sexta-feira, 22 de junho de 2012

Gonçal’Eanes de Aguilar: en la corte de Alfonso X (12)

La poesía de la península ibérica (siglos XIII/XIV) está escrita toda ella en lenguaje gallego-portugués; ya la poesía tradicionalmente castellana es muy escasa, casi ninguna.  Ante esta realidad concreta, no es suficiente pensar o decir que el castellano se especializó en cantares épicos, tipo Poema de Mío Cid, en cuanto el leguaje gallego-portugués pasó a fazer trovas de amor o de amigo, entre los diversos géneros líricos más utilizados y derivados del sirventés. Algunos estudiosos de este asunto dicen que algo semejante ocurrió con el francés y el provenzal. En Castilla, entre tanto, quien dio grande impulso a la poesía trovadoresca provenzal  fue el rey Alfonso VIII de Castilla (1155-1214) – El de Las Navas de Tolosa, pues acogió en su corte a unos 20 trovadores provenzales de primera línea, aunque apenas como visitantes emblemáticos y distinguidos. A su vez, Galicia y Portugal recibían constantemente expedicionarios, trovadores y romeros de diferentes partes de Europa, sea para visitar el Santuario de Compostela, sea para dirigirse a los Lugares Santos de Jerusalén; estos últimos hacían escala en Porto o en Lisboa, antes de navegar rumo a Tierra Santa. Durante la guerra civil portuguesa, entre Sancho II y Afonso III (1235/48), muchos nobles así como diversos trovadores en ascensión ej.: João Soares Coelho y Fernán García Esgaravunha, dejaron sus señoríos y se refugiaran en Castilla y León.  Entre ellos, se encuentra también Gonçal’Eanes do Vinhal, nuestro ilustre antepasado: tomando partido a favor de Alfonso III, se vio obligado a dejar Portugal y, en seguida, se alistó en la mesnada del Infante D. Alfonso (futuro rey de Castilla). De inmediato, tomó parte en la reconquista de Murcia (1243), y  en otras escaramuzas  arriscadas al lado del Infante no solamente como rico y aguerrido caballero, pero también como amigo e importante colaborador/administrador de los nuevos reinos conquistados. Por eso, siempre iremos  encontrarlo en la corte donde rivaliza y ‘baralha’ con los mejores intelectuales luso-castellanos de la época. Junto a otros excelentes trovadores, él se especializó en fazer cantigas de amigo y de escarnio o maldecir a punto de recibir dignos y merecidos elogios de un monarca heredero y considerado imperador del Sacro Imperio Romano-Germánico [elegido de jure, pero nunca de facto] y a quien los siglos llaman de El Rey Sabio.
Estudiosos de renombre atribuyen a Fernando III El Santo (1217-1252) un cierto descaso  en relación a la poesía provenzal, pues se mostró contrario a las nuevas corrientes líricas debido al culto general e irrestricto del amor cortés, pero en realidad un idilio lascivo que hablaba del amor adúltero por excelencia y descripción. En Portugal, al contrario, esas corrientes trovadorescas encontraron un suelo fértil y fecundo. Aunque tenemos un testimonio en contrario, escrito por Alfonso X a respecto de su padre, donde detona rasgados elogios a la actuación de su progenitor: “era mañoso de todas buenas maneras que buen caballero deviese usar, ca él sabíe bien bofordar [> lidiar] et alcançar, e pagándose de omnes cantadores et sabiéndolo él fazer. Et otrosí, pagándose de omnes de corte que sabían bien de trovar e cantar; et de joglares que sopiesen bien tocar estrumentos”.Tratadistas diversos no creen que esto sea verdadero. En realidad, Alfonso X presta simplemente una homenaje casi obligatoria a Fernando III, su antecesor en el trono de Castilla, presentándolo a la Historia como modelo de rey castellano que los tiempos y exigencias culturales pedían en aquel momento, o sea, un rey entendido y versado en letras. Con la subida al trono de Alfonso X, la corte se transformó, a comenzar por el número de nobles y caballeros aficionados a la poesía lírica de cuño trovadoresco, entre los cuales se destacó D. Gonçal’Eanes do Vinhal. En esta época, nuestro ancestral ya formaba parte de los mesnaderos que conquistaron el reino de Múrcia. Carlos Alvar resalta esta participación: formaban parte del ejército del Infante, entre otros Gonçal’Eanes do Vinhal que tuvo destacadísima intervención en la conquista del reino de Murcia, y Pellay Pérez Correa, maestre de la Orden de Santiago, que predicó la cruzada a Tierra Santa tras la conquista de Jaén [1246]. Pero más importante para nuestro propósito es recordar que estos dos personajes están vinculados con la poesía gallego-portuguesa, especialmente Gonçal’Eanes do Vinhal que no sólo participó en las conquistas citadas, sino que también estuvo en la toma de Sevilla (1248) y en otros destacados hechos de armas.
Así como hizo D. Dinis I en Portugal [era nieto de Alfonso X con Maior Guillén de Guzmán], este rey de Castilla fomentó en los 32 años de su largo reinado (1252-1284) diversas actividades culturales. Realizó, por ejemplo, la primera reforma ortográfica del castellano, adoptándolo como lengua oficial del reino. Objetivos: desarrollar la lengua vernácula, tornarla más rica y erudita, expandirla por toda la península Ibérica y ofuscar y superar en cuanto posible el idioma galaico-portugués, su concurrente en los campos del lirismo provenzal. La corte de Alfonso X se tornó famosa y conocida en toda Europa dada su importancia histórica como fundadora de la Escuela de Traductores de Toledo > procesos diversos de traducción e interpretación de textos clásicos greco-latinos [alejandrinos], vertidos del árabe o del hebreo a las lenguas vernáculas, principalmente al castellano. La reconquista de Toledo (1085) y la tolerancia religiosa en relación a musulmanes y judíos facilitaron ese comercio cultural, permitiendo así mismo un extraordinario renacimiento filosófico, teológico, científico y lírico-trovadoresco como nunca se vio en la Historia. En su Escuela de Traductores juntó un grupo excelentísimo de intelectuales cristianos, árabes y hebraicos. Entre otras traducciones para las leguas occidentales, están textos de la antigüedad clásica; muchas de estas obras fueron responsables por el renacimiento científico y cultural de la Europa del Medioevo – los sucesores de Alfonso X lo clasifican como el renacimiento del siglo XIII.
Sin embargo, entre todas las creaciones históricas de Alfonso X está su indiscutible mecenazgo > protección dispensada a escritores y/o artistas por un mecenas, que patrocina con generosidad las letras o las artes en dado momento histórico. Alfonso X El Sabio fue generoso realmente con el movimiento trovadoresco, y él mismo fue uno de los mayores trovadores y poetas de lengua galaico-portuguesa – el idioma más usado en la lírica peninsular durante los siglos XII/XIII. Alfonso X compuso, a lo que consta, 44 cantigas de amor y de escarnio o maldecir – una de estas, la más extensa de todos sus cantares y, se dice con reservas, la más interesante del punto de vista histórico, dedicada que fue a Gonçal’Eanes do Vinhal, amigo, confidente e interlocutor frecuente en sus arrobos de trovador y poeta en la corte de Toledo. Entre tanto, la obra más conocida y loada por su ingeniosidad es Cantigas de Santa María, un cancionero sacro sobre los prodigios y milagros de la Virgen María, totalizando 430 composiciones, todas ellas musicalizadas. ¡Amigo lector, vale a pena oír, a solas y en silencio, tamaña musicalidad!
Por otro lado, parece claro – y es muy posible que así lo fuese – constatar un hecho curioso: en torno de Alfonso X se congrega un buen número de nobles y trovadores a quienes les gusta fazer trovas de amor, de amigo y de escarnio o maldecir, entre tantos otros géneros de lirismo galaico-portugués. En la corte de Alfonso X, además de Gonçal’Eanes do Vinhal, aparecen grandes  trovadores ej.: Pero d’Ambroa, Pero da Ponte y Pedr’Amigo de Sevilla, y otros como  maestre Nicolás – el médico real de Alfonso X, Sancho IV y Fernando IV - , apenas principiantes o amadores. De ahí colocarse el ciclo de composiciones satíricas o burlescas en los años de las campañas militares andaluzas y de los constantes enfrentamientos entre árabes, aragoneses y castellanos (1241/48). Diversos estudiosos aseguran que D. Gonçal’Eanes do Vinhal formó parte del séquito selecto de juglares, segreles y trovadores ya en tiempos de Fernando III, tal vez ‘un momento de aclimatación de la poesía gallego-portuguesa en el reino de Castilla’, según comentario feliz de C. Avelar.
De hecho, después de la reconquista de Sevilla (1248), un gran numero de trovadores aparece en la corte de Alfonso X: es el caso de Gonçal’Eanes do Vinhal,  Pero Gomes Barroso, João Baveca y Alfons’Eanes do Coton, entre otros. Son caballeros que reciben  importantes extensiones de tierras, de acuerdo con sus categorías y la eficacia  de sus intervenciones en las guerras de reconquista. El Repartimiento de Sevilla firmado por Alfonso X (1253), un año después de ascender al trono de Castilla y León, resulta difícil avaluar si los nobles caballeros beneficiados en el reparto de esos señoríos andaluces formaban parte de las fuerzas militares de Fernando III o de Alfonso X. Con todo, la cantiga de escarnio que Alfonso X dirige a Gonçal’Eanes do Vinhal, según el parecer de Gutiérrez García, nos muestra que el trovador portugués ‘gozaba de una posición favorable en la corte’. Y a pesar de la rebelión de D. Enrique (1255), con quien nuestro ancestral mantenía un trato cordial y de amistad íntima. Esto nos lleva a suponer que la supradicha cantiga de escarnio le fue dirigida entre finales de 1255 y comienzos de 1256, o tal vez después de 1257, cuando el trovador portugués recibió de Alfonso X el señorío de Aguilar de la Frontera. Las tres composiciones – dos de Gonçal’Eanes do Vinhal y una ‘especialísima’ de Alfonso X – aluden a la rebelión reciente del infante D. Enrique, hermano de El Rey Sabio. El juego duplo criticado por Alfonso X – llama al trovador portugués de ‘o cavaleiro das dúas espadas’ – aparece en las tres últimas estrofas. En ellas, el rey satiriza la actitud dubia de su protegido  en la corte: por el sentido del epíteto ‘dúas espadas’ y la referencia al ciclo artúrico, ciertamente ambos tenían conocimiento del episodio y de los personajes  detentores de dos espadas famosas.
En realidad, D. Gonçal’Eanes do Vinhal ya era conocido en la corte por los ‘misteriosos’ cantares de Cornualha, citados en la cantiga de escarnio contra maestre Nicolás, médico real, a quien Gonçal’Eanes dirige Maestre, todo’los vossos cantares, y considerados parte de su repertorio trovadoresco. Un estudioso de este asunto comenta: la exacta naturaleza de esas composiciones es un asunto discutido hasta hoy; y debido a la vaguedad de la alusión parece no existir una solución a vista. Eses supuestos cantares de Cornualha podrían designar simples composiciones de amor cortés, sin una relación mayor o directa con la temática artúrica  bretona; serían apenas  cantares similares a las composiciones que encabezan el Cancionero de la Biblioteca Nacional, de Lisboa. De cualquier manera, nadie coloca en tela de duda que tanto Alfonso X como Gonçal’Eanes tenían conocimiento del ciclo artúrico y de sus míticos personajes. La alusión profana de Alfonso X  al ciclo bretón está en la raíz de aquella cantiga  alfonsí. En este medio tiempo, aparece en la corte de Castilla el trovador genovés, Bonifacio Calvo, con varias composiciones laudatorias al rey castellano. Curiosamente, los cantares líricos provenzal y gallego-portugués hasta 1254 se presentan totalmente ajenos el uno del otro.
 Los problemas vividos por ambos eran diversos: los poetas ibéricos (galaico-portugueses y castellanos) se ocupaban de pequeñas burlas/escarnios  o coitas amorosas sin cualquier importancia, en cuanto los trovadores extranjeros se sentían más atraídos por la vida política y cultural de la corte castellana y por los problemas atinentes  a las causas de sucesión europeas. En este rol está la sucesión al trono del Sacro Imperio Romano-Germánico, pues Alfonso X es un ‘legítimo descendiente de los duques de Suabia y de la poderosa casa de los Staufen’. Así, con la muerte del emperador Federico (1194-1250), el rey de Castilla se vio prisionero  de la política europea, exigiendo de sus súbditos más cercanos, servicios forzados y tributos desacostumbrados en compensación de los muchos regalos y repartos de joyas que hacía casi indistintamente a cuantos extranjeros venían a visitarle. De la confusión dinástica, solo se salvan estas palabras, extraídas de la Crónica de los Reyes de Castilla: Alfonso X era fielmente amado no sólo de los extraños, sino también de los hombres pertenecientes a los más remotos confines del mundo, siendo ensalzado con fama de laudable recomendación sobre todos los reyes de su tiempo por su mucha largueza, afabilidad y otras virtudes propias de un rey. Debido a su gloriosa  fama, le visitaban muchos hombres nobles e ilustres de las distintas partes del mundo para recibir de sus manos la investidura militar”.
En relación al llamado ‘fecho del imperio’ tanto los escritores en latín cuanto los poetas de lengua vernácula se hicieron eco de aquella confusión dinástica – ella se prolongó por más de 20 años. El filólogo Carlos Avelar se hace estas dos preguntas - ciertamente muy pertinentes -, en su Poesía y política en la corte alfonsí: ¿cómo veían los poetas las aspiraciones [dinásticas] del rey castellano? Y aún más concretamente: ¿qué opinaban los escritores cercanos al rey, y aquellos que tenían poca relación con la corte de Castilla? Un trovador provenzal, Guilhém de Montanhagol escribió a este respecto: por aquí dicen, señor, que hacéis la espera del bretón [Ricardo de Cornuelle], con lo que surge una grande indignación. Ya los  poetas gallego-portugueses de la corte – evidentemente, entre ellos Gonçal’Eanes – se dedican a discutir cuestiones totalmente intranscendentales, como el arte de las coletas o el amor cortés de las soldadeiras. O sea, poco o nada se importaban con cualquier desenlace. Para ellos es la misma cosa. Curiosamente, quien sale en defensa de Alfonso X es otro trovador genovés, Perseval Doria, aconsejando al  rey de Castilla y haciéndole ver que el objetivo de la corte castellana, al menos por ahora, es Granada y la guerra contra los moros, y no el Sacro Imperio Romano –Germánico y la guerra contra los ingleses. Además es preciso llevar en cuenta una cosa importante: el ambiente en la corte castellana no era nada tranquilo, y sus protagonistas principales, D. Alfonso X, su hermano D. Enrique de Castilla y la madrasta de estos, D. Juana de Ponthieu, vivían en alta tensión. Carlos Avelar define al infante D. Enrique como ‘un personaje verdaderamente pintoresco”. Pero quien estudió en profundidad la figura chocante y sumamente peculiar del hermano rebelde de Alfonso X - aunque diga-se de pasaje, con pleno derecho - fue Carolina Michaëlis de Vasconcellos.
Pues bien, desde que se enfrentaron en las cercanías de Morón de la Frontera y Lebrija (1255), estando de un lado los vasallos de tres nobles linajudos, descontentos, y por eso mismo, contrarios al rey Alfonso y a favor del Infante; y de otro lado las tropas reales y fieles al rey Alfonso X, surgieron ciertos rumores en la corte: corría un runrún de alcoba diciendo que el infante D. Enrique de Castilla y su madrasta, D. Juana de Ponthieu, eran amantes. Según C.  Avelar, ‘una leyenda que duraría más de medio siglo’. Y, por increíble que esto pueda parecer, D. Gonçal’Eanes do Vinhal es el único testimonio que confirma tales rumores. En verdad, un testimonio de inestimable valor histórico por ser compañero de armas de Alfonso X en las campañas militares de Andalucía (1241/1262), y un de los más valerosos caballeros y ricoshombres del reino. Oigamos a Carlos Avelar en su comentario sobre el caso: este noble portugués, partidario del rey, escribió dos cantigas de escarnio contra el infante rebelde. Son dos composiciones que presentan estructura de cantigas de amigo, pues se supone que habla una mujer lamentando la ausencia del amado y para mayor énfasis lirico se apoya en el estribillo, que yo transcribo a seguir:

                   Si é viv’o meu amigo
                   Que troux’a mia touca sigo.

Nuestro ilustre y carísimo crítico usa una frase con la cual apenas no estoy muy de acuerdo, por tratarse de un grande pesquisidor que yo respeto mucho, pues me gustan sobremanera sus escritos: ‘escribió dos cantigas de escarnio contra el infante rebelde’. Me parece que aquí no cabe la preposición contra o a favor, mucho menos si llevamos en cuenta que ambos, el Infante y nuestro ancestral, eran amigos íntimos, de encuentros diarios y confidenciales en la corte. Prueba contundente de esta amistad es la cantiga de escarnio dirigida por Alfonso X a Gonçal’Eanes do Vinhal donde le llama ‘o [cavaleiro] das dúas espadas’, y que reafirma estar muy ‘agudas y amoadas’ – las dos espadas son, sin duda, D. Alfonso y D. Enrique (o metafóricamente su aptitud guerrera y la poesía). Por la expresión se deduce que El Rey Sabio desconfía de su entera lealtad, confianza o fidelidad, sobre todo en un momento de rebeldía ostensiva y armada contra su autoridad. De todos los modos, prevalecen las rúbricas de las dos cantigas. Sobre la primera Amigas, eu oí dizer, el comentario/motivo de la inspiración resalta: esta cantiga fez don Gonçal’Eanes do Vinhal a don Anrique, en nome da reina dona Johana, sa madrasta, porque dizian que era seu entendedor (> amante), quando lidiou en Mouron con dono Nato et don Rodrigo Affonso que tragía o poder del rey. Sobre la segunda Sei eu, amigas, que deitad’e é d’aquí, ya el comentario/motivo poético es otro: esta cantiga fez don Gonçalo Annes ao infante Anrique porque dizían que era entendedor da rainha dona Joana, sa madrasta; e esto foi quando o el rey don Alfonso pos forad (> expulsó) da terra. El subrayado es mío; con esto quiero resaltar los motivos concretos que indujeron a nuestro antepasado a componer las dos cantigas ‘misteriosas’.
Pero, antes de todo, llevemos en consideración lo que otros estudiosos, como Graça Lópes, alertan al respecto: las motivaciones que Gonçal’Eanes do Vinhal tuvo para componer estas dos cantigas son difíciles de descortinar completamente, una vez que nos faltan dados específicos sobre las relaciones de fuerzas [o interpersonales] dentro de la corte Alfonsí. Incluso, nosotros mismos concluimos reafirmando lo que algunos tratadistas sospechan sobre el caso: aquella larga y sibilina cantiga de Alfonso X, dirigida expresamente a nuestro ancestral -  aquí aparece acusándole de duplicidad o juego duplo -, sería una forma de dar una respuesta  a su aequivocatio > forma de presentación de los poemas y articulación del contenido poético. Las dos cantigas, entre tanto, acompañan cronológicamente el desenlace de aquella intriga político-palaciana entre Alfonso X y su hermano D. Enrique de Castilla, obligado a huir del reino bajo pena de ser muerto a cualquier momento.  De ahí ser bastante interesante analizar  si las cantigas de amigo de Gonçal’Eanes do Vinhal - según Graça V. Lópes, caso único en los Cancioneros -, funcionan con registros satíricos más o menos ocultos. Sería un asunto a desvendar.
Y así terminamos esta nueva pesquisa sobre nuestro ilustre ancestral con un broche de oro: la mayoría de las cantigas fueron compuestas para denunciar lo que el rey Alfonso X consideraba una cobardía de ricoshombres e infanzones: ora faltaban a la llamada exigida por los estatutos de vasallaje [¡era obligatoria!], ora se esquivaban al combate en los campos de batalla. Sin embargo en la hora del repartimiento todos reclamaban su parte en los beneficios de la reconquista > un esfuerzo conjunto y caballeresco en que castellanos, navarros y aragoneses, gallegos, portugueses y catalanes, entre disputas, y flaquezas, victorias y derrotas, se empeñaron en construir  con la propia sangre una patria única y de todos. Nuestro antepasado, D. Gonçal’Eanes de Aguilar, no precisaba  de leyes o estatutos; cuando el rey pidió su participación efectiva allí estaba con sus vasallos,  pronto y dispuesto a combatir y vencer  en nombre de la fe y de su tierra. Por eso, brillantemente murió en campaña, casi con certeza en la bahía de Algeciras (1285),  contra granadinos y benimerines > un ejército infinitamente superior (> 17 mil musulmanes). Desde una colina próxima, los castellanos cercaron la medina durante más de un año; fue un asedio largo, duro y penoso. Al final, el infante D. Pedro abandonó el cerco, dejando en tierra millares de muertos, entre ellos D. Gonçal’Eanes do Vinhal. La fotografía nos muestra el campo de batalla donde sucumbió nuestro héroe.

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