaridos estremecedores que ni el fragor de las batallas o la furia y bramido del mar conseguían acallarlos. Sus creencias y prácticas religiosas eran naturalistas: adoraban al sol, a la luna, a las estrellas, al mar, a los ríos, a las fuentes, a los bosques o a las montañas. La diosa Antubel, representante de la noche, de las sombras y enemiga de la luz y del sol, era jefa de las meigas (> sacerdotisas druidesas); sólo ellas conocían el camino que llevaba al fin del mundo > finis terrae.
        La mayoría de estos dioses y creencias fueron ‘cristianizados’, pero en cierta forma continúan ‘celtas’. Siguiendo el camino del sol > Ara solis o culto a la fertilidad, los peregrinos y ‘adoradores’ del Cabo Sagrado (> Finisterre) veían en el ocaso del sol una simbología: la zambullida del sol en el océano infinito simbolizaba el fin de la humanidad y su zambullón en la vida eterna. Según la leyenda celta, el Cabo Sagrado > Finisterre, sería la prolongación de la vida terrenal, pues consideraban a las mujeres tan importantes cuanto los hombres. Persiste la leyenda caldea: un día, el pueblo caldeo decidió descubrir el escondrijo del sol siguiendo la órbita solar en dirección al Occidente. Al final llegaron a Galicia donde fueron obligados a parar visto que el mar les impedía de proseguir. Para su enorme tristeza comprobaron que el sol se ahogaba en las profundas del Mar Tenebroso y se ‘divertía’ con las algas durante la noche. Para festejar ese encuentro amoroso decidieron construir un altar que llamaron Ara solis. Hay quien diga también que sacerdotes medievales confundieron o identificaron intencionalmente las sacerdotisas druidas con brujas para ofuscar tales creencias. El folclore gallego es fecundo en leyendas y tradiciones mitológicas a las cuales pertenece la peregrinación al Ara solis y al Cabo Fisterra. El culto a las estrellas hace con que la Via Láctea se llame Camino de Santiago, una metáfora para la ruta de las almas en dirección a la eternidad. Curiosamente,  el cáliz y la hostia del escudo de Galicia es una representación simbólica y cristianizada del astro rey sobre un altar (el mar). Entre los pescadores gallegos existe la llamada ‘dar la vuelta al sol’ > segunda quincena de diciembre, entre los días 19 y 24, que coincide con la entrada de las sardinas en las rías oceánicas después de una espera obligatoria. De cualquier forma, el culto al sol se constituye en un elemento importante de la mitología gallega. La transferencia del culto solar a la figura del apóstol Santiago, para muchos estudiosos, es patente y enigmática, pues así como el sol desvanece las sombras de la noche, el apóstol Santiago destruye las tinieblas del paganismo y de la idolatría. La batalla de Clavijo/La Rioja (844) sería un momento de impactación en el subsconciente hispánico.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   
          Dejando un poco de lado a nuestros antepasados, y recordando más su talante festero y amantes de la buena comida y bebida, el Portal de Turismo, de Palencia, nos da algunas explicaciones convincentes acerca de nuestros usos, costumbres, fiestas y tradiciones. Ya de entrada nos afirma de sopetón: Palencia ‘no defrauda nunca al visitante’. Y no sólo porque sus cinco comarcas naturales – Montaña Palentina, Vega/Valdavia, Boedo/Ojeda, Tierra de Campos y Cerrato – son fuentes inagotables de placer para todos aquellos que aprecian la belleza de la naturaleza en cada una de sus manifestaciones, pero sobre todo porque todas ellas ofrecen al turista o visitante posibilidades nunca imaginadas (piragüismo, senderismo, cicloturismo, escalada, pesca, caza, paseos a pie, a caballo o de barco pelo Canal de Castilla etc). Nuestras comarcas aportan siempre una nota pintoresca o contribuyen para que el visitante se sienta en su casa. Por ejemplo: que delicadeza contemplar la silueta de los palomares, en la Tierra de Campos al caer de la tarde; que religiosidad  visitar las ermitas románicas o rupestres en la Montaña Palentina; que entusiasmo y admiración contemplar toda  la arquitectura tradicional de nuestras iglesias, monasterios y castillos, con diversos estilos y materiales de construcción. Y no apenas en ciudades importantes; también en pueblos por más pobres que ellos sean. Por eso, es justo escuchar su reclame: ‘quienes vengan a vernos se sentirán a gusto entre nosotros y, ciertamente, descubrirán nuestros encantos y secretos’.
      En casi todos los pueblos de la provincia existen casas de turismo rural acordes con el paisaje del campo, e impregnadas del sabor y de la tradición de los lugares en que están enclavados. Los palentinos saben apreciar de verdad y con inteligencia ecológica los productos recién recogidos de la huerta; son testigos directos de la llegada de las aves migratorias; conocen las hierbas aromáticas y medicinales que surgen en los caminos y veredas de su amada tierra… Y, antes de todo, saben dimensionar las cosas buenas, a comenzar por la gastronomía que reúne, por santa y feliz tradición, estos tres pilares gastronómicos: la calidad de los productos agroalimenticios, suculentas recetas de grandes y cualificados maestres-cuca de la cocina regional y restaurantes acogedores, donde se disfruta de los placeres de la mejor mesa palentina que la Historia ya comprobó. Claro está, sin desmerecer otras plazas. Los palentinos –especialmente aquellos que intentan compensar la vida dura del campo con celebraciones ligadas al sector agrícola -  han heredado de sus ancestrales vacceos los festejos que recuerdan una buena sementera, la cosecha recogida a cada año que pasa, las fiestas patronales del pueblo, acontecimientos religiosos para contrarrestar las versiones paganas más o menos disfrazadas. En fin, podemos decir que el calendario de fiestas de nuestras comarcas se sucede casi sin interrupción a lo largo del año. Me extraña mucho: el nombre de Prádanos no aparece en listas y en mapas de estudios regionales. Es preciso indagar por que eso acontece…
De hecho, en los pueblos palentinos hay fiestas de carácter gastronómico ej.: el Festival Nacional de Exaltación del Cangrejo de Río, en Herrera de Pisuerga; o la Gran Paellada, en Olleros de Pisuerga, o fiestas de carácter religioso ej.: el Bautizo del Niño y la Romería de Santo Toribio > fiestas de Interés Turístico Regional, o la Guerra entre Moros y Cristianos, en Dueñas, etc. De otro modo, podemos decir que es raro el pueblo donde no hay al menos alguna romería a un santo o a la Virgen María, cuando suenan la dulzaina, el tamboril, el almirez, la tejoleta, la pandereta y la botella de anís, aguardiente o vino, así como mozas y mozos que aprovechan la ocasión para bailar, danzar o cortejar a sus pares en los festejos. Los deportes también encuentran en Palencia sus celebraciones todos los años, como el Descenso Internacional del Pisuerga > de Interés Turístico Internacional, en Alar del Rey…
    En Palencia, la tradición y el folclore se entrelazan a través de la indumentaria ya tradicional desde el siglo XVIII, con elementos medievales o renacentistas ej.: los hombres visten camisas blancas, chalecos y sombreros negros, pantalón marrón y fajín rojo; las mujeres, corpiño de terciopelo negro, sobrefalda de paño rojo, amarillo o verde, mandil negro, enaguas y medias blancas caladas. También los vestidos más ricos llevan bordados con azabaches en la falda y en el mandil. Por merecimiento histórico, las mujeres palentinas pueden llevar cruzada sobre el traje una banda dorada (amarillo choque) en recuerdo de la heroica defensa de la ciudad frente al duque de Lancáster, única en la Historia de España. Estos atavíos son elementos comunes con ligeras variaciones a todos los pueblos palentinos en días de fiestas patronales o de conmemoraciones y representación histórica o civil. En estas oportunidades pueblerinas, las danzas populares están presentes con toda pompa y circunstancia que el Ayuntamiento puede costear. Los hombres visten sus trajes de gala (blancos) para ejecutar las danzas típicas en honor del patrón o patrona del pueblo ej.: Prádanos de Ojeda en honor de san Cristóbal de Licia, el santo protector de los viajantes e invocado contra tormentas y tempestades de granizo. Hay danzas famosas y de repercusión internacional como la Danza de la Pata y el Recuadro, en Saldaña; el Baile de la Cobata, en Baltanás; la Jota de Cisneros o de la Redondilla, en Flechilla > esta última de origen celtibera.
      Existen, por tradición, costumbres que nunca se dejan de lado ni que lluevan cántaros de sarna o caigan del cielo cuchillos o navajas. Una de estas tradiciones es realizar la travesía del Camino de Santiago que cruza la provincia de Palencia de lado a lado > este a oeste, de Burgos a León, casi por el centro geográfico de nuestro pequeño mapa; son 70km de caminada. Existe un ramal alternativo que pasa por Cervatos de Cueza donde encontramos la villa romana del Pago de Tejada > latifundio romano de uso agrícola (siglo II), cuyo esplendor discurrió a lo largo de los siglos III/IV; impresionan sus magníficos mosaicos, la piscina y los hipocaustos, origen de nuestras ‘glorietas’. Pero el primer pueblo palentino propiamente dicho a surgir en el Camino de Santiago es Otero de la Vega y su ermita dedicada a Nuestra Señora de la Piedad (siglo XIII). En la entrada del pueblo una estatua de Santiago peregrino bendice al viajante, y le susurra ‘!Bienvenido a la Tierra de Campos!’. A partir de esse lugar, el romero solo encontrará ‘las mareas del trigo trepidante y dorado/ mecidas por la brisa ligera del viento’, en versos poéticos. Después encontramos algunas ciudades importantes, entre las cuales sobresalen Frómista y Carrión de los Condes. Antes de dejar la provincia, el peregrino deberá pasar por Terradillos de los Templarios – pueblecito que albergó una villa romana rústica - y, por fin, antes de entrar en Sahagún (León), él se depara con San Nicolás del Real Camino  - aldea de 40 habitantes (2011), pedanía de Moratinos y último ‘pueblo’ del camino jacobeo en la provincia de Palencia.
Hablando de tradiciones, usos y costumbres, nos llama la atención el curioso título que el Guía de Recursos Ambientales dio a uno de sus apartados: ‘Adobe, piedras y romerías’. Sí, en nuestras comarcas y pueblos, esos tres sustantivos poseen intensidad marcante, sobre todo en la arquitectura popular, ora en forma de adobes o tapias, que se recubren de barro y paja (Boedo/Valdavia), ora en forma de entramados de madera > los paños o entrepaños se rellenan con materiales diversos ej.> cantos, ladrillos o barro (Ojeda, Vega/Valdavia), ora en forma de muros o estructuras hechos con piedras de cantaría así como sus castillos e iglesias (Montaña Palentina). Las casas/viviendas de nuestros pueblos constan tradicionalmente de dos plantas: la baja, donde  mora el labrador con la familia y guarda el ganado; y la superior, que sirve de granero, secadero etc. La casa de mis hermanos Cristina, Elpidio y José es exactamente así: puede  acrecentarse un pequeño patio interno con varias utilidades o serventías. Actualmente, el ladrillo y el servicio de albañilería son los preferidos, pero en tiempos de antaño realmente los adobes, tapias y entramados eran comunísimos. El portal o pórtico también es muy frecuente para proteger la casa del rigor invernal, así como el revestimiento exterior que se hace con barro y paja, y una pequeña abertura en las tapias o muros para equilibrar las temperaturas tanto en el verano como en el invierno, las dos estaciones extremas. Todas las estructuras  (zócalos y pies) encuadran los entrepaños con rellenos de ladrillos [tonos rojos] o de tierra [madera y barro]. En casi todas las casas/viviendas de nuestros pueblos, son típicos: el portón que da acceso a la calle y el bocarón del pajar, de gran utilidad en las faenas agrícolas. Cuando niño oía pronunciar mucho la famosa portonera > portones de gran tamaño por donde pasaban los carros y aperos agrícolas.
Otros usos y costumbres extremamente arraigados en las comarcas palentinas son los llamados colmenares > construcciones de adobe, mampostería (piedras sin labrar) y tejados de dos aguas, con teja árabe > de canal cónico. Los colmenares están alejados de los núcleos urbanos, aunque existan casos rarísimos en que aparecen junto a las viviendas/casas dentro del pueblo. Curiosamente, la puerta está siempre en la dirección sur para aprovechar al máximo el calor del sol, especialmente en el invierno. Se construyen en el centro de plantaciones florales, más utilizadas por las abejas en la producción de miel. Leí en un libro que casi todas las casas labradoras de nuestros pueblos tenían una colmena - en Prádanos nunca vi colmenares, pero en la Ojeda existen muchos. Colmenares de Ojeda, por ejemplo, recibe este nombre debido a sus hermosos, ricos y antiguos colmenares -, y cuando los enjambres crecen las colmenas se multiplicaban, incluso se comercializa mucho la miel. Se dice que los mejores sitios y maneras de aumentar las colmenas son colocarlas en el centro de un huerto familiar, pues así se aprovecha la polinización de su variada flora; los corrales o cualquier rincón soleado son también excelentes lugares para un colmenar prosperar y dar cierto. En Viviendas de ayer y hoy, el autor y morador de Moratinos recoge algunos refranes interesantes, como este: si quieres vivir sin trabajar ten ovejas, abejas y palomar. O este otro: no compres cosa vieja, a no ser miel o teja. Pero estos usos y costumbres antiguos sufrieron un duro golpe con la barrosis > enfermedad contagiosa que mata los colmenares en poco tiempo, sobre todo aquellos instalados en cestos maltrechos muy usados en vendimias, y forrados de barro y paja, fijos en la pared en hilera o superpuestos. En San Nicolás del Real Camino, los aficionados en apicultura juntan las colmenas móviles y las llevan a un caserío cercano para aprovechar mejor la floración autóctona. La abeja palentina es insustituible en la polinización de plantas y árboles frutales, como manzana, mora, cereza, zarzamora, pera, ciruela, fresa etc. y en la producción de miel, cera, jalea real, además de otros productos utilizados en repostería > pastas, dulces y bebidas, y en farmacoterapia. En España, es preciso seguir la legislación en la hora de instalar un apiario. El Real Decreto (2002) determina la ordenación de las explotaciones apícolas y, sobre todo, las distancias establecidas para poblaciones, carreteras y caminos.
Ahora, costumbres y usos de luengas datas son los incontables y divertidísimos juegos que la tradición continúa manteniendo a través del tiempo. Aunque muchos de ellos debido a circunstancias dichas de retroceso están desapareciendo de nuestros pueblos. En mis tiempos de niño existían algunos más populares, como los bolos, la pelota, los aros, la chana,  las brochas, el lanzamiento-de-barra y herraduras, la corrida -de-cintas, las tabas, la monterilla, la soga-tira o tirar-de-la cuerda, carrera-de-sacos, corridas-de-burros, etc. Existen hasta concursos como el de soga-tira de Valdespina, en blanco y negro. El juego de bolos, por ejemplo, es una de las más viejas tradiciones que aún perduran en España bajo diferentes modalidades; en Palencia prevaleció el bolo-llano > cuatro partidas de tres juegos cada uno. El equipo es constituido por cinco personas. Pero existen tantas maneras de jugar a los bolos que es difícil señalar cual de ellas sería la mas interesante. En realidad, excepto un juego de bolos practicado por mujeres, el resto fue sólo de hombres. Dentro de los juegos de lanzamiento, la chana o calva es el más representativo. Su origen habría que buscarlo en las tradiciones de los pastores trashumantes, cuya calva o chana era un cuerno de buey o de cabra; la chana tendría conexión con ejercicios físicos de celtas, egipcios y romanos. El juego de la pelota en frontón abierto es quizás el más tradicional de todos: en cualquier pared, de preferencia la de la iglesia, se practicaba este juego popular. Yo me acuerdo: jugábamos a la pelota en el portal del ayuntamiento. Habia hasta enfrentamientos entre pueblos del contorno. El juego de las brochas fue muy popular y tradicional – introducir la bola en determinados agujeros (nueve > cinco ‘perdederos’ y cuatro ‘ganaderos’ de los que componían las brochas -, pero se ha perdido hace tiempo: sólo personas de edad saben lo que es el juego de las brochas. La monterilla, por ejemplo, fue también un juego de pastores: se lanzaba la cachaba para colocarla sobre la montera…
En Juegos y Deportes, se clasifican las diversiones populares más tradicionales de España en juegos infantiles y juegos de adultos (y sus modalidades autóctonas). En esta clasificación, constan juegos:1) tradicionales (pasan de padres a hijos - infantiles y de adultos; 2) rurales con apuestas; 3) populares (de pueblos llanos); y 4) deportes (populares o no). En casi todos ellos yo me coloco y a mis paisanos también, pues participé de ellos o los vi jugar. Hay juegos de echar suerte > cara o cruz, pares o nones, echar pies, pase misí, pajitas o palos, la raya o lanzamientos, los alfileres etc.; juegos de correr y coger > el escondite, la cadena, el rescate, el pañuelo, cortahílos (en Prádanos tenía otros nombre), las cuatro esquinas, civiles y ladrones etc.: juegos de coger y saltar > la pídola o píndola, el salto o raya, a la una anda la mula, el espolique, la coscojita o infernáculo etc.; juegos de cuerda o comba > soga-látigo, pon pon el cartero, una dos y tres, etc.; otros juegos > el aro, los zancos, los silbatos, las canicas (y sus muchas variantes o modalidades), el peón, peonza o trompa (y sus combinaciones), las tabas (y modalidades), los perpes ej.: cromos, billetes de tren o capas entrelazadas de cajas de cerillas), las chapas, la piñata, la honda, la carrera-de-sacos, los tiradores (¡que saudades!), las chirumbas o juego-de-los-palos o de-los-cirios(¡cuantas veces yo jugué de niño a la chirumba!), el juego-del-gua, la gallina-ciega, el tejo, etc. Entre los juegos de adultos, se citan: los bolos (sólo en Castilla hay unas 30 modalidades), el billar-romano, la carrera-de-cintas, el corte-de-troncos, las cucañas-terrestres, el herrón-herradura, la llave, el lanzamiento-de-barra, la lucha-de-la cruz, la lucha- leonesa, la monterilla, el morrillo o chana, la pelota, la rana, la tanga o tuta, el tiro-de-honda etc. Algunos de estos juegos son considerados deportes tradicionales en Castilla y León: tienen reglas y están supervisados por la Federación Deportiva ej.: el billar-romano (Zamora) , la rana (Ávila), la tanga (Burgos), el bolo-leonés (León), la monterilla (Palencia), la calva o chana (Salamanca), la pelota (Segovia), la herradura (Soria) y la barra-castellana (Valladolid).
       La monterilla, de modo especial > un juego tradicional y característico de nuestros pueblos palentinos, tiene o tenía un cierto parecido con la tanga o tuta, la chana y hasta con el juego de bolos. Era un juego practicado por pastores trashumantes: hoy, con la decadencia del pastoreo, el juego también ha desaparecido sin saber exactamente el porqué de su desaparición. Unos setenta años atrás era un juego apreciadísimo y practicado por la inmensa mayoría de los pastores, y en lugares donde existían rebaños de ovejas y cabras, porque era un divertimiento interesante, donde los jugadores precisaban demonstrar habilidad, puntería, destreza y coordinación óculo-manual, así como apreciar distancias y trayectorias. Por lo que consta, este juego solo se practicaba en la Tierra de Campos, pero ciertamente se extendía a todos los pueblos de la provincia. La época más propicia era el mes de septiembre cuando los campos no estaban sembrados y el ganado se podía dejar pastando sin mayores preocupaciones. Durante el invierno, se practicaba en los corrales y tenadas donde estaban concentrados los rebaños. El juego se desarrollaba sobre la hierba o sobre tierra. En general, se usaban la boina y la cachaba de los propios jugadores. El juego consiste en lanzar la cachaba y colocarla lo más cerca posible de la boina o montera. Parece simple como todo juego tradicional, pero esto exige una habilidad especial para lanzar la cachaba y dirigirla a un punto concreto. Es una técnica parecida a la del boomerang pero sin regreso al lugar de origen. Las dimensiones y pesos de la cachaba no están reglamentados; dependen de combinación anticipada. El juego comienza con dos monteras boca abajo, una de frente a la otra, a una distancia de 30cm. Cada jugador intenta tirar la cachaba del otro competidor, y si conseguir colocarla encima de la montera gana 2 puntos, o cuando más próxima posible, apenas 1 punto. El equipo con más puntos (entre 15 y 21) gana la partida. La chana o calva de Salamanca es más o menos la misma cosa: en lugar de la montera se usa un cuerno o un asta de macho cabrío; y en lugar de la cachaba, unos cantos rodados en las orillas del río. Después eran pulidos y convertidos en cilindros de bases redondeadas, de pesos y dimensiones acordes a sus gustos y posibilidades.
      Ah, y las romerías de nuestros pueblos, ¡que cosa preciosa y cautivante ver aquella multitud de gente o reunión de fieles devotos en peregrinación a alguna ermita, iglesia o santuario para pagar promesas religiosas o exvotos > dones u ofrendas, como muletas, mortajas, figuras de cera, cabellos, cuadros etc. que los fieles cristianos dedican a la Virgen María o a los santos en señal y recuerdo de algún beneficio recibido, y que se cuelgan en los muros, en la techumbre de los templos o en capillas para ese fin destinadas em muchas ermitas! En nuestras comarcas son famosísimas, entre tantas otras, la Virgen del Brezo, en la Montaña Palentina; Nuestra Señora del Valle, en Saldaña; la Virgen de Rabanillo, en Tabanera de Valdavia; la Romería del Otero, en Congosto de Valdavia; la Virgen del Rebollar, en Vega de Vur; la Virgen del Boedo, en Báscones de Ojeda, etc. De hecho, toda remaría presenta tres momentos importantes: el viaje, la llegada a la ermita y el regreso al pueblo. En general, toda romería tiene carácter religioso y, por eso, en ella se realizan misas, procesiones, y otras actividades coordinadas por algún sacerdote, aunque actualmente también existan actos paralitúrgicos ejecutados por personas laicas. Un romero que se precia hace el recorrido a pie y en grupo. Hay romeros que se cargan una cruz a las cuestas y caminan kilómetros y kilómetros por caminos y vericuetos nunca vistos hasta llegar a la ermita o catedral, como es el caso del peregrino del Camino de Santiago…
 En el mundo existen lugares de peregrinación internacional como Lourdes, Fátima, Santiago de Compostela, Belén do Pará (Brasil) – en la Fiesta del Círio de Nazaré acorren dos millones de personas, así como en Aparecida do Norte/SP el Santuario de Nuestra Señora de Aparecida (Brasil). El papa Paulo VI ofreció a este santuario la “Rosa de Oro’, en reconocimiento por su valor religioso, histórico y cultural. En Juazeiro do Norte/CE, todos los años hay una romería al Monumento del Padre Cícero, a la cual comparecen más de un millón y medio de fieles devotos. Y a pesar de no ser un santo canonizado por la iglesia, es un ‘santo milagroso’, padrino y protector de millones de nordestinos que le llaman cariñosamente de ‘Padim Cíço’. Casi todos los lugares de romerías tanto en España como en cualquier parte del mundo son considerados patrimonios artísticos y culturales de esos países.
             Y como forma de terminar este reportaje, yo mencionaría un hecho curioso citado por el Guía de Recursos Ambientales, y que lleva el nombre de Fiesta de los 25 Pueblos, sin duda la más espectacular y misteriosa de todas las conmemoraciones de que se tienen noticia en Palencia. Recordaba decimos bien  – en tiempo pasado, pues ni el Portal de Turismo, de Palencia, la cita en sus apuntes – la victoria del pueblo sobre los señores feudales: cada pueblo acudía con sus pendones y banderas, vestidos a rigor, para festejar tan gran acontecimiento histórico. En general, cualquier acto religioso va acompañado de pregón, ofrenda de flores, cabalgata, animación de calle, conciertos, verbenas, fuegos artificiales, títeres, pasacalles etc. O sea, las fiestas en Palencia se realizan en ton mayor: son actos culturales, religiosos y gastronómicos con grande participación del pueblo. Y todo se repite al año siguiente…. En Osorno la Mayor, por ejemplo: en la Fiesta de San Miguel de los Santos hay ‘verbena con disco móvil, charanga matinal, teatros de calle, desfile de carrozas, espectáculos de fuego y mucho, mucho más’, como nos afirma el portalfiestas.com.

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