quinta-feira, 28 de junho de 2012

PLANATAS DE MI PUEBLO -: matorrales y carrascales (1)

       Interrumpí, por breves momentos, el discurso de BBB+ (cosas buenas, bonitas y baratas) de mi pueblo - Prádanos de Ojeda/Montaña Palentina - para describir y biografiar nuestro ilustre antepasado, don Gonzalo Yáñez de Aguilar [> D. Goançal’Eanes do Vinhal, en lengua galaico-portuguesa del siglo XIII]. Fue un importante y conocido trovador (> poeta lírico) del Medioevo, amigo palaciano del rey Alfonso X El Sabio y guerrero de primera línea contra los moros em Murcia, Jaén, Sevilla, Granada, Algeciras… En agradecimiento a sus servicios militares contra los sarracenos, el rey le hizo donación de la villa y castillo del antiguo solar de Aguilar de la Frontera (Córdoba), junto con todos sus heredamientos y legajos. De este apellido ‘bebemos’ todos los Aguilar, desde el año de 1257. Es lo que dicen y subscriben los Nobiliarios. Así, una vez cumplida mi trovadoresca e importante misión, retomo otra incumbencia que reputo interesante y accesible a mis caros conterráneos pradaneses (¡!); o mejor dicho, pradanenses, como debería ser el gentilicio de Prádanos de Ojeda, según pude conferir en mi pesquisa. Y me parece conclusiva, porque todos los gentilicios y otros adjetivos de resonancias latinas, como es el caso de Prad + anos > derivado del sustantivo latino ‘pratum’ > prado –, indican relación, procedencia, adscripción o pertenencia de un lugar; son topónimos que forman particularmente los adjetivos de población. Así,  con la ayuda de sufijos terminados en -ense > elemento que añadido a la raíz aporta un matiz gramatical o semántico propio, formamos nuevas palabras. Claro, existe también el sufijo -és, sa ej.: leonés, aragonés etc. que forman adjetivos gentilicios, o se añaden a nombres que no son de población ej.: cortés, de corte; montañés, de montaña etc., pero la diferencia semántica es flagrante. Y, por eso, opino que existe cierta lógica vernácula en relación a pradanense, incluso por la sonoridad de la palabra que es mucho más vibrante y, sobre todo, por la facilidad de su pronunciación. Ya pensaste, mi ilustre colega, en oír a tu alcalde mayor o pedáneo gritar en un mitin de partido: ‘mis queridos pradanenses… Sería la máxima apoteosis vibrátil en la historia de Prádanos [cf Diccionario Esencial de la Lengua Española, de la Real Academia Española (2006)]. Yo osaría decir al amigo que me intitula ‘el actual perímetro urbano’, ¿por qué no, conterráneo,  disponer de dos o tres gentilicios como acontece con otros pueblos de Palencia? El propio pradaneño[s] – del sufijo eño, ña, que forma adjetivos significando ‘natural de’ [brasileño, extremeño, malagueño etc]; o ‘perteneciente a’ y ‘relacionado con’ [abrileño, navideño, ribereño etc.] -, es sin duda mucho más interesante y accesible que ese ‘envinado’ pradanés o pradaneses, apellido o mote de cosas, y sin fuerza discursiva. Cuando se pronuncia un pradaneses parece que la manteca se está derritiendo o el balón se desinfla… Incluso, da sensación de derrota. Por otro lado, hasta podría concordar con un, digamos, ‘rebaño pradanés’, ‘arroyos pradaneses’ o ‘alfalfa pradanesa’, pero un pueblo pradanés o chicos pradaneses es difícil de engullir… Entre tanto, es apenas una digresión exclusivamente mía que tal vez no venga al caso. Simplemente externé mi parecer, porque me llaman enormemente el español y el portugués en cuya facultad quise formarme, pero circunstancias del momento me desviaron de ese objetivo, y me llevaron para el estudio de las ciencias humanas (filosofía, teología, historia y geografía).Pero no dejo de cultivar mi interés por esas dos lenguas y escribir mis recortes sobre materias diversas. En fin, pradaneses,  pradanenses o pradaneños, todos somos hijos de una misma tierra extremamente gentil y querida, aunque ella sea pequeña, humilde y decadente, pues nos acecha con añoranzas y ‘saudades’ de un tiempo  que no vuelve más (¡tal vez olvidado!), y hasta probablemente perdido en la polvareda de cada vivencia.
        Pero, sí… Volvamos al asunto. Ah, cuando pienso en el verde follaje de mi pueblo > conjunto de hojas de árboles/arbustos/matorrales  y de otras plantas forrajeras, aromáticas o medicinales, o en la simple vegetación campestre de Prádanos de Ojeda, siento como si mis nostalgias más profundas y palpitantes  desfilasen como burbujas en procesión, por el cauce de un río muy íntimo y solariego. Sea, por ejemplo, el matorral del monte hoy ocupado por millares de pinos y formando un bosque ‘mediterráneo’ que la fotografía de encima nos muestra. El monte de Prádanos – ‘de niño, me causaba verdadero pavor’ – se caracteriza por inviernos clásicos > de templados a rigorosos o fríos, y por veranos secos a poco lluviosos, sujetos a incendios forestales cuando el estío se transforma en canícula o destila un calor más calcinante o aquele bochorno infernal; el otoño y la primavera, al contrario, son estaciones de pluviosidad bastante regular. Este tipo de bosque aparece y se desarrolla alrededor del mar Mediterráneo, pero también se hace presente en cuencas endorreicas > aguas de un territorio sin desagüe al mar, como es el caso de la meseta castellana y zonas geográficas de la media montaña palentina donde se localiza nuestro querido pueblo. Las especies predominantes son la encina y el roble, um ‘matrimonio’ perfecto en las profundidades del sotobosque pradanense. En él también vamos encontrar plantas leñosas, espinudas y aromáticas como la manzanilla y el tomillo,  el romero y la zarzaparrilla etc. En él abundan igualmente los pinos tipo carrasco y piñonero.  En Villanuño, mis abuelos  tenían un pequeño pinar que me encantaba em mis días de niño.
       El significado del término matorral > conjunto de matas intrincadas, espesas y llenas de maleza es un poco genérico, así como lo es también el vocablo matojo > un sinónimo de matorral, pero con mayor amplitud >  plantas  de un monte muy poblado y espeso,  considerado por lo general  un bosque de mata silvestre, y otros vegetales  densos y erizados. Como decimos en el Brasil, son terrenos cubiertos de ‘plantas bravías’, de difícil penetración y manejo, muchas veces llamadas de breñas. Junto a estos matorrales más o menos cerrados y espesos, encontramos el bosque de galería donde predominan especies frondosas y más abiertas. Aquí apreciamos árboles gigantes, largas y estrechas, como el chopo, el olmo, el álamo etc. que acompañan la sinuosidad y meandros de los arroyos y ríos de nuestra comarca. En nuestros días, el bosque se degradó en garrigues > tipo de vegetación secundaria por lo general arbustiva y herbácea, a veces confundida con maquis o chaparral  > mata de encinas o robles de muchas ramas y poca altura, que crecen en suelos ácidos y graníticos; los garrigues, al contrario, prosperan mejor en suelos alcalinos y pedregosos, como en el monte de Prádanos. Pero ambos son pasibles de degradación debido a su utilización para el pastoreo y cultivos de secano. La diferencia marcante entre ambos está en el sustrato vegetal: en cuanto los maquis poseen una vegetación alta, densa y espesa (de hojas persistentes y endurecidas) con predominancia de urzes y arbustos, los garrigues forman una vegetación más baja y, por eso, más susceptible a la degradación.
En varias partes de la península Ibérica  - no sólo en Castilla La Vieja - existe un tipo de  bosque más aclarado conocido por dehesa > terrenos generalmente acotados y destinados a pastos de carneros, potros, vacas… Cuando guaje, oía hablar en dehesa como referencia a las tierras próximas al monte, y siempre quise saber su significado técnico. Hoy, cuando escribo estas líneas procuré y encontré on-line una definición bastante interesante de dehesa – palabra derivada del verbo latino  defendere > ‘en la Edad Media, permiso real para acotar y cerrar fincas’ – donde se hace referencia a  terrenos acotados al libre pastoreo del ganado trashumante. Ya entre los romanos era costumbre establecer latifundios en áreas marginales en relación al centro del bosque, reconocidas por el municipio como terrenos controlados por un único dueño (a veces el propio alcalde o un ricohombre del lugar, pero en beneficio del pueblo o arrendado a propietarios de rebaños ovinos): era el pratum defensum o acotamiento de prados/fincas roturadas, mantenidas y explotadas como pastizales/encinares, incluso con cabañas ganaderas para regular y administrar los rebaños merinos o trashumantes. Con la fase de abandono a la producción forestal en favor de las culturas de secano, provocó la tala y el clareo abusivo de nuestro bosque municipal adehesado, y en consecuencia su fuerte degradación. En Prádanos de Ojeda, este factor obligó a las autoridades a la reforestación de pinos. Por otro lado, la falta de pastores, vaqueros y asemejados – otrora abundantes y mal retribuidos en su trabajo– simplificó las dehesas que ya no tienen más ovejas, vacas, potros etc. Por eso, hoy en día el concepto de dehesa se traduce en un ecosistema de creación artificial a partir del bosque/monte de encinas, surgiendo de ahí las actividades agrícolas empeñadas en arrebatar tierras al bosque y así poder destinarlas a pastizales en fases distintas: primeramente se aclara el bosque denso de encinas, robles, hayas y carvallos; después se controla la vegetación leñosa y se estabiliza el pastizal. Quien visita el monte de Prádanos percibe como esto se tornó una realidad, sobre todo en los valles que se abren a partir de Pico y Peña Cortada.
      Campos Palacín definía así un bosque adehesado como el monte de Prádanos: es un sistema agroforestal cuyos componentes leñosos, pascícolas, ganaderos y agrícolas interactúan beneficiosamente en  terrenos económicos y ecológicos en determinadas circunstancias de gestión. Hace pocos años, esas circunstancias fueron la degradación del suelo y de su vegetación para fines económicos, principalmente de pastoreo. En general, los suelos del monte son delgados, de rocas silíceas, duros y ácidos, principalmente pizarras y granitos. Por eso los suelos son muy pobres visto que las zonas más fértiles perdieron el arbolado a causa de seguidas roturaciones. No obstante su pobreza, estos suelos producen una diversidad de ambientes edáficos > sujetos a las condiciones del suelo. En Prádanos, el monte aparece con su microclima desempeñando varios efectos reguladores entre pastos, estructuras leñosas y material orgánico, sobre todo la germinación de gramíneas bajo la copa de las encinas y robles, importante para el suelo y hojarascas de los árboles a veces convertidos en brozas que acaban fertilizando el suelo. En realidad, ese ecosistema seminatural se compone de un sustrato arbóreo, formado por vegetación xerófila donde sobresale la encina (Quercus rotundifolia), el rebollo, el roble, la haya > de 30 m de altura, tronco grueso, liso, de corteza gris y ramas muy altas, con una copa redonda y espesa, hojas de punta aguda y borde dentellado. Su fruto es el hayuco que yo apreciaba sobremanera cuando pasé a mozalbillo.
En el bosque adehesado quien reina soberana - ecosistema de sustrato arbóreo y vegetación xerófila - es la encina > un árbol que puede llegar a 25 m de altura, aunque en las dehesas  raramente supera los 15 o 20 m. Su porte variable, depende de la zona geográfica donde crece  y vegeta. Las ramas son abiertas entre erguidas y horizontales, robustas y muy ramificadas. La copa suele ser amplia, densa y redondeada. Presenta raíces penetrantes y de fuerte crecimiento inicial, alcanzando 10 m de profundidad y gran extensión superficial; sus hojas son simples, alternas, más o menos pelosas, con 3 o 4 años de vida, presentando espinas, así como sus flores que son monoicas > flores separadas de cada sexo, pero en el mismo pie. El crecimiento es regular, porte erguido, casi recto y cubierto de ramos laterales desde la base. El hábitat de los encinares es típicamente mediterráneo, y puede  extenderse hasta los 2000 m de altitud. El monte de Prádanos se desparrama por la mitad del pequeño municipio de 21,35 km², o sea, ocupa unos 10 km² de bosque adehesado,  no muy exigente,  prefiriendo suelos  permeables, sueltos, ligeros  y pedregosos. Ya el sustrato herbáceo formado por pastizales corresponde a las diversas etapas más degradadas.
      Parece mentira, pero en otros tiempos, fue rico en lentiscos, madroños, jaras etc. Hoy aparece eliminado en la mejor parte de su área útil con la finalidad  de usar los pastizales. Es una vegetación dinámica que el ganadero debe controlar si quiere mantener ‘limpio’ el bosque. Ahora, después de un período de abandono automáticamente, prevalece el matorral ‘noble’, principalmente en las partes más abruptas y elevadas del monte donde se destacan los lentiscos, hayas, robles etc. Estas ‘manchas’ vienen siendo utilizadas en algunos pueblos de la comarca de La Ojeda para obtener leñas finas y elaborar carbón, labores apícolas o reservas forrajeras en períodos de escasez. Por veces, la degradación histórica de los bosques comarcales de La Ojeda dio lugar a matorrales de degradación con predominancia de jaras, tomillos, romeros, brezos, retamas y otros vegetales característicos del sotobosque. Un estudioso definía los encinares como ‘un largo etc conforme la zona de cultivo’. Las encinas se reproducen muy bien y el área de distribución es prácticamente la España entera: es el ecosistema forestal mais abundante de la península Ibérica. Sus bosques son excelentes productores de carbón, aprovechamiento alimenticio de las bellotas > glandes de color marrón oscuro cuando maduras. Se dice que los cerdos alimentados con bellotas dan los mejores jamones del mundo. En Navarra, se encuentra el segundo árbol más longevo de España: es una encina de 1200 años (foto); el primero y más antiguo es un tejo de Borondillo (Madrid) con 2000 años, aunque se supone existan otros árboles tan viejos cuanto estos: un castaño de Zamora, por ejemplo,  tiene más de 1500 años.
      En los matojos así como en los encinares,  el paisaje está condicionado por factores atlánticos en las zonas norte-palentinas, cambiando sus modelos mediterráneos según caminamos en dirección norte, con rasgos modificados por particularidades locales de cada área, o sea, según las variantes geográficas y microclimáticas, tipos de suelos y acción humana pasada y presente que introdujo  o intensificó transformaciones en el estrato vegetal primitivo. En el norte cantábrico – en él incluimos las comarcas del Norte Montañés de Palencia -, predominan bosques de coníferas, siendo varias las especies autóctonas, como la haya propia de climas más suaves y presente en la mayoría de la cordillera montañosa, así como el roble y la encina, implantados en zonas más bajas y fértiles. En estas áreas encontramos árboles como el roble común, el rebollo, el quejigo… Otros árboles frondosos son el arce, el olmo, el chopo, el abedul, el tejo, el abeto, el pino etc. Entre los pinos más característicos de nuestra región encontramos el pino silvestre, el pino marítimo, el pino carrasco y el pino [negro] de montaña. El tejo es un árbol muy longevo de los cuales existen pocos y dispersos ejemplares  en puntos montañosos de los Picos de Europa.
          Así mismo, en los bosques de influencia atlántica/cántabra, vamos encontrar especies de un pasado no muy distante: el roble, la haya, el castaño… Los robledales y castañares, por ejemplo, tienden a situarse en las altitudes medias y bajas,  mientras que los hayedos predominan en latitudes medias y altas. Entre las especies atlánticas/cantábricas encontramos fresnos, olmos, tilos, acebos (de hojas espinosas brillantes y frutos rojizos), tejos, abedules  (de atractiva corteza blanca), arces (con hojas de bellas tonalidades en el otoño). A veces estos árboles crecen en formaciones mixtas. En sus contornos y en terrenos aclarados y boscosos se distribuyen y se desparraman por las faldas o franjas de la montaña, junto con saucos, retamas de flores amarillas, espinos blancos, trepaderas como la madreselva, y rosáceas espinosas ej.: endrinos y zarzales. En estos bosques ya hubo regresión con brezos y argomas. Las personas de más edad entienden el significado de casi todos estos nombres, pero los jóvenes hoy en día no saben ni de que se trata. Por lo general, en el interior de la meseta y hasta en áreas mediterráneas se observan formaciones de matojos > montes muy poblados y espesos; matorrales > terrenos cubiertos de matas bravías y espinosas; sotobosques de encinas y robles  que presentan distintos gradientes según las laderas de la montaña – al norte, tienden a constituir bosques atlánticos debido a la entrada de vientos húmedos. Ya en el estrato arbustivo aparecen los enebros, espinos y pinares de pino albar. En los bosques de aspecto mediterráneo donde el clima es más seco (caloroso en el verano y frío en el invierno) las especies arbóreas más abundantes son: la encina carrasca (de hojas perennes, bellotas verdes y extraordinaria madera, tanto para carbón como para carpintería), el roble enciniego (o quejigo) y el pino carrasco clásico. Las especies arbustivas son el enebro, la coscoja > árbol achaparrado semejante a la encina, el romero (arbusto aromático), la madreselva, el brezo etc. Completan esta vegetación el tomillo (matojo aromático que brota en terrenos secos y pedregosos), la retoma, el espliego (también una planta aromática muy apreciada), el endrino (¡ah, que nostalgia de mis años de niño!), la violeta, las amapolas, los cardos, los espartales, todas estas plantas asociadas a carrascales > montes o sitios poblados de encinas  (generalmente pequeñas  y  secundarias). En algunas microzonas colindantes a estos bosques de ribera (> junto a pequeños arroyos), existen áreas de sotobosque donde vemos chopos, olmos, sauces etc., así como juncos, carrizos, charas y otras plantas semejantes.
       Los carrascales de modo especial siempre marcaron nuestro bosque ya degradado. El carrascal es un tipo de vegetación donde predomina la carrasca > una variedad de encina. Sua área de distribución geográfica corresponde a las zonas más secas del interior donde ella se adapta mejor. El carrascal se diferencia del encinar por ser más pobre y número de plantas que ordinariamente acompañan a los encinares. El carrascal (Quercus ilex) más común se denomina continental, y se localiza en zonas más elevadas e interiores, de climas secos o semiáridos, donde los árboles no son continuos; al contrario, aparecen dispersos o esparcidos, con arbustos resistentes al frío del invierno y al calor del verano. Entre las plantas del carrascal encontramos el enebro, la coscoja, el pino carrasco, las aulagas y otros arbustos como el espino negro. Leí en artículo sobre este asunto que, hoy en día, ‘no se ven carrascales como antiguamente: la mayoría sufrió la tala agresiva, la contaminación atmosférica, las plagas y enfermedades  comunes a estas plantas’. Actualmente, las dehesas  y los bosques adehesados son derivaciones de los carrascales. La carrasca típica es un árbol perenne, de tallos erectos, hojas pubescentes y espigas colgantes (amarillas), con bellotas comestibles cuando maduras. Encinares y carrascales se distribuyen en zonas del interior, más frías y secas. Es sin duda la figura típica de las dehesas ibéricas, de norte a sur, de este a oeste, esto es, donde encontramos terrenos de pasto sobre el cual se diseminaron árboles como la carrasca, el roble, la haya y el pino. Constituye, según se dice, 1/3 de las tierras arboladas peninsulares. Con frecuencia, se confunde el carrascal con otras árboles o arbustos afines, o pertenecientes a la misma especie de la encina > familia de las Fagáceas, de 15 m de altura. También, con relativa frecuencia, el carrascal es confundido con la coscoja (Quercus coccifera), principalmente cuando las carrascas son pequeñas y presentan hojas punzantes como la coscoja > un arbusto de hojas diminutas y erizadas, incluso cuando adultas. El fruto de la coscoja es igualmente la bellota, con capuzón que cubre hasta la mitad del fruto; el capuzón de la carrasca solo alcanza apenas un 1/3 del fruto. Es una planta característica de la vegetación llamada garrigues o maquis,  y aparece mezclada a encinares degradados. Los robles (Quercus robur) presentan también el mismo tipo de bellota: sólo las hojas son diferentes, y recuerdan el acebo > un arbusto más bajo que la carrasca, cuyo fruto es  una bolita de color rojo; no produce bellotas.
        Mucha gente no sabe que la encina, el roble y otros  árboles/arbustos del género quercus tienen propiedades medicinales, sobre todo, los taninos > ácidos gálicos y cuercetánicos, de gran poder cicatrizante, pues aceleran la cura de heridas y detienen el sangrado. También en la cosmética, se usan para cuidados externos de la piel, ayudando en la cura de granos, espinillas y eliminación de caspa, grasa o seborrea. Son usados contra inflamaciones del intestino, contribuyendo para rebajar la inflamación o disminuir el dolor.  Los preparados acostumbran ser usados en forma de té o café, endulzados con miel, antes de dormir, o como infusión de ½ cuchara de hojas secas por taza de agua. Usase contra la mala digestión > se muele un puñado de bellotas y se hace un preparado tipo café; no conviene superar dos tazas diarias. Contra diarrea como astringente, se usa la decocción de dos cucharas de corteza seca. En el uso externo, se usa contra eccemas > líquidos que aparecen en los codos y rodillas, en las manos y pies: ayudan a secar esas zonas afectadas. Las propiedades de los taninos resultan eficaces en gargarismos, dolores de anginas y faringitis, pues ayudan a disminuir las inflamaciones de garganta. Contra hemorroides, se usan los baños de asiento durante algunos minutos. Contra metritis, metrorragias y prurito vaginal se usan las famosas irrigaciones vaginales aplicando compresas sobre las zonas afectadas. Igualmente, el uso de esta planta puede ayudar a desinflamar los sabañones y disminuir su intenso prurito. Pero todo cuidado es poco, porque los taninos tienen una alta toxicidad principalmente en la corteza donde puede superar los 20%; en las hojas y frutos, ella es un poco menor. Por eso,  los preparados internos deberán ser ingeridos con restricciones y siempre acompañados por la vigilancia de un facultativo. Deben ser evitados los preparados internos en caso de gastritis, úlcera gastroduodenal, así como son contraindicados en pacientes con infecciones, fiebre o problemas cardíacos. Las propiedades del roble son muy parecidas a la anterior debido a la presencia de taninos y catequinas. Se usan en anomalías del sistema digestivo como diarreas, gastritis y hemorragias intestinales, incontinencia urinaria, flujo vaginal e inflamaciones de la vulva. El uso externo es recomendado contra faringitis, anginas, problemas de encías (gingivitis) y llagas bucales,  hemorroides y fístulas anales. El roble es una de los mejores astringentes contra hemorragias nasales, grietas en la piel, en los pechos y en el ano e, por fin, en el tratamiento de sabañones. La misma recomendación encima descrita sirve para las aplicaciones con los taninos del roble, de la carrasca, etc. porque son peligrosos e irritan la mucosa intestinal pudiendo ocasionar vómitos y ulceraciones reservadas. Finalmente, se recomienda recoger la corteza de las plantas del género quercus (roble, encina, carrasca etc) en la primavera, y las hojas en el verano. Y deberán secarse a la sombra y conservarse en bolsas de ropa y lugares frescos y secos, debiendo insistirse que sus propiedades antisépticas, antiinflamatorias, astringentes y hemostáticas (> acción antihemorrágica), exigen precauciones a causa de la gran toxicidad de su corteza.

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